Militares y civiles 'ultras' planearon asesinar al Rey y al presidente en el desfile de A Coru?a de 1985
Los jefes del Ej¨¦rcito Jos¨¦ Crespo Cuspinera, Inestrillas y Gasca organizaron la operaci¨®n
El armador Rafael Regueira Fern¨¢ndez, m¨¢s conocido como Lucho, un ultra bien relacionado con los medios militares y policiales de A Coru?a, era el propietario del caf¨¦ Picadilly, en la c¨¦ntrica avenida de La Marina. Desde casi un a?o antes se sab¨ªa que el desfile del D¨ªa de la Fuerzas Armadas, que se venia celebrando con car¨¢cter itinerante en las capitales de las distintas capitan¨ªas, pasar¨ªa el 2 de junio de 1985 por delante del Picadilly y que la tribuna de autoridades estar¨ªa emplazada en el Cant¨®n Grande, muy cerca del obelisco.En torno a las Navidades de 1984, Lucho realiz¨® un singular periplo por el territorio espa?ol. Visit¨® la prisi¨®n naval de Carranza, en Ferrol, donde el ex teniente general Jaime Milans del Bosch cumpl¨ªa 30 a?os de c¨¢rcel por sacar los tanques a las calle de Valencia el 23 de febrero de 1981. Viaj¨® hasta el castillo de San Fernando, en Figueres (Girona), para ver al ex guardia civil Antonio Tejero Molina, condenado a la misma pena por asaltar el Congreso durante ese 23-F.
Se traslad¨®, por fin, a la prisi¨®n militar de Alcal¨¢ de Henares (Madrid), donde se entrevist¨® con el ex comandante Ricardo Pardo Zancada, castigado a 12 a?os por sumarse a Tejero al frente de una compa?¨ªa de Polic¨ªa Militar, y con el ex teniente coronel Jos¨¦ Crespo Cuspinera, a quien el Consejo de Guerra impuso 12 a?os de reclusi¨®n por el compl¨® del 27 de octubre de 1982, en v¨ªsperas de las elecciones que dieron el poder al PSOE.
A mediados de los ochenta, el peligro de un golpe de Estado hab¨ªa desaparecido de las preocupaciones de los espa?oles. El fracaso del 23-F sirvi¨® de vacuna a las Fuerzas Armadas y los c¨ªrculos ultraderechistas, aunque todav¨ªa muy activos, encontraban cada vez menos eco en los cuartos de banderas. La consecuencia fue el progresivo aislamiento de estos grupos, cuanto m¨¢s minoritarios m¨¢s radicalizados, que ya no aspiraban a un pronunciamiento militar incruento bajo la autoridad nominal del Rey, como pretend¨ªa ser el 23-F, sino a derrocar la democracia con procedimientos terroristas calcados a los de ETA.
"Despu¨¦s de 1981 qued¨® claro que el golpe no pod¨ªa hacerse con el Rey ni pese al Rey, sino contra el Rey. Para nosotros, era un perjuro y un traidor". As¨ª se expresa uno de los participantes en la trama de 1985, que accedi¨® a hablar con EL PA?S a condici¨®n de no publicar su nombre.
En 1982, numerosos militares recibieron en sus casas una serie de panfletos, titulados La verdad os har¨¢ libres, en los que pod¨ªa leerse: "Si la no soluci¨®n del exilio la tienen clara muchos compa?eros (se formar¨ªa inmediatamente un Gobierno en el exilio, con todos los apoyos internacionales, tratando de derrocar al nuevo r¨¦gimen) hay que pensar que una soluci¨®n de mantener a Juan Carlos en una especie de exilio interno acarrear¨ªa casi los mismos inconvenientes". La conclusi¨®n era obvia: si el Rey no pod¨ªa ser enviado al exilio y tampoco retenido como prisionero, hab¨ªa que matarlo.
El 1 de febrero de 1985, el diario El Alc¨¢zar, el mismo que anunci¨® con antelaci¨®n el golpe del 23-F a trav¨¦s de los art¨ªculos del colectivo Almendros, public¨® un reportaje aparentemente inocuo sobre las excelencias tur¨ªsticas de Galicia. "Es preferible entrar en el Apocalipsis por Madrid, Sevilla, Valencia o La Coru?a", dec¨ªa. "Mejor La Coru?a, porque si el zambombazo deja lagunas incontaminadas, zonas de rehabilitaci¨®n y continuaci¨®n de la vida y la historia, si la Cosa Tremenda no es total, en Galicia podr¨ªa salvarse la Civilizaci¨®n sin echar de menos nada".
Aquellas alusiones cr¨ªpticas al zambombazo no eran casuales. El director de El Alc¨¢zar, Antonio Izquierdo, que en noviembre de 1984 hab¨ªa fundado un partido denominado Juntas Espa?olas, fue una de las personas con las que se reuni¨® Regueira.
El plan no era demasiado original. Si el 23-F se inspir¨® en el secuestro del Congreso nicarag¨¹ense por los sandinistas, en agosto de 1978, los conspiradores de A Coru?a tomaron como modelo el asesinato del almirante Luis Carrero Blanco por ETA, el 20 de diciembre de 1973, mediante la explosi¨®n de una carga subterr¨¢nea, y el atentado contra el presidente egipcio Anuar el Sadat, el 6 de octubre de 1981, durante una parada militar.
