El gigante dormido
Desde antes de las navidades se vienen sucediendo, con mayor menor intensidad, los actos de protesta (?de identificaci¨®n?) de os parados franceses. Y quiz¨¢ por primera vez en Europa son los parados alimento de primera p¨¢gina de los rotativos europeos y noticia de apertura en todos los telediarios sea cual sea su pelaje. ?Qu¨¦ est¨¢ pasando? ?Ser¨¢ que los problemas del desempleo se han situado en el epicentro de la acci¨®n pol¨ªtica y social de Europa? ?O se trata de una atractiva cr¨®nica de sucesos?Lo que ha pasado se puede resumir en dos l¨ªneas: varios parados agrupados en distintas asociaciones -Partage, CDSL, AC, MNCP y APELIS- deciden ocupar las UNEDIC -oficinas francesas de Inem gestionadas por los agentes sociales- y exigen una serie de reivindicaciones: concesi¨®n de una paga de fin de a?o, incremento de la prestaci¨®n m¨ªnima de desempleo, etc¨¦tera.
Pero lo verdaderamente importante es que el sujeto social invisible formado por millones de personas sin empleo se ha corporizado. El gigante dormido se despierta, y sus primeros bostezos causan estupor y p¨¢nico a la bienpensante y ah¨ªta sociedad occidental. Lo que de verdad ha pasado lo sintetizaba con rara precisi¨®n uno de los insumisos:
"Sentado all¨ª con mis compa?eros, ocupando la UNEDIC, me he uelto a sentir ciudadano".
Eso: "Me he vuelto a sentir ciudadano". Y esto, sin duda, es lo m¨¢s importante. Esto es de lo que no hemos hablado en las innumerables e interminables cumbres, seminarios, jornadas y conferencias sobre el empleo.
El empleo, y la pol¨ªtica de empleo, ha sido y sigue siendo reh¨¦n de la pol¨ªtica econ¨®mica. Una variable econ¨®mica m¨¢s.
Con brocha gorda podr¨ªamos describir la evoluci¨®n de la pol¨ªtica de empleo de la siguiente manera: al principio, el empleo importaba poco, por no decir nada, se le consideraba pura y simplemente un efecto inducido del crecimiento, lo importante era crecer, y una vez que lo consigui¨¦ramos, el empleo vendr¨ªa dado por a?adidura. Poco a poco se vio que las cosas en realidad no funcionaban as¨ª, y se comprob¨® que era compatible el crecimiento con el estancamiento e incluso la destrucci¨®n de empleo, por ello se alumbr¨®. la siguiente teor¨ªa: urge aplicar. pol¨ªticas que traduzcan el crecimiento en empleo. Y esas pol¨ªticas que aportaban valor a?adido al crecimiento fueron llamadas pol¨ªticas de empleo: de formaci¨®n, de intermediaci¨®n, de protecci¨®n de colectivos m¨¢s desfavorecidos, de flexibilidad, etc¨¦tera. No s¨¦, pero tengo la impresi¨®n de que, aunque estas pol¨ªticas de empleo acompa?en a un crecimiento sostenido -como ahora acostumbramos a decir-, el problema de los 19 millones de parados europeos va a seguir siendo una impertinente y recalcitrante realidad. ?Entonces?
Pues entonces habr¨¢ que alumbrar una nueva aproximaci¨®n al problema del desempleo, que consistir¨¢ -y perd¨®n por la herej¨ªa- en considerar las actuales bolsas de desempleo casi como variables independientes del crecimiento econ¨®mico para, a partir de ah¨ª, defender la separaci¨®n de la pol¨ªtica de empleo de las pol¨ªticas de desarrollo. Una pol¨ªtica distinta, aut¨®noma, con identidad propia.
Y puestas as¨ª las cosas, y caminando un poco m¨¢s en esta direcci¨®n, podr¨ªamos afirmar algo que a cualquiera puede resultar obvio -"la dram¨¢tica persecuci¨®n de lo obvio"-: que son o deben ser los desempleaos el verdadero objetivo de la pol¨ªtica de empleo. En ellos -quiz¨¢ s¨®lo en ellos- est¨¢ la soluci¨®n.
Vamos a ver si desvinculamos la pol¨ªtica de empleo de la pol¨ªtica econ¨®mica -lo cual no es ninguna majader¨ªa, pues hace tiempo que nos alcanz¨® la conocida paradoja que caracteriza nuestras sociedades: "La convivencia de cantidades crecientes de riqueza con cantidades decrecientes de trabajo"-, comprenderemos con mayor facilidad la esencia del problema: el trabajo es entre nosotros el instrumento, en realidad el ¨²nico, de corporizaci¨®n social, de socializaci¨®n; con trabajo somos sociedad y participamos del proyecto social, sin trabajo estamos al margen de la sociedad y del proyecto social; se nos expropia violentamente -como tan bien precisaba el parado franc¨¦s- del derecho de ciudadan¨ªa. Pues bien, el objetivo esencial de la pol¨ªtica de empleo es la restituci¨®n de este derecho, y eso nada tiene que ver ni con el d¨¦ficit, ni con la inflaci¨®n, ni con el. coste del despido ni con el sursum corda.
Por ah¨ª pienso yo que ser¨ªa saludable caminar, procurando un cambio radical en la pol¨ªtica. Hasta la fecha, el objetivo ha sido el empresario; el argumento era simple y en principio inatacable: "Si a usted le facilitamos la contrataci¨®n, seguro que contrata m¨¢s". Puede ser, pero no es seguro, el empresario contrata a quien necesita, y no lo contrata para hacer obras ben¨¦ficas, sino para ganar dinero. Y est¨¢ bien que sea asi. Pues bien, el objetivo, ahora, como dec¨ªamos, deben ser los parados, y a la pol¨ªtica, m¨¢s que crear empleo -oficio ¨¦ste en el que no es muy experta-, le debe corresponder gestionar el malestar de estos millones de parados y conseguir que de nuevo -o por primera vez- formen parte del proyecto social. Bien con trabajo, bien con tipos distintos de trabajos que nuestras sociedades se resisten a valorar, bien a trav¨¦s de cualquier mecanismo que seamos capaces de ingeniar.
Y hacerlo con pudor y sin falsos y piadosos dramatismos. Pero, sobre todo, modesta y prudentemente, porque seguimos sabiendo poco del problema -y menos de c¨®mo solucionarlo- y porque los parados, afortunadamente, no son tontos, y como sigamos con milongas de esas "del a?o del empleo", temo que el gigante dormido se acabe convirtiendo en el gigante airado.
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