Neil Jordan y Alejandro Amen¨¢bar arrancan las primeras ovaciones un¨¢nimes en esta Berlinale
Brenda Bethlyn y Julie Walters protagonizan un maravilloso d¨²o en 'Girl's nights'
ENVIADO ESPECIAL El irland¨¦s Neil Jordan -con la magn¨ªfica y perturbadora The butcher boy- elev¨® ayer el concurso a la altura que lo puso la noche inaugural su paisano Jim Sheridan con The boxer, y el espa?ol Alejandro Amen¨¢bar alborot¨® con Abre los ojos el hasta ahora rinc¨®n cin¨¦filo del Panorama. En las dos salas, llenas hasta los topes, sonaron las ovaciones m¨¢s un¨¢nimes que se han o¨ªdo hasta ahora en esta Berlinale. Jim Sheridan, que sigue aqu¨ª se col¨® a ver la pel¨ªcula espa?ola, sali¨® de verla con gesto perplejo y dijo: "He o¨ªdo a muchos colegas poner por las nubes a este director principiante, pero se han quedado cortos. Aunque est¨¢ aprendiendo, es ya el mejor".
Desde que Neil Jordan dej¨® su est¨¦ril enrolamiento en la producci¨®n convencional de Hollywood y, despu¨¦s de hacer all¨ª varias pel¨ªculas bien resueltas pero insustanciales, retrocedi¨® a los hilos de sus comienzos en Irlanda, recuper¨® plenamente la capacidad de enganche de su estilo y de su mirada al rostro de la gente. En The butcher boy logra convertir las dos horas de la pel¨ªcula en un momento de gran cine, extra¨ªdo por el guionista Patrick McCabe de su propia novela.Es un relato duro, muy duro, terrible y amargo, y en la zona final incluso aterrador. Perturba verlo, porque concierne y envuelve, porque est¨¢ filmado con maestr¨ªa e interpretado con absoluta convicci¨®n y porque la imagen que Jordan busca y logra de su pa¨ªs y de su gente, al no aceptar ninguna componenda, respira dolor y sinceridad. En las ant¨ªpodas de la id¨ªlica Irlanda rural so?ada por John Ford en el poema de El hombre tranquilo, Jordan extrae de los pueblos de aquellas verdes colinas, paredes adentro, sangre negra, algo inquietante que se acerca a veces a un sangriento esperpento y otras al dibujo casi documental de un pudridero humano colectivo.
Un mundo irrespirable
Estamos dentro de un mundo irrespirable, de atm¨®sferas viciadas por formas de relaci¨®n y de dominio gobernadas por el l¨¢tigo moral y la locura de un desorden cuyo mantenimiento tiene como gendarme al clero cat¨®lico, una despiadada polic¨ªa del esp¨ªritu que, de pronto, topa con una fuerza de la naturaleza, un ni?o de 12 a?os, hijo de un alcoh¨®lico y de una demente suicida, en el que la irreverencia, el estado de sublevaci¨®n perpetua y el empe?o irrefrenable de poner patas arriba el equilibrio de todo lo que le rodea no conoce l¨ªmites. Y el choque entre el peque?o carnicero y la sociedad que le cerca se adivina o se teme, pero nunca se ve venir, pues Jordan hace un trabajo de cineasta solvente y en plena madurez.Alejandro Amen¨¢bar tambi¨¦n ha vuelto donde comenz¨®. Se estren¨® aqu¨ª mismo, en el Panorama de hace dos a?os, desde donde su Tesis salt¨® a las pantallas de todo el mundo. Aquel debutante de 23 a?os, con instinto de respuesta r¨¢pida, sali¨® catapultado a la celebridad tras un coloquio casi confidencial que mantuvo con unas docenas de personas ante las pantallas del viejo Ateliar, despu¨¦s de la proyecci¨®n de su pel¨ªcula. Pero dos a?os despu¨¦s, ayer, el marco y los n¨²meros cambiaron de signo. La atestada proyecci¨®n de Abre los ojos tuvo lugar en el Royal Palast y el di¨¢logo amistoso de entonces se convirti¨® en un encuentro formal con m¨¢s de un centenar de informadores en el Sal¨®n Intercontinental, que acab¨® entrada la madrugada y dej¨® detr¨¢s la imagen de un hombre que ha recorrido velozmente el alambre sobre el vac¨ªo que separa el instinto del oficio y se expresa con aplomo y agilidad, con concisi¨®n y sin irse por las ramas.
Cont¨® Amen¨¢bar con las palabras indispensables aspectos del torbellino del ¨¦xito en que se ha metido, y lo hizo sin dejar la menor impresi¨®n de engreimiento, lo que, de ser real y no fingido, es un rasgo de car¨¢cter y una fuerza fr¨ªa de autodominio que mantiene la esperanza de que su conciencia de aprendizaje contin¨²a alertada. Por ejemplo, cuando se le pregunt¨® por una afirmaci¨®n suya de que, en la pel¨ªcula V¨¦rtigo, Hitchcock comete un error al desvelar el secreto de la intriga a mitad de pel¨ªcula (cuando este error es en realidad un supremo acierto), Amen¨¢bar dio la vuelta a la tortilla con una astucia notable: "Ya s¨¦ que es una herej¨ªa", dijo, "pero es lo que pienso: yo habr¨ªa desvelado el enigma al final".
La sagacidad de Amen¨¢bar consiste en calificar a una idea escol¨¢stica completamente ortodoxa (la suya) de herej¨ªa, cuando la verdadera herej¨ªa es la de Hitchcock, al vulnerar el axioma sacramental del cine convencional de misterio. Y con esta astuta inversi¨®n Amen¨¢bar disfraza su error de audacia, hace pasar un juicio conservador por un juicio intr¨¦pido, lo que improvisado ante una masa de informadores hay que tomarlo como un refinado ejercicio espont¨¢neo de puesta en escena, adem¨¢s de un indicio de que su oficio est¨¢ (aunque el simulador haga ponerse en peligro al inventor de ficciones) en plena forma.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.