Se trataba de alquilar un local dotado de s¨®tano en el edificio situado detr¨¢s de la tribuna, a unos 30 metros de distancia, y de horadar un t¨²nel desde all¨ª hasta la tarima, colocando 100 kilos de explosivo bajo los pies de las autoridades para hacerlos estallar en mitad del desfile, transmitido en directo por televisi¨®n.
De haber tenido ¨¦xito, habr¨ªan muerto seguramente el Rey, la Reina, las infantas Elena y Cristina, el presidente del Gobierno, Felipe Gonz¨¢lez, el ministro de Defensa, Narc¨ªs Serra, y los jefes de la c¨²pula militar, los almirantes Angel Liberal y Guillermo Salas y los tenientes generales Jos¨¦ Mar¨ªa S¨¢enz de Tejada y Jos¨¦ Santos Peralba. Eso sin contar las probables v¨ªctimas entre soldados y p¨²blico.
Un plan de esa envergadura no pod¨ªa llevarse a cabo con la ¨²nica participaci¨®n de los golpistas presos. Deb¨ªan colaborar militares en activo. En noviembre de 1984, EL PA?S public¨® un informe sobre los nost¨¢lgicos del franquismo en el que una fuente policial advert¨ªa sobre la presencia en la capital de Espa?a de significados oficiales ultras. "La mayor¨ªa de los mandos que fueron trasladados a provincias cuando la intentona golpista del 27 de octubre [de 1982] han regresado a Madrid. La Uni¨®n de Militares Espa?oles [asociaci¨®n clandestina de cuadros de extrema derecha] est¨¢ aqu¨ª en Madrid. Son muy conocidos y no tienen ning¨²n carisma en el Ej¨¦rcito, pero son conspiradores natos y conspiran muy bien".
En prisi¨®n y en activo
El art¨ªculo inclu¨ªa una lista de oficiales involucionistas destinados en el Gobierno Militar de Madrid; entre ellos, los comandante Ricardo S¨¢enz de Inestrillas e Ignacio Gasca Quint¨ªn. Inestrillas fue el golpista m¨¢s perseverante: condenado junto a Tejero a seis meses de arresto en 1978 por la Operaci¨®n Galaxia, primer compl¨® contra la democracia, volvi¨® a ser detenido en junio de 1981, acusado de reclutar un comando armado para actuar durante la celebraci¨®n de la onom¨¢stica del Rey.Menos conocido es el comandante Ignacio Gasca, el ¨²nico que sigui¨® su carrera militar y lleg¨® hasta el empleo de coronel. Su nombre aparece por vez primera como promotor del Manifiesto de los 100, un virulento ataque al Gobierno y a los medios de comunicaci¨®n difundido en diciembre de 1981 con las firmas de un centenar de mandos del Ej¨¦rcito. En octubre de 1982, figura de nuevo en la lista de oficiales supuestamente comprometidos con el golpe del 27-O que el Cesid incaut¨® al teniente coronel Jos¨¦ Crespo Cuspinera.
La trama se configura as¨ª en dos frentes: militares en activo (Inestrillas, Gasca) y militares en prisi¨®n (Zancada, Crespo). No tardan, sin embargo, en surgir diferencias. El antiguo miembro del grupo con quien contact¨® EL PA?S asegura que Milans, informado del proyecto, se opuso al mismo, ya que sus convicciones mon¨¢rquicas le imped¨ªan aprobar una operaci¨®n dirigida a matar al Rey. Otras fuentes sostienen que el ex capit¨¢n general de Valencia dio luz verde, pero exigi¨® que Zancada y Crespo se encargasen de la planificaci¨®n, pues no se fiaba de Inestrillas. De ah¨ª el, viaje del armador Rafael Regueira a la c¨¢rcel militar de Alcal¨¢ de Henares.
En febrero de 1985, cuando los planes del atentado ya estaban en marcha, Milans dej¨® claro su punto de vista en la ¨²nica entrevista concedida durante sus m¨¢s de nueve a?os de prisi¨®n: "Para m¨ª, y pienso que para muchos compatriotas, la situaci¨®n era el 23-F, y lo sigue siendo hoy, incluso m¨¢s grave que en l936".
Todas las fuentes coinciden en que, por esas mismas fechas, Pardo Zancada, que tambi¨¦n desconfiaba del comandante de la Operaci¨®n Galaxia, se descolg¨® del proyecto, cuya direcci¨®n qued¨® en manos de Inestrillas y Crespo Cuspinera, quienes se aplicaron a ponerlo en pr¨¢ctica. El plan requer¨ªa disponer de un s¨®tano, explosivos, financiaci¨®n y un comando de especialistas. Ya a finales de 1984, los conspiradores reconocieron la zona por la que transcurrir¨ªa el desfile y localizaron un bajo dotado de s¨®tano a menos de 100 metros del lugar previsto para instalar la tribuna. Se iniciaron conversaciones con el propietario para comprarlo o alquilarlo, pero las distintas fuentes consultadas por EL PA?S discrepan sobre si se lleg¨® o no a firmar el contrato.
