Un aire de pel¨ªcula
A la plaza del Conde de Barajas se le ha quedado un aire de pel¨ªcula. En plena entra?a del Madrid de los Austrias, a pocos metros del arco, castizo por antonomasia, de Cuchilleros, entre la episcopal calle de la Pasa y la profana, hospitalaria y jaranera Cava de San Miguel, este rect¨¢ngulo pavimentado y presuntamente peatonal que jalonan escu¨¢lidas y llorosas acacias, probablemente falsas, parece un decorado de los que ya no se estilan, un plat¨® preparado para rodar un filme sobre la vida cotidiana del Madrid desde los albores del siglo.Hoy, la pel¨ªcula es oto?al, en blanco y negro, y al anochecer van llegando los figurantes al plat¨® de la plaza, comparsa de mendigos con abolengo paseadores de perros inclementes en cuadrilla y parejas abrazadas y amparadas en las sombras. Todos parecen ensayar una escena costumbrista a la espera de que hagan su entrada las estrellas.
La productora municipal no se ha gastado un duro poniendo luces o inventando escaparates. El ¨²nico establecimiento p¨²blico a la vista es el gimnasio Ochoa, un local de perfil duro y negro, como corresponde a un templo de las artes marciales. Muy cerca, un rombo de metal clavado en una fachada indica que all¨ª vivi¨® la fil¨®sofa Mar¨ªa Zambrano, cuesti¨®n que ponen en duda los vecinos m¨¢s antiguos del inmueble. Quiz¨¢ alguien so?¨® a la autora de Sue?o de Espa?a en estos balcones oteando el horizonte de su tr¨¢gico y fecundo exilio.
La culpa de que se le haya quedado a la plaza del Conde de Barajas este aire de pel¨ªcula es de Cine Arte, f¨¢brica de sue?os instalada aqu¨ª desde 1935, cuna e incubadora del cine espa?ol, empresa milagrosamente preservada que sobrevivi¨® a guerras, posguerras, transiciones y reajustes sin perder su aventurera dedicaci¨®n a la siempre precaria industria cinematogr¨¢fica. Hoy, Cine Arte centra su actividad en el doblaje y en la grabaci¨®n y mezclas de sonido para el cine con una costosa y avanzada tecnolog¨ªa digital. Guillermo Salamanca, responsable de la empresa, se queja de que el sector del sonido, que exige nuevas y continuas inversiones, sea el menos favorecido econ¨®micamente por las subvenciones o los cr¨¦ditos, el menos beneficiado por el relativo auge del cine espa?ol, al que tanto ha contribuido. Seis goyas en los ¨²ltimos 10 a?os al mejor sonido rubrican una trayectoria ejemplar.
Las nuevas tecnolog¨ªas y las nuevas caras no han cambiado el ambiente familiar que se respira entre las ya venerables paredes de este emporio por el que vagan las presencias y las voces m¨¢s entra?ables de nuestro cine. En un espl¨¦ndido libro, editado para conmemorar el 50? aniversario de los estudios, Luis Garc¨ªa Berlanga evoca los ecos de la primera vez que dio la voz de "motor" y "corten", con una c¨¢mara por medio en el plat¨® de la plaza, cuando codirig¨ªa con Bardem su primer filme, Esa pareja feliz. "Desde aquella noche", escribe Berlanga, "los estudios de la plaza del Conde de Barajas, a pesar de sus interminables escaleras, entraron en el censo de mis paisajes entra?ables. As¨ª tan peque?os, plenos de encanto, tan al alcance de nuestras manos y de nuestras sensibilidades". Las plegarias atendidas y las nostalgias redivivas de una larga y casi exhaustiva lista de profesionales del cine que pasaron por este santuario han contrarrestado los pecados y las deudas contra¨ªdas por los productores del gremio.
A la plaza del Conde de Barajas tambi¨¦n se le ha quedado aire de pel¨ªcula porque sobre su maltratado pavimento se han rodado much¨ªsimas. La plaza entera, por ejemplo, es el plat¨® central de El vuelo de la paloma, de Jos¨¦ Luis Garc¨ªa S¨¢nchez, un esperpento coral que naci¨® sobre un proyecto inicial de rodar la propia historia de los estudios Cine Arte en paralelo con la historia del cine espa?ol. Una historia que hoy contin¨²an Almod¨®var, Garci, Alex de la Iglesia, Bajo Ulloa o Mart¨ªnez L¨¢zaro. El peque?o caf¨¦ de Cine Arte es una colmena de industriosos trabajadores cin¨¦filos. El gran caf¨¦ de La colmena, la pel¨ªcula basada en la novela de Cela, cupo tambi¨¦n cabalmente en el viejo plat¨® de la casa.
Vivieron en la plaza adem¨¢s aut¨¦nticos personajes de pel¨ªcula, como el bar¨®n de Riperd¨¢, m¨¢s tarde duque, luego ministro y valido de Felipe V, que, ca¨ªdo en desgracia, protagoniz¨® una espectacular fuga del bien guardado alc¨¢zar de Segovia y termin¨® sus d¨ªas como converso musulm¨¢n en Marruecos. Riperd¨¢, que vivi¨® en el antiguo palacio condal y al que el cronista Pedro de R¨¦pide adjetiva como "gran mudador de patrias y religiones", se merece por lo menos una pel¨ªcula con punto de partida en este territorio.
Emparedada por edificios del arzobispado madrile?o, en la misma plaza y en la casamentera calle de la Pasa, donde la vicar¨ªa, la far¨¢ndula cinematogr¨¢fica se ha sentido siempre vigilada de reojo por la pupila censora de la Iglesia, tradicional enemiga del s¨¦ptimo arte incluso un siglo antes de que se rodara El d¨ªa de la bestia. Los pocos vecinos de la plaza, espectadores privilegiados de tan privilegiado espect¨¢culo desde la platea de sus balcones, sostienen su propio punto de vista en desacuerdo con el gui¨®n o, mejor dicho, con la ausencia de gui¨®n municipal para su contorno. En lucha contra los autom¨®viles infractores, el mobiliario antiest¨¦tico y la defecaci¨®n canina, especialmente abundante en este recoleto enclave, algunos vecinos de la plaza se debaten en la duda de si es mejor quedarse como est¨¢n o reclamar la urgente intervenci¨®n de un Ayuntamiento capaz de acometer cualquier desm¨¢n bajo coartada de rehabilitaci¨®n. ?Tal vez un aparcamiento privatizable? ?Un monolito a la Virgen? ?Un monumento a la casta?era, siguiendo la n¨®mina de los oficios castizos iniciada por la violetera de Alcal¨¢?
Cuando los vecinos se quejaron del tr¨¢fico asilvestrado, que ignoraba la peatonalizaci¨®n de la zona ordenada por Tierno Galv¨¢n para disfrute ciudadano, el Ayuntamiento respondi¨® obsequi¨¢ndoles con unas morrocotudas jardineras, hoy yermas y siempre antiest¨¦ticas, barreras arquitect¨®nicas para autom¨®viles insumisos y tambi¨¦n para paseantes despistados o cortos devista. Acuciados por la necesidad, los pintores que exponenen la plaza los domingos se han convertido en aut¨¦nticos expertos en el arte del birlibirloque aparcatorio. ?stos son tambi¨¦n pintores de pel¨ªcula, aunque francesa y de Montmartre.
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