El fiscal fiscalizado
AURELIO ARTETA
En un Estado de derecho el primado de la ley vale para todos, salvo -en medida nada desde?able- para los partidos pol¨ªticos. Y es que hay ciertas normas que, aunque en apariencia est¨¦n tambi¨¦n por encima de ellos, ya se han encargado ellos antes de ponerlas a su entero servicio. Poco de bueno debe esperarse de esa tenebrosa ley de financiaci¨®n de partidos pol¨ªticos, pongamos por caso, mientras sea urdida y pactada s¨®lo por los propios partidos. Es lo malo que ya ocurre con los Tribunales de Cuentas del Estado y de las Comunidades Aut¨®nomas: que, maniatados por las grandes sectas (o sea, por las mayor¨ªas parlamentarias), no pueden pedirles cuentas. Y, como se las pidan, entonces se arma la de Dios es Cristo o, en insidiosa maniobra, descabalgan a su presidente a la menor ocasi¨®n. Esto ¨²ltimo es lo que acaba de suceder en Navarra. Si te lo explico, lector, es porque tambi¨¦n habr¨¢ sucedido o suceder¨¢ en la tuya.Los dos partidos mayores de Navarra, la Uni¨®n del Pueblo Navarro (UPN) y el socialista, han fraguado una alianza non sancta para remover al actual presidente de la C¨¢mara de Comptos (as¨ª se llama nuestro tribunal de cuentas), una vez que ¨¦ste ha concluido su mandato y se presentaba a la reelecci¨®n. No hubo duda de su pericia profesional y, sobre todo, de su independencia pol¨ªtica; al rev¨¦s, eso es justamente lo que se le reprochaba. En su m¨¦rito, estuvo su pecado y lleva ahora la penitencia. Esa C¨¢mara de Comptos, al denunciar los turbios dispendios de dos Gobiernos en obras p¨²blicas, del Ayuntamiento de la capital en el negocio urban¨ªstico, del sindicato mayoritario en cursos fantasmales, de la Universidad p¨²blica en graciosos complementos retributivos.... ha cumplido a la perfecci¨®n su tarea, que es la de velar por el buen uso de las arcas p¨²blicas. Pero, claro est¨¢, ha revelado tambi¨¦n ante la ciudadan¨ªa que cada una de aquellas instituciones presenta sombr¨ªos borrones a la hora de cumplir la suya. Pues bien, que pague su osad¨ªa. Los partidos reprueban como intolerable lo que la ley ordena y los ciudadanos agradecen. Los papeles se invierten y ya no es el Gobierno quien debe rendir cuentas ante el Tribunal de Cuentas, sino ¨¦ste el llamado a rendirlas ante los partidos que han ocupado, ocupan o aspiran a ocupar el Gobierno. As¨ª que una de dos: o bien se trata de una represalia por la detecci¨®n de sus pasados manejos, o de una precauci¨®n para encubrir los futuros. O las dos a un tiempo.
Ni que decir tiene que los prohombres de la maniobra han recurrido a la tararira de costumbre para justificar lo injustificable. El partido del Gobierno no ofreci¨® m¨¢s argumento que el de ser una propuesta leg¨ªtima. Y, como para ¨¦l lo leg¨ªtimo es lo conforme a la ley, pasa a confundirlo sin m¨¢s con lo legal. En cuanto algo se puede hacer seg¨²n la ley, sobra toda consideraci¨®n acerca de si se debe hacer; lo permitido es ya por s¨ª mismo impecable. De modo que no hay en la sociedad instancia valorativa m¨¢s alta que el derecho, ante el que deben postrarse la pol¨ªtica y la moral. ?Acaso no dice la jerga juvenil "ser un t¨ªo legal" para resumir la virtud de alguien? Bien es verdad que, cuando se trata de comportamientos delictivos de ciertos pol¨ªticos, las tomas cambian: toca entonces apelar a las pr¨¦dicas morales y a las responsabilidades pol¨ªticas, pero no a las judiciales.El otro compinche, el atribulado Partido Socialista posturralburiano, esta hoy dirigido por una comisi¨®n gestora o gestante que a¨²n no ha aprendido la ense?anza impartida por sus ex jefes recientes. A la ¨²nica voz entre sus filas discrepante con aquella defenestraci¨®n, se le replic¨® que esa comisi¨®n estaba en su derecho democr¨¢tico de proponer al candidato de su preferencia. Mejor ser¨ªa que no invocaran el nombre de democracia quienes la ignoran del todo en la teor¨ªa y la desprecian en su pr¨¢ctica. En esta cuesti¨®n, como en tantas otras, ni siquiera se han atenido a los requisitos democr¨¢ticos de la decisi¨®n pol¨ªtica. Pues ni aquella comisi¨®n es representativa de sus militantes o electores, sino tan s¨®lo de la Ejecutiva federal que la impuso, ni ha convocado a deliberaci¨®n p¨²blica a nadie, pues no faltaba m¨¢s. En el resto de la "familia" socialista -base, parlamentarios, futuro secretario general-, ha reinado el silencio de los corderos hijos de la valiente Navarra.
