Carrero, ?un caso cerrado?
Las vecinas los conoc¨ªan y ellos deambulaban despreocupadamente por la ciudad, dej¨¢ndose las pistolas olvidadas en los bares y llamando la atenci¨®n de los servicios de seguridad de la Embajada de Estados Unidos; Francia los quiso entregar a Espa?a, pero el embajador en Par¨ªs rehus¨® ofrecimiento tan generoso porque se iba de vacaciones. Madrid, diciembre de 1973. ?Estaba todo el mundo en el ajo de que unos terroristas quer¨ªan matar al presidente del Gobierno, almirante Luis Carrero Blanco? ?Cont¨® ETA con la ayuda -por acci¨®n u omisi¨®n- del entonces ministro de la Gobernaci¨®n, Carlos Arias Navarro? Un s¨ª para la primera pregunta y otro s¨ª para la segunda, seg¨²n la tesis del programa de investigaci¨®n Carrero, un caso cerrado (Antena 3, 1.20). Hay otra cuesti¨®n fundamental encerrada en el reportaje: ?pudo el r¨¦gimen de Franco haber evitado el asesinato? La respuesta es de Carmen, la hija del almirante: "Se los dej¨® hacer y luego se le ech¨® tierra encima".Da escalofr¨ªos asomarse a un pasado tan cercano y sentir de nuevo el gris de los guardias con sus gorras de plato ajustadas a la barbilla, los bigotes de moda, alargados y finos como antet¨ªtulos de las bocas m¨¢s satisfechas del r¨¦gimen; el miedo espeso y duro de las madrugadas siguientes, la V Sinfon¨ªa de Mahler y, al fin, la noticia del crimen en el diario hablado de Radio Nacional. El reportaje pasa de puntillas por ese paisaje, sin detenerse apenas en la figura pol¨ªtica del almirante. S¨®lo se destaca -por boca de algunos invitados al programa- que Carrero Blanco fue "la persona que encabez¨® la operaci¨®n, en favor de don Juan Carlos" (Luis Mar¨ªa Anson) y su "principal valedor" (Laureano L¨®pez Rod¨®). Pero es Luis Carrero Blanco Pichot, hijo del presidente asesinado y almirante como ¨¦l, quien confirma la excelente relaci¨®n entre su padre y el entonces pr¨ªncipe Juan Carlos: "Estuvo con nosotros en el cementerio de El Pardo cuando le dimos tierra. Le di las gracias por acompa?arnos y me respondi¨®: 'Pero c¨®mo no voy a estar con vosotros, si yo estoy en Espa?a gracias a tu padre". El programa es una sucesi¨®n de preguntas sin respuesta, de testimonios que agrandan la duda: Blas Pi?ar, Jos¨¦ Luis de Villalonga, Santiago Carrillo, Juan Mar¨ªa Bandr¨¦s, Laureano L¨®pez Rod¨®, un jefe del Seced, el servicio secreto creado por Carrero y que ni oli¨® siquiera el hedor de la tierra removida bajo el coche del presidente... Hay dos frases, sobre las dem¨¢s, que llaman poderosamente la atenci¨®n. Una es de Franco, y no por o¨ªda deja de seguir produciendo estupor: "No hay mal que por bien no venga". La otra es del etarra I?aki P¨¦rez Beotegui, alias Wilson: "Intentamos el secuestro. Como no se pudo hacer, se decidi¨® la ejecuci¨®n de Carrero".
Hay un despiste en el programa, un gazapo curioso. La voz en off recuerda que, a pesar del atentado reciente, las autoridades dejaron expeditas las carreteras entre Madrid y la frontera con Francia. Cualquiera -los etarras, por ejemplo- pudo huir sin encontrar ning¨²n control policial. La imagen sigue a un coche que circula veloz y solitario por la autov¨ªa del Norte, sin percatarse de que las autov¨ªas -como la libertad y el derecho a la duda- llegaron a?os despu¨¦s.
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