El euro, la ampliaci¨®n, la cumbre del empleo y la bonanza econ¨®mica reactivan el europeismo
La Uni¨®n Europea ha cerrado, por primera vez en muchos a?os, un ejercicio que invita m¨¢s al optimismo que al pesimismo. Ha sacado con sobresaliente los deberes monetarios; con notable, la lucha contra el desempleo; con un aprobado alto, el lanzamiento de la ampliaci¨®n a Europa del Este, y con un suspenso peligroso, la reforma del Tratado de Maastricht. Pero por encima de ese resultado, que por una vez huye del annus horribilis, est¨¢n las perspectivas: el euro empezar¨¢ a ser realidad en primavera y, sobre todo, el ciclo econ¨®mico ha cambiado para bien.
El europesimismo no ha acabado, pero algunos factores apuntan hacia el renacimiento, si no de un eurooptimismo olvidado desde hace a?os, al menos s¨ª de un europragmatismo. La crisis de fe de los ciudadanos en la construcci¨®n europea se ha asentado siempre sobre bases pol¨ªticas, pero la crisis econ¨®mica y el aumento del paro acabaron por dar vigor a ese pesimismo.Y es la econom¨ªa lo que mejores perspectivas tiene para que renazca el optimismo europeo. La Uni¨®n Europea va a alumbrar desde la pr¨®xima primavera uno de sus s¨ªmbolos m¨¢s fuertes, el euro, su moneda com¨²n y casi ¨²nica. Y lo ha hecho en las peores circunstancias posibles: padeciendo una crisis econ¨®mica enorme. que ha dificultado el cumplimiento de las condiciones macroecon¨®micas que sus socios se obligaron a acatar.
Esa crisis impidi¨® cumplir los criterios pactados en la primera cita prevista, el 1 de enero de 1997. El examen qued¨® entonces aplazado a la segunda convocatoria, la que empezar¨¢ a fraguarse entre el 1 y el 3 de mayo pr¨®ximos para que el euro sea una realidad irreversible el 1 de enero de 1999.
Soplo de optimismo
Es la econom¨ªa tambi¨¦n lo que trae un segundo soplo de optimismo. La crisis de estos a?os y las dificultades para cumplir los compromisos adquiridos para llegar a la moneda ¨²nica han coincidido con el ciclo alcista en Estados Unidos y con el aumento de la competencia comercial desde los pa¨ªses del sureste asi¨¢tico. El cambio de ciclo en Europa se adereza con la sensaci¨®n de que el crecimiento parece haber tocado techo en Estados Unidos y con la terrible crisis asi¨¢tica.Eso no es por s¨ª mismo bueno para la Uni¨®n Europea, pero ambos factores conjugados se pueden convertir en agua de mayo para el denostado modelo social de la vieja Europa.
Es su modelo social lo que ha permitido a los europeos convivir con una tasa de paro del 11% y un n¨²mero de parados que ha llegado a superar los 18 millones de personas. Ese modelo, puesto permanentemente en cuesti¨®n por las bajas tasas de paro americanas y asi¨¢ticas, puede empezar a volver a sacar la cabeza con orgullo. Algo podr¨¢ ayudar a ello la cumbre del empleo celebrada en noviembre en Luxemburgo.
De aquel encuentro no sali¨® ninguna receta m¨¢gica, pero s¨ª ha calado por primera vez el mensaje pol¨ªtico de que el paro es, una vez lanzado el euro, la principal prioridad de lo! Quince. Un mensaje del que s¨®lo se descolg¨® el Gobierno espa?ol. El presidente Aznar cometi¨® en Luxemburgo el error pol¨ªtico de poner los n¨²meros por encima de los gestos.
Los Quince cumplieron tambi¨¦n su cita moral con los pa¨ªses de Europa del Este. No hubo valent¨ªa para lanzar una negociaci¨®n simult¨¢nea a once bandas. Los grandes, con Alemania y Francia a la cabeza y la complaciente mirada de la Comisi¨®n Europea, eligieron la f¨®rmula m¨¢s f¨¢cil: dividir al grupo en dos mitades.
La Rep¨²blica Checa, Polonia, Hungr¨ªa, Eslovenia, Estonia y Chipre empezar¨¢n desde marzo las negociaciones formales de adhesi¨®n a la Uni¨®n Europea. Los cinco pa¨ªses rezagados Bulgaria, Rumania, Eslovaquia, Letonia y Lituania comenzar¨¢n en febrero un primer ejercicio de aproximaci¨®n a Europa. De este grupo se descolg¨® al final Turqu¨ªa, ofendida porque su vieja aspiraci¨®n de adherirse a la Uni¨®n Europea sigue sin tener calendario.
Tensiones pol¨ªticas
Pero no todo han sido rayos de sol durante el pasado a?o. La reforma del Tratado de Amsterdam ha puesto al descubierto las tensiones pol¨ªticas que separan los intereses de los quince socios de la Uni¨®n Europea. La reforma no cumpli¨® m¨¢s aspiraci¨®n inicial que la de cerrarse. Pero fue un cierre en falso.El Tratado de Amsterdam apenas supondr¨¢ t¨ªmidos pasos europe¨ªstas. Permitir¨¢, al menos en teor¨ªa, que los m¨¢s integracionistas puedan avanzar sin verse frenados por el lastre de los que se quieren quedar donde est¨¢n. Incrementar¨¢ -todav¨ªa m¨¢s- la cooperaci¨®n judicial y sobre todo policial.
Pero no ha supuesto una extensi¨®n significativa de las materias que se deciden por el m¨¦todo comunitario, es decir, sin derecho de veto. Y no ha resuelto su principal objetivo inicial: la reforma de las instituciones comunitarias.
En la batalla de Amsterdam se retrataron todos. Los pa¨ªses peque?os porque no quisieron perder el excesivo peso de sus votos en el seno del Consejo de Ministros. Los grandes porque se reservaron el derecho de veto en casi todas las materias. Y tambi¨¦n, porque condicionaron a la reforma del voto la reducci¨®n del tama?o, ya hoy excesivo, del Colegio de Comisarios de la Uni¨®n Europea.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.