Final feliz para un secuestro italiano
Liberado un industrial cerca de Brescia tras pagar un rescate de 450 millones de pesetas
La pesadilla de un encierro que se ha prolongado durante casi ocho meses termin¨® el lunes, al filo de las nueve de la noche, para Giuseppe Soffiantini, un industrial de 62 a?os secuestrado en su domicilio cerca de Brescia -norte de Italia- por una banda sarda en junio pasado. Visiblemente desmejorado, con ambas orejas mutiladas, mal vestido y asustado, Soffiantini fue liberado por sus secuestradores en una carretera pr¨®xima a Florencia, casi una semana despu¨¦s de recoger el rescate pagado por su familia: 450 millones de pesetas en d¨®lares. Se cerraba as¨ª un secuestro que ha mantenido en vilo a la opini¨®n p¨²blica italiana, especialmente desde octubre pasado, cuando fracas¨® una operaci¨®n de la polic¨ªa para liberar al industrial.Pero si la familia Soffiantini vuelve a respirar tranquila tras ocho meses de zozobra, en los que los secuestradores amputaron a su v¨ªctima parte de sus dos orejas, la pol¨¦mica suscitada en Italia por el secuestro del empresario de Brescia y los de decenas de otras v¨ªctimas est¨¢ lejos de aplacarse. La raz¨®n es bien sencilla. Pese a la apasionada defensa hecha por el Gobierno de la legislaci¨®n actual que proh¨ªbe a las familias de los secuestrados el pago de rescate -e incluso autoriza el bloqueo de las cuentas bancarias para impedirlo-, es sabido que la familia Soffiantini ha pagado, y lo ha hecho con la autorizaci¨®n gubernamental. Como pag¨® el ingeniero sardo Tito Melis para lograr hace tres meses la liberaci¨®n de su hija Silvia, de 28 a?os. El final feliz de dos largos secuestros -ocho meses en el primer caso, nueve en el segundo- encierra, sin embargo, una moraleja amarga: la inexorable necesidad del pago del rescate.
La resoluci¨®n del tortuoso caso Soffiantini viene as¨ª a subvertir la ley italiana de 1991, aunque nadie lo reconozca. Una ley aprobada en 1991 para cortar el flujo de fondos e impedir que el secuestro siguiera siendo un delito lucrativo en Italia. Entre 1969 y 1998, las bandas sardas y calabresas que "gestionan" el negocio secuestraron a 691 personas en el pa¨ªs. La intenci¨®n de los legisladores a comienzos de los a?os noventa no era otra que evitar que tan horrendo delito fuese algo lucrativo.
Pero el caso Soffiantini ha sido una prueba demasiado dura para la ley. Se trataba de un hombre enfermo, un influyente empresario de Brescia cuya vida apareci¨® seriamente en peligro cuando el 17 de octubre pasado fracas¨® estrepitosamente la operaci¨®n de rescate llevada a cabo por un cuerpo de ¨¦lite de los carabineros. Un inspector de 34 a?os, Samuele Donatoni, muri¨® en el ataque, que no dio los frutos esperados.
"La vida humana es lo primero", declaraba el ministro del Interior, Giorgio Napolitano, al enterarse de la liberaci¨®n del secuestrado, mientras los diarios italianos revelaban que la orden de pagar hab¨ªa procedido de la magistratura de Brescia, la misma que abort¨® una operaci¨®n similar a cargo de la familia del industrial secuestrado.
La tesis de Napolitano es que la ley es flexible y no r¨ªgida, por lo que permite el "pago controlado", sobre todo una vez que se han mostrado infructuosas otras v¨ªas. Por ejemplo, la policial. Pero si bien la liberaci¨®n de Soff¨ªantini ha llegado por la v¨ªa negociadora, la polic¨ªa ha logrado detener a una parte de la banda que lo ha mantenido encerrado durante ocho meses en cinco diferentes escondites, siempre encadenado. Est¨¢ integrada, al parecer, por una veintena de delincuentes, la mayor¨ªa pertenecientes a clanes semimaflosos de Cerde?a y de Reggio Calabria, muchos de ellos con a?os de c¨¢rcel a la espalda y hasta con ¨®rdenes de busca y captura. La tesis policial es que una parte de la banda, dirigida por un famoso "especialista" del secuestro, Giovanni Farina, puede estar a¨²n en Toscana, no demasiado lejos del lugar donde Giuseppe Soffiantini fue liberado la no che del lunes 9 de febrero.
De ser as¨ª, las fuerzas del orden son optimistas sobre la posibilidad de detener a¨²n al grueso de los implicados y recuperar el bot¨ªn abonado. Una operaci¨®n que pondr¨ªa un colof¨®n de lujo a la dudosa moraleja del caso Soffiantini.
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