Una nueva mirada
"Procedo de tiempos oscuros", cant¨® un d¨ªa en el escenario del cabar¨¦ berlin¨¦s donde de muchacho se ganaba el jornal, guitarra en mano. En la oscuridad natal, desde muy joven, Brecht se adiestr¨® en la busca de luz a zarpazos y a regates. Y se las ingeni¨® para inventar sus c¨¦lebres 10 distintas maneras de decir la verdad y cantar, ante la resistible ascensi¨®n de Adolf Hitler, con la voz enronquecida: "S¨®lo la violencia vale all¨ª donde la violencia reina". Luch¨® hasta la extenuaci¨®n con luminosa iron¨ªa y asombrosa elocuencia por la libertad y la emancipaci¨®n de la gente de su tierra y su tiempo, que son a¨²n esta tierra y este tiempo. Su vigencia no pervive, crece.Hubo acuerdo en olvidar los airados or¨ªgenes libertarios del poeta. Brecht evolucion¨® en solitario hacia el marxismo y fue en el exilio donde dio forma definitiva a su dramaturgia de combate, a la escena concebida no como un reflejo sino como un territorio de las luchas de clases. Pero sin sus or¨ªgenes libertarios se entienden mal, o no se entienden, las dificultades que encontr¨® la desembocadura de su teatro en el estalinismo, que nunca logr¨® digerirlo. Lo domestic¨®, que es otra cosa, la contraria.
Joseph Losey, que muy joven dirigi¨® en Nueva York el estreno de Galileo Galilei (interpretado por Charles Laughton y supervisado por Brecht), escribi¨® su art¨ªculo El ojo del maestro donde bucea en el fondo de la dramaturgia de Brecht y deduce que no cre¨® otra forma de hacer drama, sino una nueva, absolutamente nueva, manera de verlo. La idea del gran disc¨ªpulo americano de Brecht proviene de los a?os cuarenta y sorprende que diga lo mismo que siguen diciendo quienes ahora echan a andar a su sombra. Por ejemplo, Michael Haneke, que explic¨® su espeluznante mazazo contra la burgues¨ªa austriaca de Funny games como derivaci¨®n de "lo que desat¨® Brecht, una mutaci¨®n en la mirada".
Museo y mausoleo
Tras su exilio americano, Brecht volvi¨® a Alemania y se instal¨® en Berl¨ªn, donde los dirigentes de la RDA le abrieron de par en parlas puertas del Berliner Ensemble, aunque lo que en realidad se abri¨® con ellas fue su tumba. Mientras vivi¨® hizo de aquel teatro un refinado laboratorio donde se encerr¨®. para redondear la roca sin pulir de su dramaturgia. Pero muri¨® prematuramente y en el largo tiempo que su mujer, Helene Weigel, le sobrevivi¨® al frente del Berliner ¨¦ste se convirti¨® en su museo y (es lo mismo) en su mausoleo, donde se ofici¨® hasta hace poco y ad nauseam una repetici¨®n acartonada de su lib¨¦rrimo lenguaje.
Y es ahora, barrida la confortable c¨¢rcel en que le encerraron los estalinistas, cuando es de nuevo posible rescatar la obra de Brecht envuelta en su genio, el de esa nueva mirada, que sigue si¨¦ndolo en todo su esplendor, como el que aqu¨ª dedujeron de ella Jos¨¦ Luis Alonso en El c¨ªrculo de tiza caucasiano y Jos¨¦ Luis G¨®mez en La resistible ascensi¨®n de Arturo Ui, o Strehler en su ?pera de perra gorda del Piccolo, o Liubimov en su Galileo del Taganka de Mosc¨²: Brecht en plena libertad, desamarrado de la ortodoxia brechtiana que fabricaron sobre ¨¦l en la tumba del Berliner Ensemble.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.