Viernes 13
El reciente centenario del vibrante Yo acuso de Zola sobre el affaire Dreyfuss ha recordado los or¨ªgenes del compromiso de los intelectuales con los derechos humanos en la ¨¦poca contempor¨¢nea; el ascenso del fascismo llevar¨ªa a su apogeo, durante la d¨¦cada de los treinta, la lucha de los escritores y los artistas por las libertades. Los intelectuales, sin embargo, no siempre aciertan en sus apuestas; aunque la amnist¨ªa de 1977 ceg¨® los cauces procesales para el establecimiento de la verdad judicial sobre la voladura un viernes 13 -septiembre de 1974- de la cafeter¨ªa Rolando, gentes relacionadas con el mundo de la cultura fueron probablemente c¨®mplices o encubridores del sangriento atentado de ETA (14 muertos y 71 heridos) en la madrile?a calle Correo. Otro viernes 13 -febrero de 1998- ha sido testigo, sin embargo, de la presentaci¨®n en Bilbao de un valeroso Manifiesto por la democracia en Euskadi firmado por 300 intelectuales agrupados en el Foro Ermua.El documento denuncia al nacionalismo violento como un "movimiento fascista" y critica a quienes llevan su escrupulosa equidistancia hasta el extremo de repartir la responsabilidad de los cr¨ªmenes de ETA "entre esa organizaci¨®n y el Estado". Los integrantes del Foro Ermua manifiestan su oposici¨®n "a cualquier clase de negociaci¨®n pol¨ªtica con ETA". Los proyectos pol¨ªticos deben ser, validados mediante el sufragio de los ciudadanos y los debates del Parlamento: "Los argumentos y los votos" son las ¨²nicas "Fuerzas persuasivas y decisorias" en un sistema democr¨¢tico. En consecuencia, los partidos y los representantes de la soberan¨ªa popular no deber¨ªan abrir el m¨¢s m¨ªnimo resquicio a la posibilidad de transigir con las exigencias de ETA: "Una cesi¨®n al chantaje de las armas significar¨ªa la quiebra de la legitimidad dernocr¨¢tica".
El Manifiesto rechaza igualmente las ofertas de intermediaci¨®n eclesi¨¢stica, sindical o pol¨ªtica con la banda terrorista lanzadas desde un autodenominado tercer espacio que s¨®lo sirve para sembrar la confusi¨®n, propalar la ambig¨¹edad y difuminar el movimiento democr¨¢tico contra la violencia. Abstracci¨®n hecha de las buenas intenciones (un material empleado usualmente para empedrar el infierno) y las elevadas miras (habitualmente despreciativas con los sentimientos y necesidades humanos) de los habitantes de ese tercer espacio, los evangelistas del nuevo credo de la equidistancia no se reclutan s¨®lo en las sacrist¨ªas sino tambi¨¦n en medios seculares.
Por ejemplo, el catedr¨¢tico Ernest Lluch (defensor de la LOAPA como diputado del PSC-PSOE y ministro del Gobierno Gonz¨¢lez cuando los GAL cometieron sus cr¨ªmenes) introduce ahora en el mismo saco racista a Sabino Arana, el monocorde doctrinario vizca¨ªno fundador del nacionalismo vasco, y a P¨ªo Baroja, el prol¨ªfico novelista guipuzcoano influido por las modas europeas del darwinismo social y el antisemitismo; el profesor socialista critica tambi¨¦n la tendencia de los "nacionalistas inconfesos espa?oles" (pecado de hipocres¨ªa atribuido por sus adversarios a destacados intelectuales del Foro Ermua) a comentar "los desmanes" de ETA con una "fruici¨®n con frecuencia voluptuosa" ("Mi peque?o diccionario vasco", El Diario Vasco, 2-2-1998). El periodista Fernando L¨®pez Agud¨ªn (un antiguo redactor de Abc y de RTVE que desempe?¨® un alto cargo en el Ministerio del Interior a las ¨®rdenes de Belloch) compara a quienes critican el tercer. espacio con los activistas de ETA y exige ominosamente que "el desarme de las plumas" de esos "intelectuales org¨¢nicos" marche en paralelo con "el desarme de las pistolas" de los terroristas ("Plumas y pistolas", El Mundo, 8-2-1998). ?No es admirable que la teor¨ªa de la equidistancia entre el Estado de Derecho y los terroristas tenga tanta fuerza expansiva que sus ide¨®logos puedan incluso aplicarla retrospectivamente al viejo juego de palabras marxiano sobre el arma de la cr¨ªtica y la cr¨ªtica de las armas?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.