La ejecuci¨®n de Tucker crea en EE UU un malestar desconocido desde la restauraci¨®n de la pena capital
Los tres productos qu¨ªmicos tardaron apenas ocho minutos en acabar con la vida de Karla Faye Tucker, pero el eco de ese pinchazo mortal tardar¨¢ en desvanecerse. Y no s¨®lo en una Europa que contempla con aterrado pasmo la tranquilidad con la que se aplica la pena de muerte al otro lado del Atl¨¢ntico. En el propio Estados Unidos, la ejecuci¨®n de Tucker segu¨ªa provocando ayer un malestar que no consiguieron despertar ninguna de las 74 practicadas en todo el pa¨ªs el pasado a?o. Fervientes partidarios de la pena capital dicen que el caso Tucker les ha cambiado su visi¨®n.
"El Estado de Tejas ha matado hoy a una buena persona", dijo instantes despu¨¦s de la ejecuci¨®n David Botsford, el abogado de Tucker, que hab¨ªa sido uno de los testigos presenciales. Bianca Jagger, enviada de Amnist¨ªa Internacional a Huntsville, declar¨® a las puertas de la prisi¨®n: "Deseo que lo que ha ocurrido aqu¨ª haga pensar a Estados Unidos sobre la falta de piedad de la pena de muerte. La pena de muerte s¨®lo significa venganza".Por una vez, el telepredicador Pat Robertson estuvo de acuerdo. Robertson, que aunque partidario de la pena de muerte hab¨ªa solicitado clemencia para Tucker, dijo: "Ha sido un acto de venganza sin sentido. Karla Faye Tucker no era la misma persona que cometi¨® los crimenes".
Tucker que, a la 1.45 de ayer, hora espa?ola, fue atada a una camilla y recibi¨® en ambos brazos una dosis letal de productos qu¨ªmicos, era, en efecto, muy distinta de la que en 1983 hab¨ªa matado en Huston a una pareja. Lo prob¨® en sus ¨²ltimos momentos. Mirando al marido y los hijos de una de sus v¨ªctimas dijo: "Lo siento mucho". Y dirigi¨¦ndose a su familia a?adi¨®: "Voy a encontrarme cara a cara con Jes¨²s. Os quiero mucho a todos. Os ver¨¦ cuando llegu¨¦is all¨ª. Estar¨¦ esper¨¢ndoos". Dana Brown, el capell¨¢n con el que Tucker se cas¨® en la c¨¢rcel, declar¨® instantes despu¨¦s, cuando todo hab¨ªa sido consumado: "Hay que cambiar este sistema. No importa que los condenados sean hombre o mujer, son tan s¨®lo seres humanos. ?Y qui¨¦nes somos nosotros para decidir cu¨¢ndo un ser humano es incapaz de redenci¨®n? Eso es lo que hacemos cuando matamos legalmente a la gente". ?Reflexionar¨¢ EE UU sobre un castigo que lo separa de la gran mayor¨ªa de sus aliados democr¨¢ticos? S¨ª, si persiste el malestar provocado por la muerte de Tucker. La muy conservadora cadena de televisi¨®n Christian Broadcasting Network efectu¨® tras la ejecuci¨®n una encuesta entre sus seguidores y el 34% dijeron que el caso Tucker ha cambiado su visi¨®n de la pena capital.
"Si los norteamericanos est¨¢n perturbados por la ejecuci¨®n de Tucker es porque ha puesto un rostro humano a una b¨¢rbara obsesi¨®n nacional", dijo ayer el escritor y sacerdote cat¨®lico de Chicago Andrew Greeley.
Desde su silla de ruedas, Richard Thornton, esposo de la v¨ªctima femenina de Tuckker, confirm¨® que el sentimiento de venganza es uno de los que impulsan a los defensores de la pena capital. Cuando Tucker muri¨® ante sus ojos, Thornton lanz¨® en voz alta un mensaje a su esposa asesinada: "Ah¨ª va, mu?eca. Es toda tuya. El mundo es ahora un lugar mejor".
George Bush, gobernador de Tejas e hijo del presidente hom¨®nimo de EE UU, no hizo ayer el menor comentario sobre su decisi¨®n de no aplazar la ejecuci¨®n. Minutos antes de la misma, hab¨ªa declarado que, "en aplicaci¨®n de las leyes de Tejas", optaba por dejar a Tucker en manos de "una m¨¢s alta autoridad". 435 hombres y dos mujeres (Velma Barfield, en 1984, y Tucker, ayer) han sido ejecutados en EE UU desde la restauraci¨®n de la pena de muerte, en 1976.
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