Niebla en Chiapas
NO RESULTA f¨¢cil separar el grano de la paja entre las confusas noticias que llegan de Chiapas cuatro a?os despu¨¦s del levantamiento zapatista en ese Estado, el m¨¢s pobre de M¨¦xico. Entre la niebla, dos cosas son seguras: la matanza de cerca de medio centenar de campesinos en la aldea de Acteal, y el cese del secretario de Gobernaci¨®n -equivalente al ministro del Interior- sin siquiera esperar los resultados de la investigaci¨®n ordenada por el presidente Zedillo sobre los asesinatos. El resto es impreciso, incluida la posible ocupaci¨®n militar de la poblaci¨®n La Realidad, el cuartel general zapatista, en busca del subcomandante Marcos, l¨ªder de los rebeldes.Lo que puede darse por establecido es que, cualquiera que sea su alcance, esas operaciones del Ej¨¦rcito tras un a?o de par¨¢lisis de las conversaciones de paz entre el Gobierno y los zapatistas no son ajenas a las repercusiones pol¨ªticas de la matanza de Acteal. Dir¨ªase que se pretende tapar la una con la otra: la eventual implicaci¨®n de caciques pri¨ªstas en la masacre con la captura del subcomandante Marcos, o al menos con oportunos descubrimientos de "arsenales" rebeldes que dejen claro que todas las partes son responsables de la violencia.
En la situaci¨®n actual de Chiapas, a punto de quebrarse el fino hilo que separa la paz del conflicto abierto, tal confusi¨®n resulta demasiado peligrosa. Por una parte, Zedillo parece desear un di¨¢logo renovado con los zapatistas. As¨ª cabe entender la destituci¨®n de Emilio Chuayffet, responsable ¨²ltimo de que las negociaciones con el Ej¨¦rcito Zapatista de Liberaci¨®n Nacional (EZLN) hayan permanecido estancadas durante m¨¢s de un a?o con toda clase de triqui?uelas. La ruptura del di¨¢logo ha envalentonado a los caciques de Chiapas (y en general a todos los que tienen algo que perder si se alcanza un amplio y generoso acuerdo de paz), ha azuzado la violencia y ha culminado en los horribles asesinatos del 22 de diciembre.
La ca¨ªda de Chuayffet y el encargo a su sucesor de una "nueva estrategia" constituyen una oferta de paz, aunque sea inconcreta. Pero mientras el presidente la planteaba desde la capital, el Ej¨¦rcito hac¨ªa subir la tensi¨®n sobre el terreno, en Chiapas, con su expedici¨®n hacia el cuartel general de Marcos. ?A qui¨¦n deben creer los dirigentes del movimiento zapatista? ?Al presidente, que ofrece di¨¢logo y paz, o al Ej¨¦rcito, que realiza operaciones militares contradictorias con el acuerdo t¨¢cito de no agresi¨®n mientras duran las negociaciones? Que los zapatistas no sepan a qu¨¦ atenerse parece comprensible. Pero lo m¨¢s peligroso es que el control del polvor¨ªn chiapaneco pueda escapar de las manos del presidente.
Desde su toma de posesi¨®n en diciembre de 1994, Zedillo ha confiado en el resto de instituciones del Estado y les ha concedido un amplio margen de actuaci¨®n. Especialmente a su primer fiscal general (destituido luego en medio de un rocambolesco esc¨¢ndalo) y a Chuayffet mismo, que ha man9jado a su gusto la pol¨ªtica chiapaneca desde junio de 1995, con los aterradores resultados que hoy llora todo el pa¨ªs. S¨®lo faltar¨ªa ahora que el Ej¨¦rcito, que M¨¦xico ha sabido siempre mantener bajo un firme control civil, comenzase a actuar con autonom¨ªa en el avispero de Chiapas.
La sociedad mexicana exige una soluci¨®n r¨¢pida. Para conseguirla, Zedillo debe tomar las riendas y asegurar la credibilidad de sus ofertas de paz: en la capital federal y en Chiapas. Francico Labastida Ochoa, el nuevo secretario de Gobernaci¨®n, tiene fama de hombre de di¨¢logo: su tarea consiste en lograr un acuerdo de paz definitivo con los zapatistas en el plazo m¨¢s breve posible. Porque los retrasos y las equivocaciones se contabilizan en muertos, como ha demostrado tristemente la matanza de Acteal. M¨¦xico no merece tanta desgracia, y est¨¢ desmostrando tambi¨¦n que no est¨¢ dispuesto a esperar eternamente una paz tan necesaria.
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