Bal¨®n de Oro paro Casaus
La FIFA hizo p¨²blica su lista de aspirantes al Bal¨®n de Oro y un minuto despu¨¦s la maldici¨®n de los faraones empez¨® a caer sobre los candidatos: a Ronaldo se le desajustaba su rodilla de precisi¨®n, a Roberto Carlos le dio un crujido su peron¨¦ de acero, Bergkamp sufri¨® una suspensi¨®n de cuatro semanas, a Ra¨²l se le apagaron las luces de posici¨®n, y a Zidane, plop, el talento se le esfum¨® por la calvorota. A la vista del panorama, los partidarios del Inter, la Juve, el Arsenal y el Madrid buscan urgentemente una explicaci¨®n y un conjuro. Vade retro, Havelange.Por si arreciara la maldici¨®n, Pirri parti¨® rumbo a R¨ªo en busca de Savio. En los corrillos de la capital, los hinchas castizos no dejaban de hacerse preguntas, vigilados de cerca por los universitarios del colegio mayor Santo Tom¨¢s de Aquino, que est¨¢n muy impuestos en f¨²tbol escol¨¢stico.
-Si sabidur¨ªa s¨¦ escribe con be, ?qu¨¦ podemos esperar de un Savio con uve?
Quien conozca a Alfonso ya ha visto dos veces a Savio. En una sorprendente traslaci¨®n del fen¨®meno que los naturalistas llaman convergencia evolutiva, a dos escuelas tan diferentes como la brasile?a y la espa?ola les han salido dos futbolistas gemelos. ?Tanto como gemelos.? Ambos han llegado al m¨¢s alto grado de virtuosismo en el viejo oficio de combinar la arrancada con el frenazo, ambos saben ocultar sus verdaderas intenciones ante el defensor m¨¢s esc¨¦ptico, y ambos manejan toda clase de recursos de camuflaje: amagan la salida, montan la bicicleta, cambian de direcci¨®n, simulan un pase, y de repente, una vez m¨¢s, se han escapado hasta la l¨ªnea de fondo. Son dos consumados maestros en el arte de fingir.
En realidad est¨¢n separados por una primera diferencia: tienen el mismo repertorio, pero Savio, un zurdo compulsivo, lo ejecuta s¨®lo con su perfil izquierdo. En ese sentido, Alfonso es Savio por duplicado.
-?Estamos entonces ante medio futbolista? -preguntan los suspicaces.
-No, porque el genio es indivisible -responden los estetas.
Adem¨¢s, el joven extremo del Flamengo tiene un plus de peligrosidad. Donde Alfonso arde, ¨¦l estalla. Ser¨¢ porque lleva un perfume brasile?o y porque en su juego hay algunos brillos inconfundiblemente tropicales: una manera de plantarse ante la pelota, una forma de tocarla con el chafl¨¢n y una cola de gato en cada recorte. S¨®lo puede haber aprendido todo lo que sabe en un lugar donde los p¨¢jaros azul cobalto sean compatibles con las favelas.
Encerrado en su zurdera es realmente sabio.
Y sabio es Nicolau Casaus. Vio en el Miniestadi una pancarta que dec¨ªa "Van Gaal, vete a casa y ll¨¦vate a Hesp contigo". La ley¨®, se repleg¨® sobre s¨ª mismo y, s¨®lo protegido por su liviana armadura de hombre bueno, fue a enfrentarse con la grada. Se acerc¨® lentamente, firme como un t¨®tem.
-Por Dios, ?no veis que se le ha muerto hoy mismo la madre? -les dijo, llor¨¢ndoles a la cara.
Luego, cuando la retiraron, baj¨® la cabeza y les tendi¨® la mano sin rencor.
Tiene este patriarca un limpio perfume de lienzo curado. Lo tom¨® en sus propios telares y lo fij¨® cuando frecuentaba a Pepe Samitier, ¨ªdolo y amigo, cuya foto sigue venerando en silencio.
Nadie en esta semana de vocer¨ªo ha merecido el Bal¨®n de Oro tanto como ¨¦l.
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