Destruir las minas
EL CONVENIO de prohibici¨®n de las minas antipersonas, que entre ayer y hoy suscribir¨¢n en Ottawa 125 pa¨ªses, tiene no s¨®lo una incuestionable fuerza moral, sino tambi¨¦n indudables efectos pr¨¢cticos: ha puesto en marcha el proceso de eliminaci¨®n de un arma especialmente cruel, puesto que no diferencia entre combatientes y no combatientes. Ahora es necesario redoblar los esfuerzos y las presiones internacionales y sociales para que acaben por sumarse todos los grandes pa¨ªses vergozosamente ausentes de este acuerdo: Estados Unidos, Rusia (pese a la promesa de Yeltsin), China, India y Pakist¨¢n, y algunos no tan grandes, pero que demuestran que viven sobre un polvor¨ªn, como son la mayor parte de las naciones de Oriente Pr¨®ximo.Estados Unidos quiere preservar estas armas asesinas y baratas para la defensa de Corea del Sur, pero ha hecho saber que renunciar¨¢ a ellas en el a?o 2006. Mientras tanto, llevado por su doble moral, ampliar¨¢ de modo significativo -hasta 77 millones de d¨®lares (unos 1.100 millones de pesetas)- su programa para desactivar y retirar las minas que est¨¢n escondidas en diversos terrenos de reciente o remoto enfrentamiento b¨¦lico.
La Campa?a Internacional para la Prohibici¨®n de las Minas Terrestres, que recibi¨® el pleno apoyo del Gobierno canadiense y del ¨²ltimo Comit¨¦ Nobel de la Paz, puede estar orgullosa de lo logrado en una causa a la que aport¨® su impulso personal Diana de Gales, que ayud¨® a su popularizaci¨®n. Es una prueba de la influencia que van cobrando las organizaciones no gubernamentales en la configuraci¨®n del nuevo orden mundial. Hoy son 125 los signatarios, y hace algo m¨¢s de un a?o eran s¨®lo una cincuentena los que dieron los primeros pasos en Ottawa.
Tras la firma de este tratado, la prioridad -que requerir¨¢ cuantiosos fondos- deber¨ªa centrarse en desactivar las minas antipersonas que, en n¨²mero de 60 a 120 millones, est¨¢n enterradas en m¨¢s de 60 pa¨ªses y matan o mutilan a m¨¢s de seis decenas de personas cada d¨ªa. No se pueden escatimar esfuerzos con estos fines, o de otro modo -como se?al¨® ayer el secretario general de la ONU, Koffi Annan-, la victoria lograda en Ottawa "se quedar¨¢ vac¨ªa".
El convenio preparado en la conferencia de Oslo en septiembre y suscrito ahora prohibe la fabricaci¨®n, almacenamiento, exportaci¨®n y empleo de estas armas. Entrar¨¢ en vigor para todos en cuanto lo hayan ratificado 40 de los pa¨ªses firmantes, que dispondr¨¢n de un plazo de cuatro a?os para destruir los efectivos de minas que a¨²n conserven en su poder y de 10 a?os para limpiar los campos sembrados de estos explosivos. El tratado falla, sin embargo, por la ausencia de un sistema eficaz de verificaci¨®n sobre el cumplimiento de sus t¨¦rminos.
En este sentido debe ser bienvenida la intenci¨®n espa?ola de destruir en tres a?os -sin agotar el plazo m¨¢ximo del tratado- las 850.000 minas antipersonas que dice poseer el Ministerio de Defensa. El Ejecutivo de Aznar ha declarado la intenci¨®n de ser uno de los primeros 40 pa¨ªses en ratificar el convenio. El Gobierno compensa as¨ª las reticencias iniciales que tuvo ante este tratado, basadas en la idea de que Ceuta y Melilla se podr¨ªan defender en buena parte de un posible ataque por medio de unos per¨ªmetros minados. Espa?a se suma a una iniciativa que har¨¢ al mundo m¨¢s seguro y menos monstruoso.
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