La tristeza del miedo en Sevilla
Los familiares de los concejales se confiesan atemorizados tras el doble asesinato de ETA
La escena est¨¢ envuelta por un d¨ªa lluvioso, feo, en el que una ciudad tan dispuesta a gustarse no se quiere reconocer. "Mi mujer me pregunt¨® esta ma?ana: '?Qu¨¦, lo vas a dejar, verdad?' Y no fui capaz de decirle que no". El diputado del PP por Sevilla se abraza a un amigo a la salida del funeral por Alberto Jim¨¦nez-Becerril y Ascensi¨®n Garc¨ªa Ortiz y le dice: "Estoy roto, sin ilusi¨®n, mi mujer y mis hijos quieren que lo deje, temen por m¨ª y por ellos". Luego, ya en voz baja, conf¨ªa que esa misma ma?ana, al salir de casa, mir¨® instintivamente a un lado y a otro, con el coraz¨®n en un pu?o. Se puso a llorar solo en su calle vac¨ªa, un t¨ªo tan grande, abogado en Sevilla y diputado en Madrid. "?Y sabes por qu¨¦ lloraba?, ofrece su confesi¨®n limpia y sin tapujos: "Lloraba por Alberto y por Ascen, y por mi miedo".No est¨¢ solo. Los concejales del PP en Sevilla -y con ellos los de los dem¨¢s partidos- se confesaron ayer sencillamente aterrorizados. Por la tragedia de Alberto, por la de Ascensi¨®n, por la de sus tres ni?os tan chicos, y tambi¨¦n por la de ellos. El viernes, de madrugada, la muerte se sali¨® del rinc¨®n de lujo que Sevilla le tiene reservado en sus cofrad¨ªas -la Mortaja, el Santo Entierro, el Cristo de la Buena Muerte-, en las pinturas tenebristas de Vald¨¦s Leal. Lo invadi¨® todo. ETA no s¨®lo ha llevado a la tumba a Alberto y a Ascensi¨®n (820 cad¨¢veres desde 1968), tambi¨¦n ha llenado de desasosiego a los que fueron sus compa?eros; de un lado y otro de la pol¨ªtica. Que aqu¨ª -sin concejales de HB sentados en los esca?os- nadie masca chicle y mira para otro lado ante la muerte de nadie.
"?D¨®nde est¨¢ t¨² mujer?", le preguntaron el viernes a uno de los concejales del PP de Sevilla. "Llorando en casa", respondi¨®, "incapaz de asumir lo que est¨¢ pasando, tirada en la cama". "Me ha dicho que no va a venir, que no quiere ver los f¨¦retros de Alberto y de Asen, que no ser¨ªa capaz de soportarlo. Ten en cuenta que hab¨ªamos quedado para almorzar". Ayer por la ma?ana, la mujer del concejal tampoco se acerc¨® al entierro, pero por la tarde se puso guapa y fue a la manifestaci¨®n. Quer¨ªa sobreponerse, reconquistar unas calles que se le hab¨ªan vuelto peligrosas y extra?as. Mir¨® a su marido, al principio de la manifestaci¨®n y, delante de otros concejales, tambi¨¦n acompa?ados por sus esposas, le pidi¨®: "Pensad en nosotras". Escenas parecidas se repitieron durante todo el d¨ªa. Frases que hablaban de miedo y que quer¨ªan ser an¨®nimas. Porque tambi¨¦n en esto la ciudad cambi¨® ayer. La costumbre de hablar y pasear a cuerpo gentil -ofrecerse en discusi¨®n a los vecinos de bar, de autob¨²s, de cola del paro, tapear al relente- se escondi¨®, al menos por unas horas. A ning¨²n concejal -mucho menos a sus familiares- le apetec¨ªa hablar abiertamente del miedo, ponerle su r¨²brica al temor. Dos de los hijos mayores de un concejal de la oposici¨®n acudieron ayer al entierro, y despu¨¦s, ya en la glorieta de salida, decidieron deshacer el nudo de la garganta hablando claro: "Me he imaginado a pap¨¢ y a mam¨¢ en las cajas de Alberto y Asen, y me he puesto malo. Esto hay que arreglarlo de alg¨²n modo, ya". Uno de los asistentes al entierro le pregunt¨® con ansiedad a Javier Arenas, el ministro que empez¨® de concejal en Sevilla: "?Y qu¨¦ vais a hacer?". El ministro le ech¨® la mano por encima, lade¨® la cabeza, y le contest¨®: "?Y qu¨¦ quiere que hagarnos?".
Manos blancas contra casquillos de 9 mil¨ªmetros parabellum, silencio de manifestaci¨®n contra los dos gritos horribles de las pistolas. De nuevo el mismo ritual contra ETA. La noche del viernes -con Alberto y Ascensi¨®n todav¨ªa de cuerpo presente- las calles de Sevilla se quedaron vac¨ªas; los bares, tambi¨¦n. Ayer, algo m¨¢s repuestos, los sevillanos volvieron a pasear las calles. Los ni?os sacaron de las cajas de cart¨®n los guantes blancos de nazareno y los ense?aron al aire para decir basta ya. Dentro de dos meses, las V¨ªrgenes de abril lucir¨¢n en sus varales lazos negros por Alberto y Ascensi¨®n. S¨®lo entonces, quiz¨¢s, la muerte recupere su sitio en Sevilla.
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