A vueltas con el "pensamiento ¨²nico"
En un art¨ªculo titulado A favor del "pensamiento ¨²nico" (EL PA?S, 24 de octubre de 1997), Xavier Rubert de Vent¨®s emprende una defensa de la idea de Mercado (as¨ª, con may¨²scula), a la que equipara con la idea de Contrato Social que Rousseau postul¨® en el siglo XVIII y que provoc¨®, seg¨²n ¨¦l, cr¨ªticas semejantes por parte de los intelectuales de su tiempo. Si bien, dig¨¢moslo desde el comienzo, suaviza esa defensa con algunas correcciones socialdem¨®cratas.Lo primero que llama la atenci¨®n es que un autor que cultiva la filosof¨ªa no advierta que los t¨¦rminos pensamiento y ¨²nico son incompatibles, o bien, para hablar con m¨¢s precisi¨®n, que la uni¨®n de ambos t¨¦rminos constituye lo que los antiguos llamaban una contradictio in adiecto, es decir, la atribuci¨®n a un sustantivo de un adjetivo que contradice su significado. El pensamiento, para serlo, no puede renunciar a su tarea cr¨ªtica, que implica la confrontaci¨®n permanente con otros pensamientos, sin caer en escolasticismos que lo convierten en una repetici¨®n mec¨¢nica de doctrinas consideradas incuestionables, como lo hicieron aquellos a quienes el mismo Rubert acusa de desacreditar el socialismo desde Mosc¨². No hubo en la historia ning¨²n absolutismo que no buscara su legitimaci¨®n en alg¨²n pensamiento ¨²nico, desde la doctrina del derecho divino de los reyes, pasando por el contractualismo de Hobbes y terminando (?terminando?) en la ideolog¨ªa del neoliberalismo en boga.
La doctrina del pensamiento ¨²nico es otra variante del anuncio del fin de la historia y la muerte de las ideolog¨ªas: la historia ha terminado, dicen los nuevos profetas, porque el liberalismo se ha impuesto como "el ¨²ltimo paso de la evoluci¨®n ideol¨®gica de la humanidad y la universalizaci¨®n de la democracia liberal como forma final de gobierno humano" (Fukuyarna dixit). Desde este punto de vista, la muerte de las ideolog¨ªas s¨®lo se refiere a aquellas que no coinciden con la propia: la ideolog¨ªa liberal no s¨®lo pretende el triunfo definitivo, sino la definitiva aniquilaci¨®n de sus adversarios. Es decir, un pensamiento sin contradicciones globales, sin confrontaci¨®n con lo distinto, ocupado tan s¨®lo en el c¨¢lculo econ¨®mico y la interminable resoluci¨®n de problemas t¨¦cnicos. Me cuesta creer que Rubert de Vent¨®s adhiera a un modelo de este tipo, mezcla de ignorancia hist¨®rica y creencia religiosa; prefiero suponer que intenta atribuir a la expresi¨®n pensamiento ¨²nico un sentido distinto del que tiene habitualmente, quiz¨¢ en un fallido intento de ¨¦pater le bourgeois. Sin embargo, m¨¢s de una idea de su art¨ªculo coincide con los t¨®picos al uso de la nueva religi¨®n del Mercado.
Una de ellas consiste en suponer que la idea de Mercado abre un espacio de pluralidad, tolerancia y universalidad, "sin Doctrina ni Estado interpuestos". Adem¨¢s de suponer gratuitamente que esa idea no supone ninguna "Doctrina", esta afirmaci¨®n implica asociar, como frecuentemente se escucha, la idea de Mercado con la de Democracia. Nada m¨¢s falso: a diferencia del Contrato Social de Rousseau, injustamente considerado como ejemplo de pensamiento ¨²nico, el Mercado goza del privilegio de ejercer el poder sustray¨¦ndose por completo a la voluntad de los ciudadanos. Las decisiones se toman en despachos a puerta cerrada, y no en los parlamentos; la planificaci¨®n de la econom¨ªa (la econom¨ªa es siempre planificada) responde a los intereses de gestores que gozan de un poder que nadie les ha concedido y no tienen que rendir cuentas ante nadie de sus decisiones. Y ello con la ventaja a?adida del anonimato. El adelgazamiento del Estado no supone la apertura de mayores espacios de libertad, sino el desplazamiento del poder a zonas cada vez m¨¢s opacas.