A diferencia de la autocr¨¢tica, una pol¨ªtica democr¨¢tica, si no es honrada, se esforzar¨¢ al menos en parecerlo. Al fin y al cabo, la democracia no es s¨®lo forma, pero s¨ª principalmente forma. Muy podrida debe de estar, pues, la cosa p¨²blica si con tanta frecuencia los partidos pol¨ªticos, lejos de guardar ciertas apariencias de honestidad, se esmeran m¨¢s bien en exhibir con desfachatez las contrarias. Puede apostarse entonces que su arrogante prepotencia cuenta de antemano con el concurso de una ciudadan¨ªa aburrida o sumisa. Claro que, por si les suena, un tal Kant ya dej¨® sentado este principio: "Son injustas todas las acciones que se refieran al derecho de otros hombres cuyos principios. no soportan ser publicados". Pero hoy es bastante seguro que cualquier barbaridad, como la que aqu¨ª relato, pueda publicarse con m¨ªnimo rubor del pol¨ªtico y sin asomo de esc¨¢ndalo por parte del ciudadano. En estos tiempos, como en aqu¨¦llos, el hombre p¨²blico prefiere el secreto a la publicidad, pero lo ¨²nico que no soporta es el fracaso de sus prop¨®sitos.
Por eso me asombra el modo como concluye Ciriaco de Vicente sus lecciones para el Tribunal de Cuentas (EL PA?S, 25 de noviembre) a partir del chirriante informe sobre la Expo 92. Pues el hecho habitual de "que su presidente, al presentar cada informe al Parlamento, d¨¦ la impresi¨®n de estar representando a los gestores fiscalizados" no es en modo alguno "una imagen distorsionada y perversa que viene persiguiendo al tribunal". Bien al contrario, es la forzosa imagen que ha de proyectar un tribunal cuyas funciones son pervertidas desde el mismo procedimiento de designaci¨®n de su presidente, sea atribuyendo cuotas a los partidos seg¨²n sus esca?os, sea por acuerdo de la mayor¨ªa parlamentaria. En Navarra ya lo cantan hasta los chicos en el recreo: el fiscalizador superfiscalizado por su mism¨ªsimo fiscalizado mal fiscalizador ser¨¢.
Las lecciones son demasiado obvias como para adoptar un tono solemne. La principal es que los partidos, como cualquier otro sujeto f¨ªsico o moral, no pueden ser a la vez juez y parte de su propia conducta cuando ¨¦sta entra en conflicto con la ley. Otra cosa ser¨ªa, adem¨¢s de patente aberraci¨®n jur¨ªdica, la voladura de un pilar b¨¢sico del Estado de derecho. Las comisiones de investigaci¨®n formadas por parlamentarios, ?por qu¨¦ ser¨¢?, nunca aciertan a descubrir en otros parlamentarios los indicios de delito que m¨¢s tarde encuentran los tribunales. Apl¨ªquese este cuento a nuestros tribunales de cuentas (y a la C¨¢mara de Comptos), que son unas permanentes y m¨¢s libres comisiones de investigaci¨®n de los gastos p¨²blicos, y s¨¢quense las consecuencias. La m¨¢s inmediata es que ese ¨®rgano controlador ha de estar, por definici¨®n, fuera del alcance del poder y de los intereses partidarios, que son justamente los controlados. Para ser (y parecer) independiente, su presidencia deber¨¢ cubrirse por otras v¨ªas que no sean la sospechosa designaci¨®n por los partidos m¨¢s poderosos. En todo caso, tal nombramiento requiere la unanimidad de las fuerzas pol¨ªticas o, mejor, habr¨¢ de dejarse (como otro modo de ejercer la oposici¨®n al o a los partidos del Gobierno) en las manos exclusivas de los grupos minoritarios.
Todo menos favorecer el cambalache. La democracia se dice de muchas maneras, pero no ser¨¢ la menos apropiada definirla como el conjunto de cautelas dispuestas para limitar el uso discrecional del poder pol¨ªtico. De suerte que ninguna ley o instituci¨®n menos democr¨¢ticas que ¨¦sas que no s¨®lo permiten, sino que alientan el abuso. Los hombres somos seres corrompibles, como se sabe; nada digamos si es el derecho el que excita a¨²n m¨¢s tama?a propensi¨®n natural. Ser¨¢ un fruto m¨¢s de la partitocracia, nuestra forma perversa de democracia.
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