Una obra de arte
Un circo de autor, de creador: eximido de la violencia, limitado el riesgo, quiz¨¢ no convenza a los que aman el viejo circo con olor de fieras y serr¨ªn, con las viejas bromas y las terribles bofetadas de los payasos o con el ladrido de los perrillos amaestrados. Son compatibles. El Cirque du Soleil, ha tomado de la antigua fiesta todo lo que supone la exaltaci¨®n del cuerpo humano sobre sus propios l¨ªmites y sobre algunas leyes f¨ªsicas, como la de la gravedad, pero siempre rode¨¢ndole y a?adiendo a ello la persecuci¨®n de la belleza. La contorsionista no es una mujer descoyuntada, sino una belleza que compone figuras imposibles, pero siempre humanas; o las ¨¢guilas volantes desde?an el riesgo y trabajan con la red extendida, pero consiguen dar la sensaci¨®n de vuelo y de inteligencia, ritmo, seguridad: incluso m¨¢s que la fuerza. Como los saltos templados sobre la cama el¨¢stica son elegantes y bellos. La zaragata de los augustos, la cantante, la orquesta que desfila a la entrada, el Punch, que es como un silencioso maestro de ceremonias que preside al final la fiesta desde lo alto, bajo un foco, mientras en la base est¨¢ la figura s¨®lida y maciza del hombre forzudo: todo est¨¢ como escrito por un autor, pintado por un pintor, dirigido por un creador: las luces, los trajes, los trastos que llenan la pista.O la escena sentimental del hombre bajo la nieve, ante un paisaje de azul Dufy, en el que la luna es un agujero negro; y la ventisca lleva la falsa nieve hasta los espectadores de la ¨²ltima grada...A esta obra de arte corresponde un ¨¦xito desmesurado: uno de los m¨¢s sonoros y aut¨¦nticos que recuerdo en muchos a?os. El p¨²blico no se hubiera ido nunca...
Alegr¨ªa
Cirque du Soleil. Carpa instalada en el paseo de los Melanc¨®licos, Madrid.
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