El c¨ªrculo mafioso
Despu¨¦s de 20 a?os de peripecias, la democracia espa?ola tiene todos los s¨ªntomas de una enfermedad grave. Desactivada la participaci¨®n ciudadana desde que el PSOE interpret¨® sus 10 millones de votos como una autorizaci¨®n para montar un Estado corporativista, la vida p¨²blica no ha hecho sino deteriorarse. A principios de los noventa la ciudadan¨ªa empez¨® a tener noticia de las muchas cosas que hab¨ªan ocurrido lejos del campo de visi¨®n definido por el complejo pol¨ªtico-medi¨¢tico. Se empez¨® a saber del terrorismo de Estado, de las irregularidades en la financiaci¨®n de los partidos pol¨ªticos, de las distintas formas de corrupci¨®n. Se comprob¨® que la integraci¨®n en Europa o los grandes acontecimientos del a?o 1992, en el que se hizo la apuesta de comprar autoestima aunque en algunos casos fuera a costa del despilfarro, eran la cara moderna y atractiva de un pa¨ªs que escond¨ªa realidades mucho m¨¢s cutres, al tiempo que los devaneos en papel cuch¨¦ de una nueva generaci¨®n de banqueros, especuladores y aprovechados alertaban sobre los beneficiarios de unos tiempos euf¨®ricos. Todo ello culmin¨® en el caso Conde, que se convertir¨ªa en un factor grav¨ªsimo de envilecimiento de la vida pol¨ªtica.La reacci¨®n de la opini¨®n p¨²blica tuvo una traducci¨®n pol¨ªtica peculiar. Nunca como en la campa?a electoral de 1993 se oyeron tantas promesas de regeneraci¨®n ¨¦tica, y tantos conjuros para la erradicaci¨®n del mal. La batalla la volvi¨® a ganar Felipe Gonz¨¢lez, quien adorn¨® sus juramentos con la figura de un juez con fama de justiciero como Baltasar Garz¨®n. Ante la perplejidad general, el electorado daba a los que navegaban sobre las olas de la sospecha el encargo de reparar los desmanes cometidos; quedaba con ello de manifiesto la escas¨ªsima confianza de la ciudadan¨ªa en la derecha espa?ola, cuya historia est¨¢ fundamentalmente te?ida de negro. Las promesas socialistas se desvanecieron pronto, por m¨¢s que, en Interior, Margarita Robles luch¨® con acierto para desarticular el entramado de corrupci¨®n y sangre que all¨ª se hab¨ªa tejido en nombre de la lucha contra ETA y con recurso a los fondos reservados. Todos los d¨ªas la prensa descubr¨ªa nuevos datos que ampliaban la magnitud del desastre. La presi¨®n de la oposici¨®n como altavoz pol¨ªtico de su particular complejo medi¨¢tico provoc¨® la asfixia de un Gobierno socialista enrocado en el empe?o de negar incluso lo evidente y de no asumir nunca responsabilidades. Por ello pagan ahora un precio que les impide ser una oposici¨®n normal.
La legislatura fue breve, y la derecha volvi¨® al poder. Los resultados electorales limitaron sus atribuciones en t¨¦rminos de una muy ajustada minor¨ªa relativa, lo que cre¨® en ella cierta ansiedad y una profunda frustraci¨®n. Se convirti¨® en prioritaria la conquista del poder econ¨®mico y medi¨¢tico para reforzar su debilidad pol¨ªtica y, sobre todo, para consolidar sus opciones de futuro. La presunta neutralidad del Ejecutivo se ha puesto al servicio de la creaci¨®n de un grupo multimedia de car¨¢cter privado y ha orientado su pol¨ªtica de privatizaciones con criterios de consolidaci¨®n de espacios de apoyo extraparlamentarios. Mientras tanto, el carrusel de acontecimientos judiciales, eco de los a?os de gobierno socialista, ha dejado al PSOE, adem¨¢s de derrotado electoralmente, en situaci¨®n precaria y con escasa autoridad moral para enfrentarse a los modos y maneras de la derecha. El esperpento pol¨ªtico-judicial en torno a las plataformas digitales y la ley del f¨²tbol ha sido uno de los momentos de m¨¢xima intensidad en el nada edificante espect¨¢culo que ofrece una casta dirigente cada vez m¨¢s distanciada de una sociedad a la que ya quedan pocas opciones m¨¢s que el cultivo del cinismo o del escepticismo (que quiz¨¢ sea lo que de ella espera la clase pol¨ªtica).
