General fiscal
HACE SEIS meses, el Gobierno pretendi¨® cerrar la crisis de la fiscal¨ªa de la Audiencia Nacional mediante un gesto de autoridad: nombr¨® fiscal jefe de ese tribunal al sancionado Eduardo Fungairi?o, pasando por encima de la opini¨®n razonada de todas las instancias asesoras y profesionales del ministerio p¨²blico. Las advertencias sobre el jard¨ªn en que se estaba metiendo el Gobierno provocaron un ataque de risa del presidente Aznar que fue retransmitido por televisi¨®n. Sin embargo, uno de los efectos de ese gesto de autoridad fue descolocar al fiscal general del Estado ante los miembros de la carrera fiscal. No s¨®lo no se resolvi¨® la crisis de la Audiencia Nacional, sino que se crearon las condiciones para que se generalizara a todo el ministerio p¨²blico. El enfrentamiento abierto al que asistimos estos d¨ªas entre las dos asociaciones de fiscales y el fiscal general ilustra el deterioro producido.El fiscal general, Jes¨²s Cardenal, encarg¨® d¨ªa atr¨¢s al jefe de inspecci¨®n de la fiscal¨ªa, Juan Jos¨¦ Mart¨ªnez Zato, que "pusiera firmes" a los presidentes de las asociaciones de fiscales, Miguel Colmenarejo y Carlos Castresana. El mensaje, interpretado como una amenaza por los aludidos, respond¨ªa a sus cr¨ªticas por la reciente decisi¨®n de la ministra de Justicia de anular las sanciones impuestas en su d¨ªa a los fiscales Fungairi?o y M¨¢rquez de Prado. Las asociaciones interpretaron esa decisi¨®n como una desautorizaci¨®n del ministerio fiscal por parte del Ejecutivo y reprocharon a Cardenal haberse plegado a los deseos de la ministra. Mart¨ªnez Zato ratific¨® ayer, en t¨¦rminos generales, la interpretaci¨®n que las asociaciones hab¨ªan hecho del mensaje de Cardenal; ¨¦ste, por el contrario, asegur¨® que en ning¨²n momento pretendi¨® amenazar o coartar la libertad de expresi¨®n de las asociaciones. La ministra aval¨® esa interpretaci¨®n y descart¨® destituir al fiscal, como le hab¨ªa pedido la oposici¨®n.
Aparentemente, el problema se plantea en t¨¦rminos de palabra contra palabra: la de Cardenal contra la de Mart¨ªnez Zato. Este ¨²ltimo ha ofrecido, sin embargo, detalles que el fiscal general no ha desmentido y que parecen abonar la versi¨®n del jefe de la inspecci¨®n. Sobre todo, por las alusiones a expedientes disciplinarios que Cardenal habr¨ªa deslizado en la conversaci¨®n, aunque, seg¨²n Zato, ¨¦l mismo le convenci¨® de que desistiera de plantear tal cosa. El fiscal general no descarta que se haya producido "una mala transmisi¨®n" de su mensaje, pero sus explicaciones sobre lo que quiso decir no despejan las dudas. Asegura que defiende la libertad de expresi¨®n de las asociaciones, pero tambi¨¦n que ¨¦stas han ido "m¨¢s all¨¢ de la sana cr¨ªtica" y les niega autoridad para pedir su dimisi¨®n, dado que no representan a toda la profesi¨®n, sino s¨®lo a sus afiliados.
Se puede discutir si debieran o no existir asociaciones profesionales de fiscales (y jueces), suced¨¢neos de la militancia sindical, expresamente prohibida por la Constituci¨®n. Pero lo que no tiene sentido es que una vez legalizadas se las someta a restricciones en cuanto a los temas sobre los que pueden opinar. Que el ministerio fiscal se rija por el principio jer¨¢rquico no significa que no puedan criticar al fiscal general o a la ministra de Justicia. Por lo mismo, lo m¨¢s preocupante ser¨ªa que la orden de "poner firmes" a las asociaciones que hab¨ªan criticado a la ministra hubiera emanado del Gobierno. En todo caso, al avalar la versi¨®n de Cardenal, la ministra compromete al Ejecutivo.
En realidad est¨¢ comprometido desde el principio en una crisis que no supo afrontar. Prefiri¨® contentar a los sectores medi¨¢ticos que le exigieron levantar las sanciones contra los fiscales indomables e incluso promocionar a su jefe. El resultado est¨¢ a la vista. La semana pasada, todos los grupos pol¨ªticos, incluyendo el del PP, desautorizaron las opiniones sobre las dictaduras militares deslizadas por Fungairi?o en su famoso informe; ahora, las asociaciones de fiscales y la oposici¨®n piden la destituci¨®n del fiscal general. La oposici¨®n al nombramiento de Fungairi?o no era un asunto de risa.
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