Madrides
Nada es ya igual a lo que era y el madrile?ismo tampoco lo es. Antes, para ser madrile?ista hab¨ªa que llevar capa, ir todas las noches a mirarse en los espejos deformantes del callej¨®n del Gato y llevar una vida bohemia como Emilio Carrere o Pedro de R¨¦pide. No bastaba con escribir un rato por las tardes acerca de las tradiciones de Madrid, ni saberse de memoria con pelos y detalles la historia de la introducci¨®n del organillo en la Villa y Corte. La profesi¨®n de madrile?ista era un sacerdocio de 24 horas.El ¨²ltimo gran madrile?ista a quien tuve yo el honor de conocer fue don Federico Carlos Sainz de Robles, pl¨²rimo autor y que escribi¨® sobre Madrid casi todo lo que se sabe de esta ciudad que es la ¨²nica del mundo, en lo que se me alcanza, que tiene un g¨¦nero literario propio, pues no existe un "parisismo" ni un "londresismo" ni un "romanismo" ni un "berlinismo,'.
Ahora resulta que ha surgido un madrile?ismo sin capa ni casa de fantasmas. Lo cultivan dos historiadoras de las que alguna vez he hablado en esta columna: Reyes Garc¨ªa Valc¨¢rcel y Ana Mar¨ªa ?cija. Han escrito libros de leyendas, de tradiciones y hasta de juegos infantiles de Madrid. Acaban de publicar un libro sobre la vida cotidiana de la ciudad en el primer tercio de siglo. Un libro que est¨¢ hecho a la vez con estudios estad¨ªsticos e hist¨®ricos, recortes de hemeroteca y testimonios de personas que vivieron aquellos a?os.
Del madrile?ismo tradicional conservan estas investigadoras ese punto de nostalgia que es innato al g¨¦nero. Han titulado su libro con una frase, hasta hace unos a?os expresiva de una a?oranza del pasado: "... de antes de la guerra". Cuando se quer¨ªa decir que una cosa era buena se sol¨ªa decir que era como de antes de la guerra. Claro est¨¢ que esto se dec¨ªa en tiempos de penuria que ya pasaron, y no ser¨ªa f¨¢cil hoy escuchar la frase. Sirve de t¨ªtulo para un libro de textos y fotos evocadores del Madrid tempranero del siglo XX, pariente ya lejano de aquel madrile?ismo "de los siete pecados capitales".
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