Por una nueva cocina de las finanzas p¨²blicas
Seg¨²n el autor, la pol¨ªtica econ¨®mica espa?ola adolece de una pasmosa falta de orientaci¨®n estrat¨¦gica
Dec¨ªa S¨¦neca que "ning¨²n viento es favorable para quien no conoce el puerto al que quiere arribar". Sin duda alguna, Espa?a atraviesa actualmente por una coyuntura econ¨®mica propicia, pero la pol¨ªtica econ¨®mica adolece de una pasmosa falta de orientaci¨®n estrat¨¦gica para resolver los problemas prioritarios que tiene planteados el pa¨ªs, que hace que se est¨¦ despilfarrando buena parte del potencial que alberga esta situaci¨®n.El gobernador del Banco de Espa?a, supongo que consciente de que una pol¨ªtica econ¨®mica sin proyecto es como sembrar sin haber arado el campo, ha tratado de encaminar este extrav¨ªo llamando la atenci¨®n sobre la necesidad de reformar el gasto p¨²blico para invertir m¨¢s en infraestructuras y educaci¨®n, precisamente, dos de las ¨¢reas sobre las que han reca¨ªdo los ajustes m¨¢s intensos en la pol¨ªtica de recortes de gastos llevado a cabo por el Gobierno actual.
La orientaci¨®n de las finanzas p¨²blicas hacia la resoluci¨®n del problema del desempleo es uno de los debates fundamentales pendientes, por lo que ser¨ªa conveniente que, tras el apercibimiento del gobernador, reflexion¨¢semos todos acerca de los instrumentos de que dispone o puede disponer el sector p¨²blico para alcanzar dicho objetivo.
En este prop¨®sito habr¨ªa que destacar en primer lugar que la pol¨ªtica practicada hasta ahora, m¨¢s que acercarnos a la resoluci¨®n del problema, nos aleja. Y es que se han confundido las metas con los objetivos estrat¨¦gicos. Las medidas adoptadas por el Gobierno en el campo de las finanzas p¨²blicas se han limitado a ajustar los gastos reales mediante la reducci¨®n, entre otros ep¨ªgrafes, de las inversiones p¨²blicas, y a reformar la fiscalidad de las rentas del capital hasta casi desfiscalizarlas. Con ello, y a pesar de ello, se ha conseguido una loable reducci¨®n del d¨¦ficit p¨²blico, pero mediante una t¨¢ctica que cabr¨ªa catalogar como de las que te llevan de victoria en victoria hasta la derrota final.
El objetivo de una mayor creaci¨®n de empleo requiere una profunda reforma estructural de las finanzas p¨²blicas, en gastos y en ingresos. Con la estructura impositiva actual, las rentas del trabajo aportan la mayor parte (80%) de la base liquidable del IRPF, mientras que las rentas de los empresarios y de los profesionales tan s¨®lo representan el 8,62% y el 3,39%, respectivamente. Por su parte, las rentas del capital, que en los ¨²ltimos a?os han reducido su participaci¨®n en la base del impuesto, significan el 6,3%.
Estas participaciones relativas, aunque no son completamente comparables, resultan, sin embargo, muy dis¨ªmiles de las que se observan en la distribuci¨®n funcional de la renta -50% rentas del capital y 50% remuneraciones de los asalariados-. Estos datos muestran que la progresividad fiscal es menor de la que te¨®ricamente se pudiera suponer. Cuesti¨®n ¨¦sta, que se ve reforzada por el sistema de exenciones y su utilizaci¨®n efectiva, que favorece a las rentas m¨¢s altas, que, adem¨¢s, son las que tienen m¨¢s posibilidades de evadir impuestos.
Desde la perspectiva de los ingresos tributarios, por tanto, el principal problema no reside, tal como interpreta el Gobierno, en la elevada presi¨®n fiscal -estamos todav¨ªa bastante por debajo de los niveles que registran una buena parte de los pa¨ªses europeos-, ni en su acentuada progresividad, sino en la concentraci¨®n de la presi¨®n fiscal en el colectivo de las rentas del trabajo y m¨¢s espec¨ªficamente en las clases medias.
