Supermedicamentazo
EL GOBIERNO ha consumado su medicamentazo: 869 f¨¢rmacos han sido excluidos de la financiaci¨®n p¨²blica, lo que equivale a un 3,7% de la factura farmac¨¦utica del Estado. Los ciudadanos que los adquir¨ªan mediante recetas de la Seguridad Social -con una subvenci¨®n del 60% para los activos y el cien por cien para los jubilados- tendr¨¢n que pagarlos ahora ¨ªntegramente de su bolsillo. El objetivo oficial de tal exclusi¨®n es ahorrar 33.500 millones en farmacia para destinarlos a terapias o actividades cl¨ªnicas m¨¢s graves. La medida se suma a la que ya adopt¨® en 1993 el Gobierno socialista, que retir¨® 740 f¨¢rmacos con el virulento rechazo del PP. A diferencia del medicamentazo anterior, la lista aprobada ahora excluye grupos terap¨¦uticos totales, para que los m¨¦dicos no deslicen sus prescripciones hacia f¨¢rmacos m¨¢s caros. Por tanto, algunas dolencias -catarros, varices, diarreas, hemorroides- han sido borradas de un plumazo de la cobertura p¨²blica.La retirada de medicamentos de la financiaci¨®n del Estado no deber¨ªa ser una medida irracional. Es sabido que en Espa?a existe un exceso de productos farmac¨¦uticos, no pocos de escasa eficacia, y que hay una tendencia a un consumo injustificado. Son razones suficientes para defender una reforma racional de las listas de medicinas que financia el erario p¨²blico. Sin embargo, el medicamentazo que anunci¨® el mi¨¦rcoles el Gobierno ha provocado una inquietud social evidente.
En primer lugar, por la falta de transparencia sobre los criterios de exclusi¨®n y el secretismo con que se ha elaborado la relaci¨®n final. Esta opacidad en todo el proceso ha contribuido, entre otras cosas, a que se haya manejado la hip¨®tesis -desmentida por el ministro de Sanidad- de que algunos productos de los laboratorios catalanes se han librado de la exclusi¨®n por supuestas presiones de los socios parlamentarios del Gobierno. Sanidad ha alimentado la confusi¨®n de los ciudadanos con explicaciones contradictorias y con una presentaci¨®n p¨²blica inoportuna del plan, a medio camino entre la impertinencia y la torpeza. Por lo dem¨¢s, no parece muy oportuno que los ciudadanos hayan conocido la relaci¨®n de f¨¢rmacos que deber¨¢n pagar de su bolsillo un d¨ªa despu¨¦s de enterarse de que el Gobierno ha decidido, de tapadillo, subir el salario de los secretarios de Estado en un 30%.
El criterio terap¨¦utico de este medicamentazo es muy endeble, incluso contradictorio. Es explicable el estupor de los ciudadanos, la irritaci¨®n de las organizaciones de consumidores, la hostilidad de los partidos pol¨ªticos y el escepticismo de la propia patronal farmac¨¦utica. Aunque el catarro o las varices sean trastornos menores, seg¨²n diagn¨®stico de los pol¨ªticos de Sanidad para justificar su plan, es dif¨ªcil defender tal afirmaci¨®n cuando el catarro ataca a una persona de edad avanzada. En contra de la presunci¨®n de la medicina m¨¢s avanzada de que no hay enfermedades, sino enfermos, el Gobierno establece artificiosas distinciones entre s¨ªndromes mayores y menores.
La exclusi¨®n resulta especialmente dolorosa para los jubilados, el grupo m¨¢s d¨¦bil de la poblaci¨®n en este caso, que aprecian en la receta algo m¨¢s que su valor terap¨¦utico. La presentaci¨®n p¨²blica que hizo el subsecretario de Sanidad de los medicamentos excluidos result¨® particularmente ofensiva vista desde la tercera edad. Sus consejos de hacer vida sana, ejercicio, beber agua o pasear como sustitutos de las medicinas suprimidas forman parte de un talante que considera a los ciudadanos como seres que se conforman con cualquier cosa y a los que no hay que dar explicaciones.
Los argumentos econ¨®micos son tan endebles como los farmac¨¦uticos. Si el medicamentazo anterior no consigui¨® el ahorro previsto, debido al desplazamiento de las recetas hacia medicinas m¨¢s caras, es muy dudoso que este recorte pueda conseguir algo m¨¢s que una cierta moderaci¨®n en el gasto, a pesar de la precauci¨®n de retirar enfermedades y no productos. Este pron¨®stico, defendido por la industria farmac¨¦utica, viene avalado por otra contradicci¨®n: si, como admite Sanidad, las enfermedades cr¨®nicas quedan exentas del pago ¨ªntegro, el margen para ahorrar baja considerablemente. Con el agravante de que los productos excluidos quedan en precio libre y se encarecer¨¢n un 30% en los pr¨®ximos tres a?os.
El medicamentazo del Partido Popular pod¨ªa haber constituido un avance importante en la racionalizaci¨®n de la inflada farmacopea espa?ola. Pero, tal como se ha realizado y se ha presentado a la opini¨®n p¨²blica, s¨®lo parece un recorte arbitrario del Estado del bienestar: ni ahorrar¨¢ gastos ni educar¨¢ a los ciudadanos en un consumo farmac¨¦utico responsable. S¨®lo es ¨²til como premonici¨®n de lo que le espera a la sanidad p¨²blica con este Gobierno.
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