Argelia: masacres e inacci¨®n
El pasado d¨ªa 18, Amnist¨ªa Internacional denunciaba, en ruedas de prensa simult¨¢neas en distintas capitales, la intolerable situaci¨®n que se vive en Argelia desde hace a?os y que se ha venido agravando a lo largo de 1997, con matanzas indiscriminadas de poblaci¨®n civil, ante la pasividad (?complicidad?) e incapacidad de las autoridades y de las Fuerzas Armadas de ese pa¨ªs para detenerlas. Al mismo tiempo denunciaba la ausencia manifiesta de inter¨¦s de la comunidad internacional ante tales horrores.Las noticias de las masacres que se producen en Argelia han venido a convertirse en una especie de rutina siniestra que s¨®lo se agita, moment¨¢neamente, ante la escalada de sus cifras y la brutalidad creciente en su ejecuci¨®n. Luego, una especie de impotencia se abre paso tras el escalofr¨ªo y se pasa la p¨¢gina. ?Qu¨¦ hacer? La respuesta de las autoridades argelinas es contundente: nada. Es un asunto interno. No queremos injerencias y adem¨¢s se trata de un terrorismo residual.
Que un terrorismo residual haya sido capaz de cobrarse docenas de miles de vidas a lo largo del conflicto y que s¨®lo en 1997 miles de hombres, mujeres, ni?os y ancianos hayan sido degollados, decapitados, mutilados o quemados vivos en sus hogares no parece residual. Se ha asesinado a cuchilladas a beb¨¦s y a ancianos y se han arrancado las entra?as a mujeres embarazadas. La mayor¨ªa de estas matanzas se han cometido en las cercan¨ªas de la capital, en las regiones de Argel, Medea y Blida, que curiosamente son las zonas m¨¢s militarizadas del pa¨ªs. Y a menudo en las proximidades de cuarteles del Ej¨¦rcito y fuerzas de seguridad. Particularmente salvaje e incomprensible resulta la masacre cometida el 22 de septiembre en Bentalha, al sur de la capital. La matanza, que se cobr¨® centenares de v¨ªctimas, dur¨® horas y tuvo lugar a pocos centenares de metros de cuarteles y de tropas con veh¨ªculos blindados, que no hicieron nada por impedirla, a pesar de la duraci¨®n de la carnicer¨ªa, de los gritos de las v¨ªctimas, del sonido de los disparos y del humo de los incendios. Todos los criminales huyeron sin problemas.
Si la condena del terrorismo islamista debe ser contundente y sin ambig¨¹edades, ello no debe llevarnos a aceptar cualquier respuesta por parte de las autoridades ni a cerrar los ojos frente a datos que pudieran reflejar extra?as connivencias. No ser¨ªa la primera vez en la historia en que los intereses m¨¢s contrapuestos en apariencia se alimentan entre s¨ª, al precio de la libertad, secuestrada en este caso entre dos l¨®gicas, la terrorista y la antiterrorista. Y en este conflicto argelino hay demasiados actores, demasiados grupos armados, demasiada complejidad y mucha desinformaci¨®n. Pero una certeza: la poblaci¨®n civil est¨¢ secuestrada por esa l¨®gica confrontativa y por los defensores de intereses econ¨®micos tan importantes como oscuros.
La prohibici¨®n por parte de las autoridades de cualquier investigaci¨®n internacional y objetiva, la negativa a acordar visados y a operar a los medios de comunicaci¨®n extranjeros y a las organizaciones de derechos humanos, los asesinatos y amenazas a los periodistas locales independientes, el clima de manipulaci¨®n y control informativo, no contribuyen precisamente a garantizar una informaci¨®n veraz ni a permitir que la din¨¢mica sociedad civil argelina pueda expresarse en libertad.
La duraci¨®n del conflicto y la magnitud del drama exigen un cambio de actitud a nivel internacional y de la Uni¨®n Europea. El petr¨®leo y el gas no deben seguir lleg¨¢ndonos manchados de sangre inocente. Con prudencia, pero con firmeza, debemos presionar a las autoridades argelinas para que permitan a la comunidad internacional, a trav¨¦s de los medios de comunicaci¨®n, de las organizaciones de derechos humanos, de una comisi¨®n de encuesta, conocer la magnitud real de los cr¨ªmenes cometidos por los terroristas isl¨¢micos y los abusos llevados a cabo por las fuerzas de seguridad y grupos paramilitares gubernamentales. Debemos insistir en la importancia de la libertad y de la democratizaci¨®n para que la mayor¨ªa de los argelinos y argelinas, qu¨¦ son los sensatos, puedan expresarse y romper esa dial¨¦ctica de las armas, recuperando la dial¨¦ctica de las palabras.
Europa (la institucional y la ciudadana) tiene que tomarse en serio el conflicto argelino. Hay que tomar posici¨®n y activar propuestas. Vecino mediterr¨¢neo y en una zona clave a nivel estrat¨¦gico, no podemos caer en miop¨ªas que nos lleven a la inacci¨®n por miedo a perder algunos contratos, porque, adem¨¢s, podemos perderlos todos. M¨¢s all¨¢ de los derechos humanos y de la democracia, que parecieran ser a veces consideraciones secundarias para algunos de nuestros Gobiernos, tambi¨¦n por intereses estrat¨¦gicos y econ¨®micos, hay que poner fin a la inacci¨®n y contribuir a una salida al conflicto.
Y una vez m¨¢s, la Europa ciudadana toma la delantera a la Europa pol¨ªtica. Fuimos 30.000 en Par¨ªs el lunes 11 de noviembre pidiendo que se escuche la voz de los argelinos y exigiendo que acabe la inacci¨®n. Es tambi¨¦n la voz de una sociedad civil activa y comprometida, reflejada esta vez por Amnist¨ªa Internacional, la que denuncia y pide acci¨®n. Y una vez m¨¢s, al menos en Espa?a, esa supuesta prudencia que camufla el desinter¨¦s sobre los grandes retos o la defensa de valores universales lleva al silencio a nuestras fuerzas pol¨ªticas. Como si no fuera con ellos. O con nosotros.
Hay que ayudar a expresarse a toda una poblaci¨®n harta de los cr¨ªmenes atroces de los terroristas isl¨¢micos y de la represi¨®n indiscriminada, que vive en el terror y que quiere un futuro en paz. Y para los dem¨®cratas, la soluci¨®n es siempre la democracia y el di¨¢logo para encontrar salidas a las crisis. A los argelinos, de decidir con qui¨¦n y c¨®mo dialogan. Pero la l¨®gica de represi¨®n y balas y el secuestro de los derechos humanos y civiles no parecen haber tra¨ªdo las soluciones prometidas a cambio de la libertad.
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