Los reyes de ?frica
La peor de las previsiones de Javier Clemente se cumpli¨® en el sorteo del Mundial 98: si queremos llegar a Par¨ªs, tendremos que tirar del tren a Nigeria.-Hubiera querido evitar a los africanos, y ahora resulta que nos ha tocado el m¨¢s fuerte. Nigeria tiene futbolistas de gran calidad y casi todos se han curtido en el f¨²tbol europeo. Adem¨¢s, jugaremos contra ellos a primera hora de la tarde, cuando el calor apriete -dijo muy serio mientras se envolv¨ªa en ese aire tan suyo de peque?o Napole¨®n; luego mir¨® desafiante a la concurrencia, alarg¨® una sonrisa de complicidad y se puso a maldecir en bilba¨ªno al general invierno.
Bajo la inquietante, mirada de Bulgaria y Paraguay, dos de esos equipos cancheros que s¨®lo lanzan mordiscos cuando tienen a la vista la l¨ªnea de la yugular, los chicos de la selecci¨®n tendr¨¢n que jugarse el porvenir en cada pelota. En la porter¨ªa paraguaya, El Loco Chilavert intentar¨¢ sabotear los partidos con sus violentas excentricidades: ahora coger¨¢ por el cuello al delantero centro con la probable intenci¨®n de extirparle las anginas y despu¨¦s se empe?ar¨¢ en lanzar un penalti por la entrepierna del portero contrario. Pero, si la agitaci¨®n social crece seg¨²n sus planes, las cosas pueden terminar a¨²n peor: con toda seguridad har¨¢ un intento de proclamar el retorno de mayo del 68 en pleno mes de junio. Si yo fuera gendarme, no le perder¨ªa de vista.
Y, ?qu¨¦ decir de los b¨²lgaros? El travieso Stoichkov se muere por tirarle un ca?o a Zubi, convencido de que a su regreso a Barcelona ser¨¢ proclamado emperador de Las Ramblas.
-Sue?o con enfrentarme a Espa?a -confes¨® delante de un plato de monchetas con butifarra poco antes del sorteo.
Sus colegas no se quedan atr¨¢s. Lubo Penev, felizmente rescatado de los quir¨®fanos y las salas de radiolog¨ªa, quiere reescribir su propia biograf¨ªa y no puede encontrar mejor excusa que un campeonato del mundo ni mejor papel que el de un cuadro de honor. Escoltados por el zurdo Balakov, que maneja la bola con la desenvoltura de un crupier, y por el calvo prematuro Lechtkov, que en su sabia naturalidad ha convertido el f¨²tbol en una costumbre, pueden tender una trampa a cualquiera.
Sin embargo, todos temen a Nigeria. Los nombres de Amokachi, Ipkeba, Oliseh o Finidi han acreditado sobradamente el llamado f¨²tbol de ¨¦bano. Hace veinte a?os, Sanchis padre y otros pioneros viajaron a ?frica, se emplearon como entrenadores y a la: vuelta dieron un aviso: all¨ª hab¨ªa un fil¨®n de m¨²sculo explosivo que merec¨ªa la pena vigilar. Keita, aquel delantero de perfil azabache que conquist¨® Valencia, y Tomy N'Kono, aquel portero flexible como un neum¨¢tico que se qued¨® a vivir en Sarri¨¢, hicieron de avanzadilla en las encrucijadas de Europa. M¨¢s tarde aparecieron Milla y Weah y comenz¨® el concierto de tam tam.
Cuando llegue el momento, Nigeria aparecer¨¢ en Francia con su medalla ol¨ªmpica prendida en la camiseta. Veremos estirar a Kanu su cuello de avestruz, Babangida correr¨¢ la banda con su misteriosa gracia de funambulista, Amunike volver¨¢ a lucir sus colmillos de leopardo, y si bajamos la guardia irrumpir¨¢ por la banda derecha Finidi George, que se ha incrustado en la bota un alamar, oh¨², qu¨¦ guasa, del mism¨ªsimo Curro Romero.
Por fortuna dispondremos de nuestros propios conjuros: Guardiola jugar¨¢ para nosotros, Hierro pedir¨¢ el pasaporte a los sospechosos y Alfonso se elevar¨¢ sobre su falsa fragilidad.
Mientras suene la Marsellesa, siempre nos quedar¨¢ Ra¨²l.
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