Esta estructura impositiva y la composici¨®n actual del gasto p¨²blico producen un proceso redistributivo muy importante al interior de las clases medias, que, si bien tiene indudables efectos personales, provoca efectos colectivos muy limitados. Para lograr una mayor repercusi¨®n macroecon¨®mica de las finanzas p¨²blicas, el proceso redistributivo debe producirse m¨¢s intensamente desde las rentas m¨¢s elevadas hacia las m¨¢s bajas. En un proceso de este tipo, los efectos multiplicadores son muy superiores -dada la disparidad de las propensiones al consumo- a los que se generan cuando las clases medias son el origen y destino fundamental de los ingresos y gastos del Estado.
De acuerdo con esto, las medidas m¨¢s convenientes no ser¨ªan reducir la presi¨®n fiscal y estrechar el abanico de progresividad existente, como pretende el Gobierno, sino mantenerla presi¨®n y redistribuir la carga tributar¨ªa m¨¢s equitativamente, en funci¨®n de los ingresos reales de los diferentes colectivos, logrando una progresividad real que, hoy por hoy, tiene mucho de aparente.
Respecto al gasto p¨²blico debe respaldarse la propuesta del gobernador del Banco de Espa?a de dar prioridad a los programas de inversiones en infraestructuras y educaci¨®n que permitan mejorar la competitividad de las empresas y la calidad de vida de la poblaci¨®n.
El ¨¦nfasis en estos ep¨ªgrafes sobre otro tipo de gastos p¨²blicos responde a dos razones fundamentalmente. Una primera es que las inversiones tienen unos efectos multiplicadores mayores que los gastos corrientes o los gastos de transferencias. Las pol¨ªticas que ponen el ¨¦nfasis en la expansi¨®n del consumo, adem¨¢s de ser m¨¢s inflacionistas, generan unos menores efectos multiplicadores como consecuencia de la mayor apertura al exterior, que hace que una parte de la demanda tienda a satisfacerse allende las fronteras.
La segunda raz¨®n que avala el escorar los gastos p¨²blicos hacia las inversiones en infraestructuras y educaci¨®n se sustenta en que estas inversiones tienden a mejorar la eficiencia y competitividad de las empresas, cuesti¨®n ¨¦sta que resulta central en un mundo cada vez m¨¢s interrelacionado y competitivo. Ello es m¨¢s necesario a¨²n en una econom¨ªa como la espa?ola, que mantiene un desfase evidente de capital f¨ªsico, tecnol¨®gico y humano respecto a los pa¨ªses de nuestro entorno. Adem¨¢s, de esa manera se afronta uno de los principales problemas estructurales de nuestra econom¨ªa, como es la tendencia a generar d¨¦ficit por cuenta corriente creciente a medida que se acelera el crecimiento.
Los programas de inversi¨®n deben de ser lo suficientemente ambiciosos para lograr reestructurar y reorganizar la econom¨ªa permanentemente, de forma que se pueda dar respuesta a los retos planteados por las amplias y profundas transformaciones que se est¨¢n desplegando en todos los ¨®rdenes.
Este objetivo estructural se ver¨ªa reforzado por el impacto que generar¨ªa directamente en el empleo una nueva orientaci¨®n de los ingresos y de los gastos p¨²blicos, pues, aunque la evidencia emp¨ªrica disponible s¨®lo permita presentarlo como postulado, albergo la convicci¨®n de que la p¨¦rdida de capacidad antic¨ªclica de la pol¨ªtica fiscal no deriva tanto de la obsolescencia absoluta de las ideas keynesianas como de la inadecuada composici¨®n actual de los ingresos y los gastos del Estado.
Ser¨ªa necesaria una nueva cocina de las finanzas p¨²blicas en la que sugerimos la receta siguiente: comb¨ªnese un mantenimiento de la presi¨®n fiscal global con una mayor progresividad real, agr¨¦guese un proceso redistributivo m¨¢s intenso entre las rentas m¨¢s dispares, espolvor¨¦ese la econom¨ªa con un mayor gasto p¨²blico en inversiones destinadas a ampliar el equipamiento de infraestructuras y mejorar la educaci¨®n, d¨¦jese gratinar, y obtendremos m¨¢s empleo
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