La fortuna alimenta el esp¨ªritu de Anoeta
Un disparo de De Pedro acaba con un Mallorca inofensivo y reserv¨®n
La Real Sociedad es un equipo sincero: siempre dice la verdad sobre sus argumentos futbol¨ªsticos y hasta la fecha no se le conoce enga?o alguno. Busca y rebusca en los costados lo que le dictan De Pedro y L¨®pez Rekarte y conf¨ªa ciegamente por igual en sus posibilidades y en la fortuna. El ¨²nico misterio de su imbatibilidad radica en la fe en sus creencias. Su f¨²tbol no alcanza a ning¨²n deslumbramiento ni t¨¢ctico ni individual pero tampoco se le conoce ning¨²n borr¨®n que ponga en duda su credibilidad.El Mallorca es un equipo que se rige, tambi¨¦n por criterios mec¨¢nicos. Pasa y repasa cada jugada como si de un zurcido se tratase y no le altera la adrenalina ni la adversidad del marcador ni el despliegue del enemigo. En cierto modo se enfrentaban en Anoeta dos equipos con un cierto autismo: La Real Sociedad, por su fe, el Mallorca por su mec¨¢nica.
La Real se entreg¨® a la tarea, olvid¨¢ndose un tanto del debutante Cvitanovic, demasiado perdido en el campo como para ofrecerse a sus compa?eros. A falta de opciones ofensivas, siempre le queda la zurda de De Pedro para probar fortuna o buscar el gol unos metros m¨¢s atr¨¢s. Y la hall¨® por un rebote afortunado en un buen disparo que descoloc¨® al guardameta Roa. Hasta entonces el encuentro ten¨ªa un car¨¢cter pendular, unas veces gu¨ªado por exquisiteces del Mallorca, bien conducido por Engonga, otras arrebatado por la profundidad de los donostiarras que hallaban en el costado izquierdo un fil¨®n por el mal entendimiento entre Olaizola y Eskurza para tapar huecos. La .diferencia del comportamiento ten¨ªa sin embargo una explicaci¨®n matem¨¢tica: el Mallorca jug¨® todo el encuentro con apenas dos jugadores por delante del bal¨®n en cada ataque mientras la Real dispon¨ªa cuando menos de cuatro. Una cuesti¨®n de actitud.
A¨²n as¨ª, cuando m¨¢s r¨¢ca no y parsimonioso era el Ma llorca, en la primera mitad, dispuso de dos buenas ocasiones para adelantarse en el marcador a cargo de G¨¢lvez y Rome ro. En ambas toparon con Alberto. La Real tuvo otras tantas de De Pedro y Kovacevic, atajadas por Roa y la falta de punter¨ªa del yugoslavo. A falta de otros argumentos para des hacer la igualdad, la fortuna se adjudic¨® el encargo en un zapatazo de De Pedro que desvi¨® el cuerpo de un defensor. Sin embargo el gol no alter¨® el gui¨®n del encuentro. El Mallorca fiel a su fe en el toque no alter¨® un ¨¢pice el rostro del encuentro y sigui¨® hasta el final sin incorporar ni un s¨®lo centrocampista a las tareas ofensivas. Valer¨®n, el m¨¢s acreditado, se fue deprisa al vestuario agobiado por el marcaje de Mutiu y g¨¦lido de f¨²tbol.
La Real, fiel al esp¨ªritu de Anoeta, entreg¨® la segunda mitad a su rival en busca de la eficacia en el contragolpe. Krauss retir¨® a De Pedro y puso el medio campo al comando de Mild, es decir al pairo de la brega constante y el poder de la recuperaci¨®n hasta la entrada del austr¨ªaco K¨¹hbauer.
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