Dial¨¦ctica
La dial¨¦ctica es m¨¢s viva en esta versi¨®n teatral -una de las quince o veinte que circulan por el mundo- que en la pel¨ªcula: vale m¨¢s, claro, el relato, la literatura directa del relato de Senel Paz, que se titul¨® El lobo, el bosque y el hombre nuevo. Todo ello forma parte de la mitolog¨ªa cubana de estos ¨²ltimos ocho a?os. Con raz¨®n: en un pa¨ªs tan falto de debates, ¨¦ste plantea uno en el que se encuentran todos los valores de la revoluci¨®n castrista; valores y contravalores. La dial¨¦ctica del personaje marginal y el comunista joven se centra en el respeto humano. Los autores -en tantas vueltas por los g¨¦neros, los personajes de Paz tienen varios autores- no ahorran datos del marginal: ¨¦l mismo se define como maric¨®n por no utilizar ning¨²n subterfugio, ninguna palabra de disimulo.Homosexual en una revoluci¨®n que los prohibi¨®, que se alz¨® con un puritanismo sexual muy propio del comunismo antiguo y m¨¢s a¨²n de este r¨¦gimen, en el que la formaci¨®n cat¨®lica original de Castro y de otros conductores de la revoluci¨®n ha pesado mucho; homosexuales perseguidos, maltratados, exiliados; atormentados en la vida cotidiana si no han tenido nombre de escritor o de pintor para poder escapar. Suele suceder que el marginado por algo adopta otras marginaciones complementarias, por afirmar su personalidad que s¨®lo es negativa por la intolerancia del otro, o del poder.
Fresa y chocolate
De Senel Paz. Int¨¦rpretes: Vladimir Cruz, Fernando Hechevarr¨ªa, Alfredo Alonso. Vestuario: VIadimir Cuenca. Direcci¨®n: Carlos D¨ªaz. Teatro Pr¨ªncipe.
El personaje opuesto es el comunista nuevo. El que ni siquiera puede comprender que se persiga a los distintos: el que entiende que la revoluci¨®n es necesaria, pero no tiene derecho a nombrar diferentes a los dem¨¢s. Siente una amistad no sexual por el marginado; se siente entendido por la cultura del otro -y la cultura aparece aqu¨ª como si fuera tambi¨¦n contrarrevolucionaria-, por sus libros, por sus m¨²sicas. Termina siendo tambi¨¦n sospechoso, y en riesgo de ser tambi¨¦n marginado por el comunismo ortodoxo, representado por un tercer personaje que aparece en la obra con distintas acepciones. A m¨ª me parece que toda la obra est¨¢ hecha desde el punto de vista homosexual, y que la dial¨¦ctica tiende sobre todo a su liberaci¨®n. Ser¨ªa intenci¨®n suficiente para aplaudirla. Hago esta salvedad porque otras personas la entienden como anticastrista, pura y simplemente, y no creo que sea as¨ª. La fusi¨®n entre los dos personajes o entre las dos ideolog¨ªas, en cambio, no indica la conversi¨®n a la homosexualidad del comunista: ser¨ªa demasiado burdo. Indica que la tolerancia forma parte de la libertad; m¨¢s que la tolerancia, la aceptaci¨®n de la normalidad de todo y de todos.
Autor y director
No es f¨¢cil saber qu¨¦ es del autor, qu¨¦ del director; y qu¨¦ ha heredado este director de las otras muchas versiones, porque ellas le hayan podido influir a favor o en contra. "Una pieza dramat¨²rgica existe para que un director la tome como punto de partida, como sugerencia", dice el escritor, que se sienta en la sala como un espectador m¨¢s. Aparte de la posible discusi¨®n de esa doctrina, se puede entender que el autor anuncia un distanciamiento de lo que pueda haber de ajeno en la representaci¨®n. Lo ajeno es una superposici¨®n gestual, un a?adido de m¨²sicas, un amaneramiento deliberado en la dicci¨®n y en los movimientos. Creo que en este caso hay, tambi¨¦n, un deseo de exhibir a los tres excelentes actores; el poder y la educaci¨®n de voces gestos y movimientos indican que s¨ª hay una buena escuela cubana de hacer teatro, y que aqu¨ª hay tambi¨¦n buen motivo para aplaudirla.Quiz¨¢ estas superposiciones al texto indiquen algo inquietante: que en todo r¨¦gimen de prohibici¨®n, o en toda dictadura, se tiende a dotar a la representaci¨®n y a la dramaturgia de un valor a?adido; una especie de subterfugio para indicar que lo que se busca es la forma, la est¨¦tica, la alusi¨®n, lo indirecto. El director, que a?ade una representaci¨®n -o m¨¢s- de otras obras de teatro, hace un exordio con Casa de mu?ecas, de lbsen, en la escena final, en la que la esposa da el terrible portazo que todav¨ªa hoy es el aldabonazo (esa salida es un comienzo) de la revoluci¨®n burguesa de la mujer frente al paterfamilias.
En todo caso, este artificio teatral est¨¢ bien hecho. Todo atrae en el espect¨¢culo: el texto, los personajes, los grandes actores, la direcci¨®n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.