El euro y el empleo
Si todos estamos de acuerdo en que el crecimiento del paro resulta ¨¦tica y socialmente inaceptable, mucho se ha escrito sobre el posible efecto negativo que tendr¨¢ la introducci¨®n del euro para el mercado del trabajo, y poco se ha dicho sobre el efecto positivo de la moneda ¨²nica para la creaci¨®n de empleo.Me parece que est¨¢ claro que el empleo no lo crean los Gobiernos con devaluaciones, con leyes o con decretos, puesto que si esto fuera cierto har¨ªa ya mucho tiempo que no existir¨ªa paro. Son las empresas las que en un entorno econ¨®mico favorable, con mercados en crecimiento y con libre competencia, invierten, y con ello crecen y se expanden mientras se crean tambi¨¦n nuevas sociedades, que a su vez crean nuevos puestos de trabajo.
El que yo diga que el empleo no se crea ni con leyes ni con decretos no quiere decir que la Uni¨®n Europea y que cada pa¨ªs miembro no se preocupen con orientar sus medidas para el combate del paro. La UE defini¨® la estrategia integrada del empleo en el Consejo de Essen, en diciembre de 1994, como colof¨®n del Libro Blanco Crecimiento, competitividad y empleo. El Tratado de Amsterdam, de junio de 1997, hizo del empleo una cuesti¨®n de inter¨¦s com¨²n y un objetivo prioritario de la UE y estableci¨® la necesidad de realizar una cumbre extraordinaria del empleo, que tuvo lugar en Luxemburgo los pasados d¨ªas 20 y 21 de noviembre y que ha puesto en marcha en Europa el reequilibrio entre la dimensi¨®n econ¨®mica y la dimensi¨®n social.
No se olvide que las pol¨ªticas de empleo siguen siendo competencia de los Estados miembros, por lo que estas recomendaciones del Consejo de la Uni¨®n Europea s¨®lo orientan las iniciativas para el di¨¢logo a nivel nacional entre los interlocutores sociales. De esas iniciativas cabe destacar el Acuerdo Interconfederal para la Estabilidad del Empleo, que se firm¨® en Espa?a recientemente y que parece estar dando buenos resultados. El modelo holand¨¦s, que busc¨® el consenso pol¨ªtico y social entre empresarios, trabajadores y Gobierno, ha merecido su consagraci¨®n por el ¨¦xito. Entre 1983 y 1995, el desempleo en Holanda ha ca¨ªdo de un 12% al 6,5%.
Los pilares del ¨¦xito han sido la reducci¨®n del gasto p¨²blico, la reforma de la Seguridad Social, la moderaci¨®n salarial y la flexibilidad laboral. El fin, que es la reducci¨®n del paro, justifica los medios, que son los sacrificios solidarios que todos tienen que hacer. La creaci¨®n de empleo exige el di¨¢logo entre los compradores y los vendedores de trabajo, que son los empresarios y los trabajadores. Ese di¨¢logo ha funcionado, adem¨¢s de en Holanda, en el Reino Unido, y ahora -como ya dec¨ªa- en Espa?a.
El paro es un problema estructural, producto de las rigideces del mercado laboral y de los excesos y los fraudes verificados en la pol¨ªtica del llamado bienestar social, que a veces conduce al malestar social. Hay que estimular al trabajador para que busque empleo, reformando el sistema de los subsidios al paro y potenciando las pol¨ªticas que incluyen la formaci¨®n como medio parar aumentar la calificaci¨®n profesional.
Todo ello, ciertamente, nos ayuda a reflexionar sobre los esfuerzos necesarios para combatir el drama del desempleo, sin olvidar que no son las medidas pol¨ªticas las que crean trabajo, sino que, al final, son las empresas las que lo hacen cuando hay condiciones de mercado favorables. De momento, m¨¢s de 18 millones de europeos buscan trabajo, y hay seguramente millones de hombres y mujeres que piensan que est¨¢n en paro por culpa de las medidas de austeridad necesarias para cumplir con los criterios de convergencia y por esto est¨¢n en contra de la introducci¨®n del euro. Hay que luchar contra esta err¨®nea interpretaci¨®n de los hechos. Hay que saber transmitir la idea de que la moneda ¨²nica ser¨¢ beneficiosa para todos los ciudadanos. Hay que dejar claro que los criterios de convergencia no son una abominable exigencia de unos bur¨®cratas de Maastricht, sino que son la enunciaci¨®n de un c¨®digo de conducta indispensable para cualquier Gobierno que busque la prosperidad y el bienestar de su pueblo. El Tratado de Maastricht ha sido s6lo un oportuno recordatorio.
