El color del oto?o
El primer Mozart del nuevo Real -Las bodas de F¨ªgaro fue tambi¨¦n el primer t¨ªtulo del compositor salzburgu¨¦s que se represent¨® en Madrid: en 1802, en el teatro de Los Ca?os del Peral- reun¨ªa a varios de los cantantes espa?oles j¨®venes que ahora triunfan por los grandes teatros europeos, y ven¨ªa avalado por la producci¨®n que J¨¹rgen Flimm y sus colaboradores dise?aron para la ¨®pera de Amsterdam en 1993.El planteamiento esc¨¦nico se mueve entre lo conceptual y lo simb¨®lico, con un juego entre lo geom¨¦trico y el desorden que parece ilustrar la afirmaci¨®n de Charles Rosen cuando escribe que la esencia del estilo cl¨¢sico est¨¢ en la "resoluci¨®n sim¨¦trica de las fuerzas opuestas".
La naturaleza -con los colores del oto?o- va ganando protagonismo conforme transcurre la loca Jornada -bien matizada por la iluminaci¨®n- en que el mundo y sus agitaciones pueden girar alrededor de una cama o de un teatro, hasta desembocar en el maravilloso y enternecedor nocturno final que supone el cuarto acto. Nunca se pierde el sentido humanista de unos personajes que cantan y viven arrastrados por una m¨²sica que como dec¨ªa Jean Starobinski "representa admirablemente la confusi¨®n y el desorden en el que se pierden los rangos sociales, donde se mezclan la amargura, el placer, la ilusi¨®n de los disfrazados, la culpa y el perd¨®n. Bajo los pinos de un gran jard¨ªn, la persecuci¨®n amorosa de la loca jornada s¨®lo encuentra el orden de las condiciones y sentimientos a trav¨¦s del redoblamiento del desorden y del enga?o".
Las bodas de F¨ªgaro
?pera en cuatro actos, de Mozart, con libreto de Da Ponte, basado en una comedia de Beaumarchais. Direcci¨®n musical: Gianandrea Noseda. Direcci¨®n esc¨¦nica: J¨¹rgen Flimm. Escenograf¨ªa: Rolf Glittenberg. Con Carlos Alvarez (Conde), Patricia Schuman (Condesa), Isabel Rey (Susanna), Carlos Chausson (F¨ªgaro) y Eirian James (Cherubino). Orquesta Sinf¨®nica de Madrid, Coro de la Comunidad de Madrid. Producci¨®n de la ¨®pera de Amsterdam. Teatro Real, 24 de enero.
El canto mozartiano es, por encima de todo, el canto de la naturalidad. No hay artificio posible. Con una naturalidad portentosa cant¨® la soprano valenciana Isabel Rey en su retorno oper¨ªstico a Madrid tras siete a?os de ausencia. Alcanz¨® una actuaci¨®n extraordinaria, tanto teatral como musicalmente, componiendo una Susanna di¨¢fana en la t¨ªmbrica, incisiva en los recitativos y acentos y con un equilibrio perfecto entre la levedad y la hondura.
Dijeron por megafon¨ªa antes de empezar la representaci¨®n que Carlos Chausson ten¨ªa laringitis. Escuch¨¢ndole su Non piu adrai nadie lo creer¨ªa. Su presencia en los repartos es siempre una garant¨ªa. Carlos Alvarez, en el momento de su despegue internacional, compuso un Conde lleno de nobleza vocal. Menos convincentes estuvieron Patricia Schuman, sin la voz id¨®nea todav¨ªa para la Condesa y con una vibraci¨®n que perjudic¨® su Dove sono, y Eirian James, con un Cherubino al que le falt¨® algo de definici¨®n. Las escenas de conjunto .-incluso el dificil¨ªsimo final del segundo acto- funcionaron con desenvoltura.
La Orquesta Sinf¨®nica de Madrid, dirigida por Gianandrea Noseda, dej¨® el protagonismo a las voces con una versi¨®n cantabile, a mi juicio excesivamente ligera, y en momentos algo apagada. El Coro de la Comunidad de Madrid, dirigido por Miguel Groba, volvi¨® a lucir su bello color y su precisa afinaci¨®n. Sin llegar a ser unas Bodas de F¨ªgaro excepcionales, se siguen con inter¨¦s. En una obra tan compleja y tan hermosa, no es poco.
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