Las creencias, o el cambio de los tiempos
Peque?o-peque?o, cre¨ªa que hab¨ªa buenos y malos. Por las novelas, el cine (de polic¨ªas y ladrones; qu¨¦ equ¨ªvoco, los buenos eran los polic¨ªas; los malos, los indios bravos), la pol¨ªtica y el colegio, con su religi¨®n burda de Astete y Ripalda (reeditados hoy, la idea pavorosa del infierno es obra de canallas). Cuando cre¨ªa que hab¨ªa buenos y malos (peque?o-peque?o), yo era tan bueno que deseaba la destrucci¨®n inmediata de todos los malos. O sea, que yo era perverso. Llevaba mi perfidia hasta desear que, si yo mismo era malo, fuese tambi¨¦n destruido. Aumentaba mi horror, puesto que me buscaba una coartada para que el invisible Destructor me ahorrase.Hab¨ªa buenos y malos: estaba seguro de que las mujeres eran buenas y los hombres malos. No pod¨ªan ser malas, con su pielecita satinada, sus labios oferentes, sus vocecillas. Los chicos, en cambio, jugaban al f¨²tbol, se peleaban, y el m¨¢s fuerte pegaba al m¨¢s chico. Claro que entre ellas se pod¨ªa dar la madrastra de Blancanieves o Milady: excepciones.
Me cost¨® mucho saber que no hay buenos o malos: y llegar a ideas igualitarias en la cuesti¨®n de los sexos. Al "todos somos iguales" y a la peque?¨ªsima filosof¨ªa de deducir que hay situaciones en la que uno es lo que no quiere ser. Se es tonto cuando se est¨¢ obligado a serlo, porque si no no se ganar¨¢ lo suficiente. Para ser listo no hay ese est¨ªmulo.
Me est¨¢ costando mucho trabajo volverme atr¨¢s, y aceptar que el hombre es malo por naturaleza y la mujer es buena. Por muchas mujeres golpeadas que me ense?en, no voy a creer en la generalidad.. Por mucho Clinton que me muestren acosado ante los tribunales, no creer¨¦ que todas son codiciosas, arteras, explotadoras. La vida me ha hecho complejo. Ni siquiera la vista de Mariscal de Gante me hace creer en la maldad intr¨ªnseca de la mujer ni en que la justicia tenga que ser vengativa y punitiva. Aunque quiz¨¢ muchas veces tenga que callarme.
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