Pacto para el entretenimiento
El autor critica el reciente acuerdo entre Sanidad y Farmaindustria y propone otras medidas de ahorro de mostrada eficacia
El reciente acuerdo entre la Administraci¨®n p¨²blica sanitaria y Farmaindustria es una muestra m¨¢s de la artificiosa pol¨ªtica farmac¨¦utica seguida por los Gobiernos socialista y popular, en los ¨²ltimos seis o siete a?os, que ha permitido, si no alentado, el vertiginoso crecimiento del gasto f¨¢rmac¨¦utico p¨²blico en Espa?a. En 1997, el consumo de medicamentos tuvo un crecimiento real del 9,2% y absorbi¨® m¨¢s del 25% (muy cerca del bill¨®n de pesetas) de los recursos econ¨®micos del Sistema Nacional de Salud, un porcentaje desmedido en todo el mundo industrializado.El acuerdo, reducido a sus t¨¦rminos principales, establece que la industria farmac¨¦utica aportar¨¢ de sus beneficios, en dinero contante, 29.000 millones de pesetas en 1998 y 16.000 millones en 1999, y de modo indirecto (y todav¨ªa impreciso), 10.000 millones m¨¢s cada a?o. El Gobierno, a su vez, se compromete a autorizar un aumento en los precios de aquellos f¨¢rmacos excluidos de la financiaci¨®n p¨²blica manteniendo su prescripci¨®n dentro del Sistema a cargo del enfermo, ayudar a la investigaci¨®n, agilizar los pagos de los suministros farmac¨¦uticos a los hospitales y, sobre todo, aunque no se dice de manera expl¨ªcita, a encoger la "lista negativa".
Como se ve, el acuerdo es un simple arreglo financiero transitorio acompa?ado de una sola medida moderadora, la "lista negativa", de resultados siempre d¨¦biles, muy provisionales y con el riesgo conocido de efecto rebote, debido a la sustituci¨®n de los medicamentos eliminados por otros m¨¢s caros. Ser¨ªa una feliz novedad que en 1998 y cada a?o sucesivo la lista proporcionara un ahorro de 33.500 millones de pesetas, seg¨²n afirma el Gobierno sin ense?ar los datos del c¨¢lculo.
No tiene el acuerdo, ni se deriva de ¨¦l, aspiraci¨®n alguna a corregir el actual crecimiento del gasto farmac¨¦utico p¨²blico. Ciertamente, el Sistema recibir¨¢ de la industria unos fondos adicionales, pero la anormal avidez del consumo espa?ol de medicamentos poco o nada se aliviar¨¢. As¨ª fue con los convenios similares de 1995 y 1996. En esencia, todo seguir¨¢ igual y, de hecho, ¨¦se es el fin real del pacto. El dinero que transfiera la industria no es otra cosa que una especie de canon de mantenimiento del statu quo, el coste de evitar o al menos retrasar acciones verdaderas y efectivas de contenci¨®n del gasto. Una coartada de la inexplicable pol¨ªtica oficial de entretenimiento que, ante un consumo desbocado desde hace largos a?os, prescinde de casi todas las medidas de contenci¨®n de eficacia probada en otras naciones (por ejemplo, el presupuesto indicativo, el presupuesto global, las referencias m¨¦dicas, la cl¨¢usula de econom¨ªa sanitaria o estudios coste / efectividad de los nuevos productos, etc¨¦tera) y desvirt¨²a las que el apremio de la situaci¨®n le obliga a introducir siquiera para "hacer que se hace", como ha ocurrido con los "medicamentos gen¨¦ricos" y los "precios de referencia", dos claros ejemplos de lo que los americanos llaman regulatory capture: cuando la normativa legal protege menos los intereses del consumidor que los beneficios de la industria que regula.
Los gen¨¦ricos, en Espa?a, han nacido maniatados por absurdos requisitos ¨²nicos en el mundo, son muy pocos en n¨²mero, unos 10 o 12, y el procedimiento para su registro es lento y, al decir de muchos, est¨¢ oficiosamente cerrado para aquellos que propongan un precio m¨¢s bajo del 25% del que tiene el f¨¢rmaco original. (De ser as¨ª, el Ministerio de Sanidad y Consumo estar¨ªa haciendo un raro ejercicio de administraci¨®n del dinero p¨²blico: reprimir la baja de precios de medicamentos que el Sistema paga, impedir, por tanto, posibles ahorros en el gasto p¨²blico y coartar la competencia por el precio en el mercado farmac¨¦utico. En Am¨¦rica y en el resto de Europa, los precios de los gen¨¦ricos son, a menudo, inferiores en el 40% y m¨¢s a los de medicamentos con marca).
Tambi¨¦n la funci¨®n moderadora de los "precios de referencia" (precios / techo que el Sistema paga) ha sido aqu¨ª desbaratada. Fuera de nuestras fronteras, en Alemania, por ejemplo, se establecen "precios de referencia" en tres grupos de medicamentos: a) aquellos con id¨¦nticos principios activos (f¨¢rmacos originales y sus copias, los gen¨¦ricos, cuyos precios son los de referencia); b) medicamentos, con principios activos farmacol¨®gica y terap¨¦uticamente comparables, y c) los que producen efectos terap¨¦uticos semejantes. En Espa?a se excluyen los grupos b) y c), los m¨¢s nutridos, y ¨²nicamente se aplicar¨¢n en el primero, de modo que el alcance de los "precios de referencia" queda restringido al escas¨ªsimo n¨²mero de f¨¢rmacos con gen¨¦ricos. Efectividad casi cero.
As¨ª pues, el pacto conlleva la continuidad de la pol¨ªtica de entretenimiento en la contenci¨®n del gasto farmac¨¦utico. No importa que dicho ajuste sea una condici¨®n urgente para la estabilidad financiera del Sistema. Se buscan artificios y demoras en lugar de soluciones. En esta l¨ªnea, el ahorro, de 72.500 millones de pesetas, seg¨²n estimaci¨®n optimista del Gobierno (39.000 de la industria y 33.500 de la "lista negativa"), podr¨ªa servir para justificar ante la opini¨®n p¨²blica la falta de acciones necesarias para ahorrar m¨¢s, para ahorrar todo lo que sea posible sin limitaciones, para, en fin, tratar de conseguir el ahorro potencial, enorme, sin duda, que ofrece tan desbocado consumo farmac¨¦utico. Dicho de otro modo, el ahorro de 72.500 millones de pesetas (cantidad" por otra parte, -baja en t¨¦rminos relativos: no llegar¨¢ al 8% del gasto farmac¨¦utico p¨²blico en 1998) va a permitir que siga el despilfarro.
El acuerdo, adem¨¢s, resulta barato para la industria farmac¨¦utica, una industria que obtiene los m¨¢s altos beneficios, seg¨²n la Oficina de Evaluaci¨®n Tecnol¨®gica del Congreso de EE UU. De los 39.000 millones a transferir en 1998, dando por hecho que los aporte todos, 13.650 millones los hubiera desembolsado tambi¨¦n de no existir el convenio, por el impuesto sobre beneficios de las sociedades (en realidad, estos 13.650 millones los paga el Tesoro P¨²blico con menores ingresos, lo que significa que el pacto impone a todos los contribuyentes espa?oles una subvenci¨®n indirecta a la industria farmac¨¦utica), y los restantes 25.350 no van m¨¢s all¨¢ del 4% de la cifra de venta de la industria al Sistema, descuento muy inferior al que, en cualquier mercado, podr¨ªa conseguir en el acto un comprador de m¨¢s de 600.000 millones de pesetas.
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