Yo me atrever¨ªa a decir que el euro, cuya introducci¨®n podr¨¢ -quiz¨¢- a corto plazo producir algunos problemas laborales, a largo plazo no s¨®lo no producir¨¢ desempleo, sino que ser¨¢ un factor esencial para reducir el paro. Y me explico: cuando en enero de 1999 inicie su andadura la moneda ¨²nica, probablemente con 11 pa¨ªses, que en el 2002 podr¨¢n ser los 15 miembros de la Uni¨®n Europea, ello querr¨¢ decir que esos pa¨ªses habr¨¢n conseguido controlar su d¨¦ficit y reducir su deuda p¨²blica, habr¨¢n sabido bajar su nivel de inflaci¨®n, habr¨¢n reducido sus tipos de inter¨¦s y habr¨¢n conseguido mantener estables durante dos a?os sus monedas nacionales. A partir de un marco como el que acabo de describir nace la credibilidad y la confianza de los mercados en el euro, y esa confianza conduce al aumento de la inversi¨®n. Si la inversi¨®n crece, eso quiere decir que se reactivan los negocios, que se ampl¨ªan las empresas con nuevas iniciativas, que se constituyen nuevas sociedades, y con todo ello, obviamente, se crean nuevos puestos de trabajo.
La fortaleza, la estabilidad y la credibilidad del euro ser¨¢n tambi¨¦n el im¨¢n necesario para atraer inversiones directas e indirectas extranjeras que contribuyen a crear riqueza y trabajo. Todo esto producir¨¢ un c¨ªrculo virtuoso que conduce a nuevas reducciones de los d¨¦ficit presupuestarios y del endeudamiento p¨²blico, al reforzamiento de la moneda, a la reducci¨®n de la inflaci¨®n con nuevas ca¨ªdas de los tipos de inter¨¦s que estimulan la inversi¨®n y, con ella, un mayor crecimiento y m¨¢s trabajo.
La moneda ¨²nica es, pues, un elemento clave para la reactivaci¨®n econ¨®mica y el crecimiento de los negocios, y, aunque no es un fin en s¨ª misma, la deseamos porque producir¨¢ beneficios para la sociedad.
Por su lado, los Gobiernos tendr¨¢n que adoptar un con junto de medidas en¨¦rgicas para aumentar la austeridad presupuestaria, propiciar el di¨¢logo entre los agentes sociales, liberalizar los mercados, privatizar las empresas estatales, reformar las normas del bienestar social, adelgazar el sector p¨²blico y alcanzar una mayor flexibilidad laboral a semejanza de lo que exitosamente se practica en el sistema americano. Cuando se den esas condiciones crecer¨¢ el producto interno bruto, y ese desarrollo estimular¨¢ la inversi¨®n para el crecimiento de las empresas, lo que propiciar¨¢ la creaci¨®n de nuevos puestos de trabajo. ?sta es la realidad y es esta realidad la que hay que saber transmitir de manera clara a los ciudadanos que hoy se sienten inseguros por falta de una adecuada informaci¨®n.
Cuando, en mayo de 1998, los jefes de Estado y de Gobierno decidan qu¨¦ pa¨ªses integrar¨¢n el primer vag¨®n del euro y se fije de manera irrevocable la conversi¨®n de las monedas nacionales en relaci¨®n al euro, ello querr¨¢ decir que esos pa¨ªses han respetado los criterios de convergencia, adem¨¢s de comprometerse a seguir en el empe?o, al haber firmado tambi¨¦n el Pacto de Estabilidad y Crecimiento.
El euro, adem¨¢s, ser¨¢ el complemento l¨®gico del mercado ¨²nico, alejando las mal¨¦ficas fluctuaciones de los tipos de cambio que crearon inseguridad y paro. Ser¨¢ una referencia com¨²n de los precios en los pa¨ªses pertenecientes a la zona del euro, lo que estimular¨¢ la competencia y desarrollar¨¢ los intercambios creando empleo. Nos traer¨¢ una gesti¨®n sana de los recursos p¨²blicos, favoreciendo la credibilidad y el crecimiento equilibrado de la econom¨ªa, lo que aumentar¨¢ los puestos de trabajo. Nos traer¨¢ mayores facilidades para la financiaci¨®n de las empresas en un marco de tipos de inter¨¦s bajos, lo que las permitir¨¢ invertir, crecer y crear empleo, y, finalmente, el euro ser¨¢ una moneda fuerte que competir¨¢ en niveles de igualdad con el d¨®lar y el yen, dando a la Uni¨®n Europea -primera potencia comercial del mundo- la expresi¨®n de su verdadera dimensi¨®n econ¨®mica.
Particularmente, las pymes podr¨¢n desarrollar sus actividades y proponer nuevos servicios y productos tanto en los mercados dom¨¦sticos como en los mercados vecinos, descubriendo nuevos euroclientes y constituyendo alianzas. Pensemos que en un mercado favorable, independientemente de la capacidad creadora de trabajo de las grandes empresas nacionales o multinacionales, tenemos en la Uni¨®n Europea millones de peque?as y medianas empresas, que en realidad componen el tejido productivo esencial de nuestra Europa. Pues bien, si cada una de esas pymes contratara a un trabajador, habr¨ªamos conseguido crear millones de nuevos empleos. No es un sofisma, sino algo real.
A punto de comenzar el siglo XXI, la cuesti¨®n no es ya de c¨®mo generar riqueza, sino c¨®mo distribuirla mejor, y el crear empleo es la mejor manera de hacerlo.
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