Dos modelos de universidad
Nuevamente se plantea la modificaci¨®n de la Ley de Reforma Universitaria (LRU), en este caso impulsada por la ministra de Educaci¨®n, Esperanza Aguirre. Por el momento, la ¨²nica alternativa a la propuesta de la ministra es una iniciativa de medidas urgentes, lanzada por CC OO, en la perspectiva de una reforma global de la LRU a medio plazo. Mientras la primera se centra en los tribunales y ejercicios de oposiciones, la segunda lo hace en la estabilizaci¨®n y promoci¨®n interna del profesorado no numerario. Sin embargo, el debate abierto trasciende los aspectos laborales o acad¨¦micos: en la disyuntiva planteada subyacen concepciones antag¨®nicas de la universidad.La concepci¨®n del MEC quedaba de manifiesto en su propuesta inicial, ya rectificada, que recuperaba los concursos de traslado previos a cualquier convocatoria de plaza. Era una universidad m¨¢s pr¨®xima al 1898 que al 1998, concebida como un conjunto desarticulado, formado por la simple yuxtaposici¨®n de c¨¢tedras. Aquella universidad en la que la carrera profesional del profesorado giraba alrededor de traslados y oposiciones sucesivas, que le obligaban a estar m¨¢s pendiente del BOE que de las actividades acad¨¦micas, y en la que las universidades peque?as eran simples puntos de paso.
Por el contrario, las propuestas de CC OO se inscriben en la exigencia de singularizar cada universidad, dot¨¢ndola de personalidad propia para se?alar sus objetivos, especializaciones y prioridades, y para conformar los equipos adecuados para ello. S¨®lo en este modelo tiene pleno sentido el actual mapa universitario, puesto que la simple clonaci¨®n de nuevas universidades con distintos emplazamientos y tama?os resuelve poco m¨¢s que problemas de desplazamiento. S¨®lo con l¨ªneas de trabajo consolidadas, que permitan planificar y afrontar inversiones, se puede hacer frente a los grandes retos, desde contribuir a la creaci¨®n de conocimiento en el ¨¢mbito m¨¢s universal, hasta enraizarse en el entorno m¨¢s inmediato para atender sus demandas de formaci¨®n y trasferencia. Y para ello es necesario articular equipos de trabajo alrededor de estas l¨ªneas, de forma que las incorporaciones no supongan una in¨²til dispersi¨®n de esfuerzos, sino que se integren en ellos o los complementen adecuadamente.
El avance hacia este modelo ha presentado insuficiencias y errores, tanto en el dise?o de la LRU como en su aplicaci¨®n, que han sido instrumentalizados para reclamar el retorno a f¨®rmulas de la antigua universidad (f¨®rmulas ya ensayadas en el pasado hasta desecharlas). Por el contrario, esos defectos deben corregirse profundizando en esta apuesta por la autorresponsabilizaci¨®n de la universidad. No hay que confundir movilidad con trashumancia o peregrinaje. La movilidad hay que entenderla como intercambios, estancias temporales o participaciones en seminarios. No est¨¢ re?ida con la promoci¨®n interna, sino que puede ser estimulada por ¨¦sta, acompa?ada de una pol¨ªtica de subvenciones, sustituciones y periodos sab¨¢ticos. Igualmente, el posible nepotismo en la selecci¨®n del profesorado puede combatirse con evaluaciones externas, controles y preselecciones, y todo ello es compatible con que la ¨²ltima palabra la tenga la propia universidad, a trav¨¦s de una comisi¨®n diversificada y equilibrada. Y frente al peligro de corporativismo, en vez de recurrir a nuevas ¨¦lites dirigentes profesionales, deber¨ªan reforzarse los mecanimos de democracia y participaci¨®n de los poderes p¨²blicos.
Enmarcar el debate sobre modificaciones de la LRU en esta alternativa entre modelos de universidad permitir¨¢ desenmascarar maniobras nost¨¢lgicas que, amparadas en la exageraci¨®n de los defectos, pretenden volver al antiguo r¨¦gimen. Y al mismo tiempo obligar¨¢ a buscar f¨®rmulas para combatirlos que supongan avances hacia al nuevo modelo de universidad que debemos seguir perfilando.
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