Desde este punto de vista, la famosa globalizaci¨®n de la econom¨ªa poco tiene que ver con la aspiraci¨®n a la universalidad que caracteriza lo mejor del pensamiento ilustrado. Implica m¨¢s bien el retroceso del espacio p¨²blico para dejar paso a la toma de decisiones que responden a intereses particulares, utilizando el mercado mundial para escapar a cualquier control democr¨¢tico. Bastar¨ªa pensar en las ¨²ltimas crisis monetarias internacionales para comprender que el capital financiero -improductivo por definici¨®n- se convierte cada vez m¨¢s en ¨¢rbitro de la distribuci¨®n de la riqueza. De hecho, la ¨²nica globalizaci¨®n realmente vigente es la que se refiere a la circulaci¨®n de capitales y alta tecnolog¨ªa, mientras el mundo desarrollado se defiende con u?as y dientes de la irrupci¨®n de trabajadores extranjeros y los productos competitivos de los pa¨ªses pobres siguen esperando la eliminaci¨®n de medidas proteccionistas.
Creo que Rubert de Vent¨®s cae en una de las trampas m¨¢s peligrosas del pensamiento ¨²nico: hay que elegir, se dice, entre el Mercado y la vuelta a los modelos fracasados de la Europa del Este, entre la libertad y el m¨¢s crudo estatismo. Se trata del viejo truco de construir artificialmente un enemigo contra el cual resulte f¨¢cil luchar. Aceptar esta alternativa implica caer en la pereza mental que caracteriza la actual situaci¨®n de la izquierda: en lugar de recoger cr¨ªticamente la experiencia del pasado y atreverse a elaborar un proyecto que desarrolle esas viejas aspiraciones de justicia e igualdad que han marcado el pensamiento progresista (lo que hizo Rousseau en su tiempo), se prefiere aceptar la omnipotencia del Mercado y limitarse a corregir sus desvar¨ªos con t¨ªmidos matices de contenido humanitario.
Este camino, quiz¨¢ sembrado de buenas intenciones, termina por aceptar las reglas de juego del adversario. Si la idea del Mercado se sigue escribiendo con may¨²scula, su l¨®gica tiende a imponerse a cualquier filantrop¨ªa: en un Mercado mundial, el poder tiende a concentrarse en pocas manos y ser¨¢n ellas las que fijen las reglas de juego para la inmensa mayor¨ªa. Por s¨ª mismo, el Mercado no admite otra l¨®gica que la competitiva, y el resultado de esa competitividad universal conduce a dividir el mundo entre triunfadores y perdedores. Que es lo que est¨¢ sucediendo. Otra cosa ser¨ªa contar con el Mercado como uno m¨¢s de los mecanismos de creaci¨®n y distribuci¨®n de riqueza y ponerlo en funci¨®n de lo que realmente importa: en palabras de Arist¨®teles, el deseo humano de "vivir bien". Y en esto consiste la asignatura pendiente de la izquierda.
Quiz¨¢ se pueda acusar de ut¨®pico un pensamiento que ponga en cuesti¨®n la hegemon¨ªa del Mercado. Pero, sin hablar de la importancia de las utop¨ªas en la Historia, me parece a¨²n m¨¢s ut¨®pica la concepci¨®n de un Mercado mundial espont¨¢neamente autorregulado por una mano invisible que le confiera "el monopolio de la racionalidad y la eficacia".
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