Conseguir financiaci¨®n fue m¨¢s dificil. El empresario vasco Luis Olarra, uno de los contactados, se neg¨® rotundamente. Olarra pertenec¨ªa entonces a Alianza Popular, en cuyo comit¨¦ ejecutivo entr¨® en marzo de 1985, pero un a?o despu¨¦s fue expulsado del partido por unas declara ciones cr¨ªticas hacia Fraga. Tampoco tuvo ¨¦xito el presidente de la Confederaci¨®n Nacional de Excombatientes, Jos¨¦ Antonio Gir¨®n de Velasco, en sus gestiones con empresarios afines.
Respecto a los explosivos, se descart¨® recurrir a los arsenales militares, pues se pretend¨ªa atribuir a ETA la autor¨ªa del atentado. Deb¨ªa suministrarlos un constructor de confianza que, para justificar su ausencia, simular¨ªa un robo. Tras varias negativas, una persona de la empresa Bernal Pareja, SA, se comprometi¨® a facilitar 100 kilos.
Como jefe del comando encargado de construir el t¨²nel y ejecutar el atentado, Inestrillas reclut¨® al hijo de un guardia civil asesinado por ETA, conocido como El Chivo. Los otros activistas ser¨ªan aportados por Mariano S¨¢nchez Covisa, l¨ªder de los Guerrilleros de Cristo Rey, el m¨¢s c¨¦lebre y violento de los grupos ultras que actuaron antes y despu¨¦s de la muerte de Franco, y por Jos¨¦ Antonio Alonso, dirigente de Fuerza Nacional del Trabajo, el sindicato de Fuerza Nueva, partido de Blas Pi?ar.
Sin embargo, el plan fue abortado por sus propios promotores hacia la Semana Santa de 1985. "Nos han descubierto, todo est¨¢ suspendido", fue el escueto mensaje que recibi¨® un miembro del grupo. El Cesid hizo saber a los conspiradores que estaban estrechamente vigilados y ser¨ªan detenidos al primer paso en falso. ?C¨®mo lo supo? Las visitas a los golpistas presos eran analizadas exhaustivamente por los hombres de Santiago Bastos, jefe de la Divisi¨®n Interior del centro. De hecho, fue una entrevista entre el coronel Luis Mu?oz y Milans la que permiti¨® desbaratar en 1982 el compl¨® del 27-O.
En este caso, el Cesid cont¨® adem¨¢s con la inapreciable colaboraci¨®n de uno de los implicados. Aunque el servicio secreto presum¨ªa de tener infiltrados los grupos ultras, no fue un agente doble, sino un franquista hasta la m¨¦dula quien, seguramente tras reflexionar sobre la magnitud de la carnicer¨ªa que se preparaba, decidi¨® evitarla.
Su identidad constituye el secreto mejor guardado de toda esta historia, aunque el antiguo miembro de la trama con quien habl¨® EL PA?S apunta a "Enrique L¨®pez Dur¨¢n, un paisano [es decir, un civil] de Murcia".
"No quer¨ªamos m¨¢rtires"
Yugulada la operaci¨®n, el Gobierno no quiso adoptar ninguna medida contra los implicados, ni siquiera contra los oficiales en activo. "Eran pocos, estaban bajo control, no representaban ning¨²n riesgo y lo ¨²ltimo que necesit¨¢bamos era convertirlos en m¨¢rtires", explica un ex ministro socialista. En ese momento estaban en prisi¨®n los condenados por dos intentos de golpe de Estado. ?Para qu¨¦ un tercero?Fuese o no acertada la decisi¨®n, el zambombazo frustrado de 1985 fue el ¨²ltimo sobresalto involucionista de la democracia. En ¨¦l confluyeron los na¨²fragos de todas las intentonas anteriores -Inestrillas (Operaci¨®n Galaxia), Milans y Pardo Zancada (23-F), Jos¨¦ Crespo Cuspinera (27-O)-, as¨ª como los ¨²ltimos reductos de la ultraderecha pol¨ªtica y econ¨®mica. Su evoluci¨®n hacia el terrorismo era una consecuencia de su marginalidad. "Despu¨¦s de lo del 85," afirma el ex ministro, "no hubo m¨¢s".
Resulta un ejercicio de elucubraci¨®n imposible plantearse qu¨¦ habr¨ªa pasado si los conspiradores llegan a tener ¨¦xito y la democracia espa?ola queda descabezada aquel 2 de junio en A Coru?a. "Ninguno de los implicados", se le plante¨® al antiguo miembro de la trama con quien habl¨® EL PA?S, "ten¨ªa capacidad para liderar, como pretend¨ªan, un movimiento militar que llenase ese inmenso y s¨²bito vac¨ªo de poder". Tras unos segundos de silencio, se limit¨® a susurrar el nombre de un teniente general, todav¨ªa en activo.
Art¨ªculo realizado con informaci¨®n de Xos¨¦ Manuel Pereiro desde A Coru?a.
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