Los 'mandaos'
El d¨ªa 5 de enero era lunes y v¨ªspera de Reyes y tuve que ir al banco en plena ruina y por razones obvias. Hay, durante las entra?ables fiestas navide?as, jornadas de fiesta-fiesta y, en el in-between (que quiere decir "entremedias", pero queda m¨¢s gracioso y como un poco er¨®tico en ingl¨¦s), un notable cachonde¨ªllo vacacional, extraoficial pero consuetudinario, que explota a media ma?ana en las empresas, y no digamos los ministerios, se propaga por todas las oficinas, calles, bares, restaurantes, etc¨¦tera, exige un compartido y jovial consumo et¨ªlico con los amiguetes y suele resultar, aunque no se diga por ah¨ª, m¨¢s l¨²dico que las conmemoraciones hogare?as, los d¨ªas grandes, en plena e inexorable entra?abilidad.Yo cre¨ªa de buena fe que estas cosas pasaban s¨®lo las v¨ªsperas de Navidad y A?o Nuevo, pero estaba en un error, pues result¨® que la costumbre se respetaba tambi¨¦n en los umbrales de la Epifan¨ªa. ?Largas, largu¨ªsimas fiestas! As¨ª que llegu¨¦ a la una y poco al banco, que es a lo que iba, y me lo encontr¨¦ cerrado. Tres se?oras rubias "de frasco", que se dec¨ªa antiguamente, de ¨¦sas que llevan el cogote escamondado y abrigo de piel, aporreaban enfurecidas la puerta, cada una por su lado. En realidad, ten¨ªan raz¨®n, pues ni la sucursal ni los medios de comunicaci¨®n, que las se?oras iracundas y yo supi¨¦semos, hab¨ªan informado del cierre anticipado. Su esfuerzo consigui¨® que al final acudiera a la puerta, con cara de no muchos amigos, el guarda jurado atrincherado dentro. Entreabri¨® (el banco se encuentra en obras, funciona en un local provisional y no est¨¢ protegido por solemnes puertas blindadas y dem¨¢s), asom¨® el cuezo y proclam¨® que ¨¦l era un mandao.
?C¨®mo se protesta eficaz y fehacientemente en un pa¨ªs donde todos los interlocutores del ciudadano agraviado, por la raz¨®n que fuere, se encogen de hombros y alegan su condici¨®n de mandaos? Esta indefensi¨®n generalizada aumenta a¨²n por el hecho de que las empresas funcionan m¨¢s y m¨¢s, en muchos de sus servicios, por el sistema de contratas. ?Para qu¨¦ servir¨ªa, en caso de enfurecimiento dram¨¢tico, intentar la apelaci¨®n al jefe directo del primer mandao si, aparte de ser otro mandao, tampoco forma parte de la entidad que origin¨® la reclamaci¨®n? Proliferan los ejemplos: ese operario que desenfunda de pronto su sierra mec¨¢nica y corta por la mitad el a?oso ¨¢rbol que aportaba sombra, belleza y una bocanada de ox¨ªgeno a nuestro portal, casa, vida, jam¨¢s se preocupa de justificar ante los vecinos o viandantes una agresi¨®n que resultar¨ªa ins¨®lita en otras latitudes m¨¢s civilizadas. Se sabe arropado por las tercermundistas tradiciones desmochadoras de los Ayuntamientos madrile?os y le importa un r¨¢bano el disgusto de los damnificados.
Pero mandaos son tambi¨¦n, aunque est¨¦n en n¨®mina de sus respectivas empresas, esos recepcionistas de urgencias que, sobre todo en los establecimientos de la sanidad p¨²blica, suelen mostrarse mucho m¨¢s interesados por el n¨²mero del DNI o la Seguridad Social de la v¨ªctima que ante ellos arriba en estado semicomatoso que por facilitarle un ingreso r¨¢pido o buscar un alivio inmediato para su dolor. Y mandaos son los guardias que irrumpen en los hogares reci¨¦n desvalijados sin otra obsesi¨®n, aparentemente, que averiguar los nombres de pila de padres y madres de desvalijados, deudos, vecinos, porteros y dem¨¢s familia. No importa, en esta pasi¨®n burocr¨¢tica, que los susodichos autores de nuestros d¨ªas hayan muerto hace miles y miles de a?os.
Todos somos mandaos, incluso -traslad¨¢ndonos al ¨¢mbito pol¨ªtico- los se?ores y se?oras diputados. Ellos, y los concejales en la esfera local, deber¨ªan poseer justificaciones, respuestas o soluciones para las quejas del pueblo soberano que presuntamente representan.
Deber¨ªan ser capaces, incluso, de razonar u opinar libremente. Pero aqu¨ª chocamos con la r¨ªgida disciplina interna, nada democr¨¢tica, impuesta por los distintos aparatos de los partidos.
Pensemos en las madres de la patria marca PP, feministillas ellas, aplaudiendo la observaci¨®n de uno de sus chicos, jocosa pero machista, sobre el escote de una parlamentaria de la oposici¨®n. Tambi¨¦n ellas son, ?ay!, unas mandadas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.