En este panorama, la venganza mafiosa contra el director de El Mundo no hace m¨¢s que completar el c¨ªrculo de un proceso de degeneraci¨®n de la democracia en el que donde deber¨ªa haber debate, respeto y transparencia hay chantajes, descr¨¦dito de las instituciones e irresponsabilidad pol¨ªtica. Entre la realidad de los problemas del pa¨ªs y la lucha por el poder que ocupa a las ¨¦lites hay un desajuste que empieza a ser ya una amenaza para la propia estabilidad del sistema democr¨¢tico, en un momento en que el economicismo est¨¢ aprovechando el cambio de escala impuesto por la globalizaci¨®n para anegar la pol¨ªtica, con los consiguientes peligros para el futuro de la sociedad abierta.
?Tienen los ciudadanos que soportar resignadamente el espect¨¢culo de una transformaci¨®n de car¨¢cter mafioso de la vida p¨²blica espa?ola? ?Se puede esperar a corto plazo una cierta dignificaci¨®n de la pol¨ªtica? Hay pocos motivos pata ser optimista. Para que el r¨¦gimen de la transici¨®n deje la fase corporativista en la que anda metido y recupere los h¨¢bitos y las maneras democr¨¢ticas son necesarios algunos cambios que no parecen probables. El Gobierno deber¨ªa asumir su papel institucional y abandonar su alianza activa con el complejo medi¨¢tico desde el que monta sus operaciones de acoso y derribo; el partido socialista deber¨ªa cortar definitivamente las relaciones con su ala policial y resolver ¨¦l problema de las responsabilidades pol¨ªticas nunca asumidas; el Consejo General del Poder Judicial deber¨ªa resolver sus tendencias gremiales y asumir sus obligaciones disciplinarias actuando sobre los jueces que han contribuido a situar la justicia espa?ola bajo sospecha; las fuerzas pol¨ªticas deber¨ªan ser capaces de no caer en la tentaci¨®n de sustituir la confrontaci¨®n por la infamia; los medios de comunicaci¨®n deber¨ªan atenerse a sus libros de estilo y dejar de confundir su funci¨®n de ojo cr¨ªtico del sistema con las estrategias de conquista del poder pol¨ªtico; el poder econ¨®mico deber¨ªa dejar de buscar posiciones de ventaja en su relaci¨®n con el poder; y, no por ser lo ¨²ltimo es lo menos importante, la justicia deber¨ªa completar los procedimientos contra Mario Conde y contra los GAL con la mayor celeridad posible, dada la capacidad distorsionadora para la vida p¨²blica que tienen estos episodios. La irresponsabilidad y la venganza dificilmente pueden dar lugar a un clima pol¨ªtico adecuado.
Se puede argumentar que muchas cosas de las que ahora se acusa al Partido Popular tambi¨¦n las hizo el PSOE en su momento. Por eso estamos donde estamos, y cabe preguntarse si lo que ha ocurrido aqu¨ª es muy diferente de lo que ha pasado en Europa, en pa¨ªses como Francia, Italia o B¨¦lgica. Una pregunta que sugiere dos consideraciones. La primera, que los reg¨ªmenes que hicieron crisis en Europa occidental despu¨¦s de la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn ten¨ªan el deterioro de 50 a?os de existencia y estaban encorsetados en los par¨¢metros de la guerra fr¨ªa, mientras que aqu¨ª vivimos la primera juventud de un proyecto democr¨¢tico surgido de la contenida catarsis que puso fin al r¨¦gimen franquista.
La segunda, que, como ha descrito Dahrendorf en La cuadratura del c¨ªrculo, la llamada globalizaci¨®n est¨¢ poniendo en peligro el equilibrio entre oportunidades econ¨®micas, sociedad civil y libertad pol¨ªtica que hab¨ªa caracterizado a las sociedades modernas occidentales. La quiebra de la cohesi¨®n social puede consolidar las tendencias autoritarias y las maneras mafiosas. Ser¨ªa lamentable que el pa¨ªs que se descolg¨® de la cumbre del empleo de Luxemburgo fuera pionero en estas materias.
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