Poca ma?a para una complicada tarea
No es buen asunto que en una pantalla se distinga por un lado la an¨¦cdota y por otro las im¨¢genes que intentan construirla, sin que aqu¨¦lla se funda en ¨¦stas y viceversa. Es indicio de que estamos no ante una verdadera puesta en pantalla, sino ante la simple lectura escenificada de un tinglado argumental, po¨¦tico o dram¨¢tico que no logra ser cinematogr¨¢fico. Y eso ocurre en La pistola de mi hermano: la historia que relata no alcanza a ser representada o encarnada, sino s¨®lo dicha, enunciada.La historia posee singularidad y sobre el papel ofrece serias dificultades a su filmaci¨®n solvente. El tal¨®n de Aquiles de la pel¨ªcula est¨¢ ah¨ª: en que, le¨ªda la historia que narra en la novela, resulta que est¨¢ mucho m¨¢s viva en el papel que en la pantalla. Da la impresi¨®n de que Loriga no escapa, al filmar, de lo que hasta ahora ha hecho, novelar. Lo que le ocurre a ¨¦l les ha ocurrido a otros novelistas metidos temerariamente a escritores y directores de cine habi¨¦ndose eximido de adquirir y dominar por dentro los recovecos del oficio de hacer pel¨ªculas.
La pistola de mi hermano
Direcci¨®n y gui¨®n: Ray Loriga. Fotograf¨ªa: J. Luis Alcaine. M¨²sica. Christina Rosenvinge. Espa?a, 1997. Int¨¦rpretes: Nico Bidasolo, Daniel Gonz¨¢lez, Andr¨¦s Gertrudix, Anna Galiena, Karra Elejalde, Viggo Mortensen. Madrid: cine Princesa.
Se percibe que Loriga ve en su pantalla interior una pel¨ªcula interesante y que no encuentra manera de echarla fuera y hacerla ajena en una pantalla exterior, que la haga compartible con un patio de butacas lleno de miradas que quieren hacer suyo lo que contemplan. Mueve Loriga hilos de una premeditadamente austera concepci¨®n del cine, que (para entendemos) quiere tener parentesco con la de Robert Bresson, pero que no est¨¢ aplicada con la consistencia que necesita. De ah¨ª que en ocasiones la continuidad de la pel¨ªcula padezca saltos e incluso sobresaltos en forma de arritmias y de ca¨ªdas; y que las articulaciones de la secuencia chirr¨ªen a causa de un flujo temporal casi siempre deficientemente engrasado.
Disonancias
Y de ah¨ª tambi¨¦n el choque, que con frecuencia llega a la disonancia, entre los tonos de actuaci¨®n y los juegos de r¨¦plicas derivados del encuentro de actores profesionales -que componen a su manera y lo hacen bien, con gran solvencia y soltura, sobre todo Karra Elejalde y Viggo Mortensen, mientras Anna Galiena da la impresi¨®n, cosa sorprendente en una actriz tan expansiva, de actuar con apat¨ªa- y los actores debutantes, que uno por uno siguen el hilo de una presencia imprecisa, difuminada por altibajos y no bien engarzada con las l¨ªneas de los otros, de modo que cada int¨¦rprete (profesional o debutante) parece flotar, desenganchado del conjunto, por su cuenta y a la deriva.No obstante, esta fallida primera incursi¨®n de Loriga en el cine no es del todo decepcionante: que se vean (aunque embrionarias) sus ideas quiere decir que las tiene, y esto no se aprende; mientras que el buen oficio que requiere plasmarlas de forma convincente en una pantalla s¨ª puede en cambio aprenderse. Por ahora, su pel¨ªcula La pistola de mi hermano crea (por insatisfactoria) ganas de leer su novela Ca¨ªdos del cielo. Pero parece posible -por la riqueza potencial de lo que quiere relatarnos y de la singularidad que se adivina escondida en los mu?ones de los personajes inconclusos a trav¨¦s de los que lo intenta- que si Loriga persiste en hacer pel¨ªculas y no es tan indulgente consigo mismo como lo ha sido en esta ocasi¨®n, podr¨ªa a no tardar ocurrir al rev¨¦s: que le¨ªda una novela suya, esa su lectura aliente ganas de verla representada (aut¨¦nticamente representada, no como ahora) en una pantalla.
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