Barajas
Viajar en avi¨®n constituye hoy una actividad ordinaria, en m¨¢s de una acepci¨®n, lo cual no impide que muchos viajeros aparezcan henchidos de orgullo y gozo al ejercitarla. Intentan valerosamente disimularlo poniendo cara de ciudadanos del mundo con m¨¢s horas de vuelo que una cig¨¹e?a de las de antes, pero les delata esa firmeza ap¨®crifa de la mand¨ªbula, que encubre una sonrisilla de autocomplacencia, el brillo de los ojos o la extempor¨¢nea gallard¨ªa de los andares. En realidad, no se lo reprocho: volar no es lo nuestro, as¨ª que mola. Volar no es lo nuestro, aunque nos hayamos autoadjudicado el t¨ªtulo de "ser superior" o cualquier otra definici¨®n narcisa. ?Qui¨¦n no ha pensado "?vaya caca de ser superior!" contemplando el vuelo mayest¨¢tico de una simple gaviota?Por otra parte, hay circunstancias y momentos, en el ritual del vuelo, que potencian la altaner¨ªa. Por ejemplo, el hecho de viajar en primera clase o business, con el consiguiente derecho a utilizar la sala VIP ya en el aeropuerto, leer gratis la prensa, tomarse un cafelito o un whisky, hablar con los colegas del rating o la apat¨ªa del mercado de divisas. Ni qu¨¦ decir tiene que la posesi¨®n de un tel¨¦fono m¨®vil -aunque tambi¨¦n sea hoy tan ordinario; aunque est¨¦ prohibido su uso a bordo- incrementa la altivez. Decir "internacional': (hoy T-1) al taxista, cuando ¨¦ste pregunta a qu¨¦ terminal desea ir, produce un tremendo subid¨®n al interpelado, aunque haya suscrito un "paquete" de lo m¨¢s execrable, y se le engola la voz por mucho que trate de dominarse. Dirigirse a la T-1, antiguo puente a¨¦reo Madrid-Barcelona, es ya la monda, y eso porque no quiero escribir palabras malsonantes fuera de su contexto sacro. Eso, en cuanto a las circunstancias. Por lo que se refiere a los momentos, el pasajero cosmopolita tendr¨¢ que cuidarse mucho de que no se le desparrame el alborozo mientras se ajusta el cintur¨®n con mano experta, ni un mil¨ªmetro m¨¢s ni uno menos de lo debido; mientras grad¨²a el pitorro por donde sale el aire que le refrescar¨¢ la calva durante el vuelo, enciende la luz individual de lectura aunque brille un sol rabioso, pulsa el timbre para pedirse un gin-tonic o selecciona el vino que ha de regar su almuerzo o cena de clase preferente. Es la c¨²spide del endiosamiento, el fin (provisional) del complejo de inferioridad sentido en tierra firme hacia la humilde gaviota. ?Ya quisiera., la gaviota!
Sin embargo, no todas las fases del ritual a¨¦reo, sus pr¨®logos, ep¨ªlogos e intermezzos resultan tan gratificantes para la autoestima del hombre-p¨¢jaro. Pensemos en nuestro flamante aeropuerto de Barajas, reci¨¦n remozado, sin ir m¨¢s lejos. Se le ha dotado de interminables pasillos de acceso a las puertas de salida, con sus aceras m¨®viles y todo, como en Barcelona, y hasta ah¨ª podr¨ªamos seguirnos enorgulleciendo -?qu¨¦ nivel de vida, parecemos catalanes!- si no fuera porque, parad¨®jicamente, los mostradores del check-in se han reducido. Hablo ahora de la terminal T-2, ex vuelos nacionales, del ¨²ltimo y reciente d¨ªa que vol¨¦ "sobre el nido del cuco" y de la telona que cubr¨ªa y anulaba varios de los aludidos mostradores. Largas colas, caras de ¨¦xodo entre los colistas y gran placidez en el rostro y todos y cada uno de los movimientos de la se?orita empleada de Iberia. "?Por favor, que pierdo el vuelo, que se est¨¢ muriendo mi pobre t¨ªa... !". "Dir¨ªjase al mostrador de ¨²ltimo minuto", contestaba ella con innegable coherencia. ?Pero menuda cara de asesinos inexorables ten¨ªan todos los integrantes de la cola anunciada!
Pasa la hora de nuestro vuelo, que no aparece por parte alguna como retrasado, esperamos con ansia cualquier informaci¨®n auditiva o visual, y nada. Los altavoces s¨®lo repiten constantemente: "Est¨¦ atento a la informaci¨®n que aparece en los monitores...", pero los monitores sufren un telele global y no informan de nada. Pasa el tiempo. Los pasajeros van desplom¨¢ndose sobre los asientos, las mand¨ªbulas han perdido su firmeza originaria y aparecen totalmente fl¨¢ccidas, en fin. Yo me dedico a contemplar el paisaje desde el finisterre de la puerta 67 y compruebo que estamos ya frente a la iglesia de Barajas pueblo. De seguir as¨ª, mal veo yo el porvenir de los m¨¢rtires de Paracuellos... ?Es el progreso a la madrile?a!
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