Teolog¨ªa punta
DESDE SU primer discurso al pisar suelo cubano, Juan Pablo II ha presentado su viaje como una labor de mediaci¨®n y de reconciliaci¨®n, en la que debi¨® abundar el Pont¨ªfice en su reuni¨®n anoche con Castro. "Que Cuba se abra al mundo". Es decir, que abra espacios a las libertades; incluso que se facilite la reconciliaci¨®n de los cubanos, a la que hizo referencia al mencionar la necesidad de las reunificaciones familiares, algunas de las cuales se est¨¢n produciendo con un regreso temporal a Cuba de centenares de exiliados. "Que el mundo se abra a Cuba". Esto es, que EE UU levante su embargo.El Papa no ha ido a Cuba cuando ha querido, sino cuando le ha dejado el padre de la revoluci¨®n; es decir, cuando el comandante lo ha necesitado para reforzar su posici¨®n dentro y fuera de la isla, aunque sea al precio de abrir un espacio a la Iglesia. En este sentido, el dictador ha hecho un uso h¨¢bil de la llegada del Papa para lanzar su propio mensaje no s¨®lo ante los cubanos congregados en el aeropuerto de La Habana, sino ante millones de telespectadores. Ojal¨¢ que aproveche la ocasi¨®n tambi¨¦n para poner en libertad a los presos pol¨ªticos.
Fidel Castro est¨¢ actuando con malicia. En el texto le¨ªdo en el aeropuerto se not¨® la influencia del sector eclesial identificado con la teolog¨ªa de la liberaci¨®n. Sin duda recibi¨® buenas ayudas para escribirlo. Buscando culpables de la penuria actual de los cubanos, Castro no resisti¨® la tentaci¨®n de remontarse a la colonizaci¨®n espa?ola. Sus palabras fueron recogidas por el descomunal aparato desplazado por RTVE, pero no fueron escuchadas por ning¨²n embajador espa?ol: no lo hay. Salvo ese desfasado recurso a la historia para justificar el presente, Castro hizo un discurso h¨¢bil: en todo momento se dirigi¨® al Papa, nunca a la Iglesia, buscando incluso una complicidad en lo social, en el ecumenismo, y en las referencias a la propia experiencia del Papa como polaco que sufri¨® los campos de concentraci¨®n, compartiendo con ¨¦l no las convicciones en s¨ª msimas, sino la fuerza para defenderlas. Al Papa no le pudo molestar este elogio, aunque no haya ca¨ªdo bien en la curia.
El Papa podr¨¢ tambi¨¦n hablar de derechos humanos, de libertades -no de democracia, palabra bastante ajena a la estructura eclesi¨¢stica-, o de ampliar las posibilidades de elecci¨®n en materia educativa, como hizo ayer en su primera gran misa multitudinaria en Santa Clara, retransmitida por la televisi¨®n cubana en un gesto castrista. Pero la mediaci¨®n y la reconciliaci¨®n aparecen para el Papa como el eje de este hist¨®rico viaje, que un vendedor local de peri¨®dico -en las circunstancias cubanas casi sobra el plural- describi¨® a voces: "Un Papa recibe a otro Papa".
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