Luciolandia, don Jes¨²s, siglo XX
Hace s¨®lo unos d¨ªas, Lucio Bl¨¢zquez, creador, propietario, alma, vida y coraz¨®n del restaurante madrile?o Casa Lucio (tel¨¦fono 365 32 52) iba y ven¨ªa por los corredores de la planta baja de su comedor: contrariando su semblante de cada instante de los 40 a?os de su profesi¨®n de tabernero, t¨ªtulo universitario del que ¨¦l mismo presume, Lucio, p¨¢lido, frunc¨ªa el ce?o y cualquiera de sus millones de clientes hubiera dicho: "?ste no es Lucio". Por esto, un comensal del referido momento, que se regustaba con los huevos estrellados con patatas (especialidad simple y ¨¦pica de la casa), tom¨® a Lucio por el brazo y le interrog¨®: ''?Te ocurre algo?". Y Lucio se despepit¨®: "?Qu¨¦ quieres que me ocurra?; ya son m¨¢s de las doce de la noche y tengo 50 personas esperando en el bar y en la acera de la calle".El espect¨¢culo es cotidiano y es ¨²nico en el mundo. Que uno sepa, s¨®lo en Par¨ªs la c¨¦lebre y bella braserie que se nombra Chez Lipp desde hace casi un siglo y que recibe (o no recibe) a gentes de todo el universo tiene una pizca de semejanza con la Casa Lucio de la repajolera Cava Baja del Madrid de los aleda?os de los Austrias. Almorzar o cenar en Casa Lucio es una aventura para quien se presente por las buenas en el local (?por qu¨¦ Lucio dice "s¨ª" o "no"?); es un sue?o que se vive en Espa?a y fuera de Espa?a cuando al guien va de restaurante en la capital; es una suerte de confianza en "dios nuestro se?or" (Lucio) cuando uno sabe que llama por tel¨¦fono y, en cuanto silabea su nombre, se le responde: "Pues claro que hay mesa; ?a qu¨¦ hora va usted a venir?". Y a la postre, sentarse en Casa Lucio, y dar cuenta de alguno de los platos de la cocina espa?ola de toda la vida, es como ir al teatro: al lado puede estar el rey Juan Carlos, o el futbolista del d¨ªa, o el actor, o el financiero, o el sinverg¨¹enza disimulado de se?or con guardaespaldas disfrazados de se?oritos. La vida mism¨ªsima, con callos con clase, adobada con cap¨®n en pepitoria y todo lo dem¨¢s ali?ado sustancialmente con Lucio que va y que viene y que le o¨ª un d¨ªa: "Aqu¨ª est¨¢ todo cristo y todo lleno por que soy constante, constante, constante, y me creo siempre un novillero que empieza, y porque me levanto cada d¨ªa pensando que estoy empezando". Y se puede a?adir: porque ha sabido reunir una plantilla de colaboradores que saben de lo popular multinacional, donde la confianza cunde, pero nunca jam¨¢s el confianzudismo; y tambi¨¦n porque hace cuatro a?os que no sube los precios.
Hay que atravesar Madrid, desde este sur de luciolandia, para sentarse en el norte de la capital, justo a la vera del estadio Santiago Bernab¨¦u, en el otro restaurante que, en la segunda mitad del siglo XX, ha participado en la ''fabricaci¨®n" del teatro de la gastronom¨ªa: el restaurante Pr¨ªncipe de Viana (tel¨¦fono 457 15 49). Aqu¨ª, don Jes¨²s Oyarbide, va tambi¨¦n para 40 a?os, se lleg¨® desde su tierra vasco-navarra con los conocimientos de all¨ª para, desde la capital, "elevar la cocina espa?ola a la altura de las grandes del mundo", tal como lo resume su hijo Javier, el que hoy, con un equipo que apenas se ha dado de baja desde aquellos tiempos, conduce el convoy del gusto, de la sabidur¨ªa y del estilo oyarbidiano. Que nadie se prive, en este santuario, de la menestra, ni del rape con crema de patata y aceite de oliva, ni de los bacalaos c¨¦lebres, ni de los canutillos del postre. Y a so?ar y a vivir.
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