A la sombra del Real
La familia Hazen suministra desde 1814 pianos a los grandes concertistas que vienen a Madrid
, ?C¨®mo un ebanista holand¨¦s, Jan Hosseschrueders, acaba convirti¨¦ndose en uno de los m¨¢s prestigiosos constructores de pianos de Espa?a y deja una dinast¨ªa, la quinta m¨¢s antigua en el comercio madrile?o? F¨¦lix Hazen Garc¨ªa, uno de sus descendientes, espoleado por esa misma curiosidad, empez¨® a desenmara?ar la madeja de su genealog¨ªa en 1970, cuando la piqueta municipal cerraba su tienda en la calle de Fuencarral, 43, y la despojaba de la que hab¨ªa sido su sede durante 90 a?os. Con la ayuda de su hijo, F¨¦lix Hazen junior -como consta en su tarjeta de visita-, empez¨® a reconstruir la historia de su peculiar familia, dedicada en cuerpo y alma a suministrar pianos a todo virtuoso, consagrado o aficionado que pisara la capital.El derrumbe, a finales de los sesenta, de uno de los edificios aleda?os a la tienda, con, varios muertos a su costa, llev¨® al Ayuntamiento a inspeccionar con lupa las fincas adyacentes. El resultado fue la demolici¨®n de algunos inmuebles, entre ellos el de los Hazen, y la consiguiente mudanza. "Cuando prepar¨¢bamos el traslado a la calle de Juan Bravo, descubrimos en un desv¨¢n, envuelto en papel de estraza y con kilos de polvo encima, un piano de mesa, fechado en 1807, y construido por Hosseschrueders".
El descubrimiento pic¨® la curiosidad por sus ancestros y le despert¨® la vena del coleccionismo. Hoy, cinco lustros despu¨¦s, los Hazen posee nuna de las mayores colecciones privadas de pianos del pa¨ªs y una de las m¨¢s importantes de Europa. Instalada en uno de los dos edificios que la firma tiene en Las Rozas, consta de m¨¢s de una treintena de piezas, que F¨¦lix ha ido reuniendo amorosamente en estos a?os, divididas seg¨²n su procedencia: pianos de la marca familiar, pianos de firmas con las que han trabajado y piezas de gran valor sentimental, como el Pleyel del maestro Rodrigo, donado por su familia; el Pedro G¨®mez con el que empezara a estudiar Jos¨¦ Iturbi, o un Broadwood id¨¦ntico al que tocara Beethoven. "Hemos creado una fundaci¨®n para garantizar el futuro de la colecci¨®n. En cualquier caso, si alguna vez no pudi¨¦ramos mantenerla, su destino nunca ser¨ªa la venta, sino la donaci¨®n", asegura Hazen padre. Desconocida para el gran p¨²blico, ellos no ponen puertas a su tesoro. "Trabajamos con colegios, conservatorios, pero si alguien quiere verla, simplemente tiene que llamar y venir", asegura su hijo.
Quiz¨¢ la pieza m¨¢s emblem¨¢tica sea el Colorao, un Steinway -"el Rolls de los pianos", dice Hazen- que lleg¨® a Madrid en 1923, procedente de la f¨¢brica de Hamburgo, con el ¨²nico fin de ser utilizado por todos los artistas que lo solicitaran. En 1932 pas¨® a manos de los Hazen y se convirti¨® en el piano de alquiler m¨¢s famoso del pa¨ªs. Cerradas las fronteras comerciales con el franquismo, los Hazen ten¨ªan que proveer de pianos a los escasos concertistas que pisaban Madrid. Sin poder importar, se val¨ªan de un viejo Bechstein y del Colorao, que se resent¨ªa de los destrozos sufridos en la guerra. Gracias a ¨¦l y al cr¨ªtico Antonio Fern¨¢ndez Cid, F¨¦lix Hazen, padre,consigui¨® la primera licencia de importaci¨®n. En un recital de Alexander Uninsky, en el teatro Lara, la inclinaci¨®n del escenario oblig¨® calzar con tacos el piano y la silla del pianista. En mitad de la funci¨®n se produjo el desastre: los pedales se desprendieron y Hazen tuvo que recomponerlo. Cuando explic¨® a Fern¨¢ndez Cid los intentos infructuosos por conseguir un nuevo piano, el cr¨ªtico pidi¨® p¨²blicamente al Ministerio de Comercio que de una vez por todas diera la licencia de importaci¨®n. En 20 d¨ªas el tema estaba resuelto. En el Colorao han tocado nombres como Ata¨²lfo Argenta, Jos¨¦ Cubiles, Alicia de Larrocha, Prok¨®fiev, Rachinaninov o Rubinstein.
La importaci¨®n ha sido la base del negocio, desde que el abuelo de F¨¦lix, Juan Hazen ?lamo, se hiciera cargo en 1872. Hasta entonces, Jan Hosseschrueders y sus sobrinos Juan y Pedro Hazen hab¨ªan mantenido un taller del que sal¨ªan prestigiosos pianos con su firma que acaparaban premios en todas las exposiciones industriales que se celebraban. Hosseschrueders, hab¨ªa llegado a Espa?a en 1802. En 1814 mont¨® su propio taller en la calle de Hortaleza, 12. Era uno de los 20 que funcionaban en la capital. "Entonces", dice Hazen, hijo, "la construcci¨®n de pianos era un negocio muy productivo. Todo el mundo quer¨ªa tener uno en casa".
En 1872, Juan Hazen ?lamo decide cerrar el taller y dedicarse s¨®lo a la comercializaci¨®n. "Pas¨® de fabricar 150 pianos en una d¨¦cada a importar 300 al a?o", dice F¨¦lix, padre. Sus descendientes siguieron la misma l¨ªnea. En 1962, liberalizadas ya las importaciones, los Hazen contactan con Yamaha. Es un hito en su historia. "A partir de entonces, importamos una media de 2.000 o 3.000 pianos al a?o, de los cuales el 20% aproximadamente se queda en Madrid". El a?o pasado, la cifra baj¨® a 1.500 instrumentos por culpa de la proliferaci¨®n de pianos electr¨®nicos.
Hace apenas dos meses, los Hazen trasladaron su tienda de la plaza de Andr¨¦s Segovia a la calle de Arrieta, porque como vecino prefieren el Real al Auditorio. No les falta raz¨®n, pues en tan escaso margen de tiempo dicen que en las ventas ya lo han notado. "El Auditorio est¨¢ en una zona muy residencial. Cuando hay un concierto a las siete, la gente va a menos cuarto y despu¨¦s de la audici¨®n se va a su casa". En el entorno de ¨®pera, la cosa es bien distinta.
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