Paseo madridista
El equipo de Heynckes gole¨® con facilidad a un blando y flojo Oporto para alcanzar los cuartos de final
Sin ning¨²n dramatismo, el Madrid se desembaraz¨® del debil¨ªsimo Oporto actual. Conforme al mejor de los guiones, marc¨® pronto, se asegur¨® contra cualquier imprevisto, a?adi¨® tres goles m¨¢s y mantuvo indemnes a los siete jugadores que llegaban al partido con una amonestaci¨®n. Ni tan siquiera necesit¨® de un gran f¨²tbol. Con un poco de juego racheado se llev¨® por delante al Oporto y avanz¨® hacia los cuartos de final de la Copa de Europa, la competici¨®n que preside los sue?os del madridismo.Para evitar tensiones, Hierro marc¨® en el arranque del partido, que desde ese momento fue bastante apacible para el Madrid. El Oporto ayud¨® bastante. Es un equipo que ha entrado en barrena. No se le advierte nada interesante, ninguna de las se?as de identidad que le convirtieron en una potencia del f¨²tbol europeo. Defiende mal, no tiene un criterio estable con el bal¨®n, le faltan jugadores solventes y anda flojo de ¨¢nimo. En ning¨²n momento comprometi¨® la victoria del Madrid, que tampoco estuvo sobrado.
El gol de Hierro result¨® casi novedoso en un equipo que desperdicia cada c¨®rner y cada falta. La ¨²nica curiosidad es que el Oporto le concedi¨® un tanto de estas caracter¨ªsticas en el primer partido y repiti¨®. El cabezazo de Hierro fue tan limpio que oblig¨® a preguntarse por el sentido del marcaje que tienen los defensas del Oporto. Sobre el sentido de la oportunidad de Hierro no hay dudas. Es un jugador competitivo, de los que no se aflojan en los grandes momentos. Y como rematador, es alguien en el f¨²tbol.
El partido se vio condicionado por el primer gol. Para el Madrid fue una bendici¨®n. Le quit¨® ansiedad y rebaj¨® cualquier intento de resistencia por parte del Oporto. Sin embargo, apenas tuvo impacto sobre el juego, que fue muy discreto. El Madrid se emple¨® con la energ¨ªa que le falt¨® a su rival y llev¨® el encuentro con cierta facilidad, pero no se extralimit¨®. Su actuaci¨®n tuvo un car¨¢cter funcional. Si algo distingui¨® al equipo de Heynckes fue su punter¨ªa. Marc¨® en tres de sus primeros cuatro remates contra la porter¨ªa. S¨®lo a ra¨ªz del tanto de gol se observ¨® un efecto expansivo en el juego madridista, y especialmente en Roberto Carlos, que carg¨® pilas y arras¨® en la banda izquierda.
Nada que discutir sobre la contundencia rematadora del Madrid, ni sobre la calidad de los remates. Suker emboc¨® el segundo con una volea inapelable, muy a su manera, sin apenas recorrido de la palanca, pero con mucha precisi¨®n en el remate. Suker celebr¨® el gol con mucho entusiasmo. Pasa por un periodo delicado y est¨¢ sometido a la severa cr¨ªtica de los aficionados. Ahora que llega Savio, Suker necesita de alimento. Y para un jugador de sus caracter¨ªsticas, el gol resulta imprescindible. El tanto le anim¨® de manera apreciable: tuvo m¨¢s actividad, dej¨® alg¨²n detalle y se pareci¨® algo al jugador que un d¨ªa fue.
Fuera del aprovechamiento que hizo de sus ocasiones, el Madrid tramit¨® la primera parte sin demasiada categor¨ªa. Los dos jugadores con mayor presencia fueron Hierro, un adulto frente a los tiernos delanteros del Oporto, y Redondo, que dirigi¨® las operaciones con bastante empaque. Redondo se meti¨® de veras en el partido, convencido de la trascendencia de la noche. Juegue bien o mal, Redondo es otro de los que no aflojan en los momentos decisivos.
Sin embargo, al Madrid le falt¨® la contribuci¨®n de varios jugadores, especialmente en el medio campo. Su actitud fue irreprochable, pero ni Seedorf, ni Ra¨²l, ni Amavisca funcionaron con claridad. En la media punta, Ra¨²l corri¨® a todo el mundo, permaneci¨® atento a sus deberes t¨¢cticos y lleg¨® al ¨¢rea con intenci¨®n en un par de ocasiones, aunque su contribuci¨®n no provoc¨® una gran contrariedad para los defensores portugueses. En realidad, los defensas portugueses se contrariaban solos. Su incompetencia result¨® manifiesta, y lo mismo sucedi¨® con los centrocampistas y delanteros.
Roberto Carlos tom¨® un enorme protagonismo tras un sensacional remate en los ¨²ltimos instantes del primer tiempo. Hierro le cruz¨® la pelota desde la derecha y el lateral entr¨® de volea en la otra banda. Fue tiro violento y hermoso que pas¨® a media cuarta del palo. La hinchada se volvi¨® loca. Roberto Carlos, siempre tan atento a la onda que le viene de la grada, se hinch¨® de tal manera que result¨® imparable en varios momentos del segundo tiempo. Entre otras cosas, fue el autor del tercer gol. De falta. Desde su c¨¦lebre gol a Francia en el Mundialito, el hombre lo hab¨ªa intentado desde todos los lugares. Pero nada. Su relaci¨®n intento-rendimiento ha sido pobr¨ªsima. Frente al Oporto termin¨® con la sequ¨ªa y convirti¨® con maestr¨ªa un tiro libre que entr¨® por la escuadra derecha.
Sin drama, con f¨²tbol m¨¢s racheado que otra cosa, el partido sehizo bastante pesadote en el ¨²ltimo tramo. Suker anot¨® de penalti el cuarto y se liber¨® un poco m¨¢s de tensiones. S¨®lo hab¨ªa incertidumbre por las amonestaciones.
Siete jugadores madridistas contaban con una tarjeta y no era el momento de meter la pata. En el sentido literal y figurado. Todos tomaron precauciones para salir libres de un partido sencill¨ªsimo para el Madrid, que avanza hacia
cotas m¨¢s dif¨ªciles.
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