Fuego cruzado en Brasil
Los fracasos de la selecci¨®n multiplican la tensi¨®n en torno a Zagallo
Romario, "el hombre de la pachorra para todo menos para mirar con cara de angelito las generosas siluetas femeninas", seg¨²n definici¨®n de la revista argentina El Gr¨¢fico, protesta porque se entrena poco: definitivamente se hace necesario un psicoanalista para interpretar la situaci¨®n que vive Brasil, su selecci¨®n de f¨²tbol, sumergida a tan s¨®lo cuatro meses del Mundial en un fuerte proceso depresivo. Sus ¨²ltimos resultados -empate ante Jamaica y Guatemala, y derrota frente a Estados Unidos-, intolerables para la historia de esta camiseta legendaria, han encendido todas las alarmas. De pronto, los brasile?os han dejado de creer en su selecci¨®n, en su entrenador y en sus jugadores, y el fuego cruzado se ha adue?ado de la escena. Brasil so?¨® demasiado deprisa, se vio campeona del mundo con demasiada antelaci¨®n, y la realidad va contando que la cosa no est¨¢ tan clara. La coartada de las ausencias -en los tropiezos mencionados faltaba por ejemplo Ronaldo- no ha servido de tranquilizante. Ya no hay convicci¨®n por Brasil, s¨®lo temores.A Mario Lobo Zagallo, el seleccionador, se le mira con desconfianza desde todos los rincones. Y sus frases escudo -"no me importa lo que digan los dem¨¢s; voy a seguir adelante porque la selecci¨®n me necesita"- empiezan a parecer una protecci¨®n escasa. Los ataques se suceden. Los jugadores, por supuesto con Romario a la cabeza, disparan contra sus m¨¦todos de trabajo por "Falta de preparaci¨®n y por la forma en la que juega el equipo".
La Confederaci¨®n Brasile?a de F¨²tbol (CBF) no ha cuestionado tan abiertamente a Zagallo, pero como si lo hubiera hecho: quiere imponerle un entrenador de prestigio a su lado como asesor -suenan Carlos Alberto Silva, el ex del Deportivo, y Paulo Autuori, t¨¦cnico del Flamengo-, como ya hiciera el propio Zagallo con Parreira en el Mundial 94; tiene decidido despedir a su preparador f¨ªsico, Luis Carlos Prima, y pretende introducir en el grupo a un directivo en¨¦rgico y autoritario que ponga firmes a los jugadores.
Los aficionados tambi¨¦n se?alan a Zagallo con el dedo. En una encuesta publicada por el diario Lance, el 58,6 por ciento le culpa de los resbalones de la selecci¨®n. Tambi¨¦n le acusan de arrogante, tal vez influidos por la cercan¨ªa de una frase que el t¨¦cnico se tuvo que tragar. "Le recomiendo", sugiri¨® al entrenador de Jamaica en la v¨ªspera del choque contra Brasil, "que aprenda c¨®mo se juega al f¨²tbol viendo a mi equipo". "Casi mejor no copiar a nadie y seguir con nuestro estilo", apunt¨® Ren¨¦ Simoes tras el 0-0.
Hasta el m¨ªtico Pel¨¦ ha mandado un mensaje al t¨¦cnico amarillo: "El fracaso de Brasil fue una se?al de alerta de Dios para que pensemos que tenemos los mejores futbolistas del mundo, pero no el mejor equipo. Es un error no jugar siempre con el mejor once".
En su recriminaci¨®n, Pel¨¦, el gran Pel¨¦, desvi¨® sus quejas sobre algunos jugadores. Por ejemplo, sobre Romario: "No marca, no busca el juego. Est¨¢ gordo y ya no hace goles, as¨ª no puede jugar en la selecci¨®n". Y claro, Romario no tard¨® en responder: "Dios ilumin¨® los pies de Pel¨¦ para que no hablara. Cuando abre la boca s¨®lo dice estupideces. Tiene problemas psicol¨®gicos y necesita tratamiento". La temperatura ambiente de la selecci¨®n sigue subiendo.
Los futbolistas brasile?os, los m¨¢s cotizados del planeta -sus traspasos movieron en el ¨²ltimo a?o 75.000 millones de pesetas-, est¨¢n permanentemente en el punto de mira. Se les acusa de indisciplinados y frivolones, de no seguir un comportamiento medianamente profesional.
Pero no es s¨®lo el estilo de vida de los brasile?os lo que se cuestiona. Dentro del campo, por aspectos futbol¨ªsticos, el equipo ha ense?ado algunas heridas. Nadie duda de la capacidad individual del plantel, de su capacidad para desequilibrar, de su talento. Pero el equipo est¨¢ poco conjuntado y mal organizado, y su centro del campo no funciona. Adem¨¢s, Juega con excesivas ¨ªnfulas.
Brasil se agarra ahora a los carnavales para curar su tristeza. A ritmo de samba, Romario, Ronaldo y compa?¨ªa intentan reanimarse. La fiesta ha tra¨ªdo una tregua. Pero cuando pare la m¨²sica, la gente exigir¨¢ una se?al fiable de que el quinto t¨ªtulo mundial no es un simple delirio.
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