Armas, verborreol¨®gicas
Ya han visto ustedes las pintas que luce ese par de norteamericanos prepotentes que pretend¨ªa imponer la supremac¨ªa de la raza aria rociando el metro de Nueva York a chorro de ¨¢ntrax: m¨¢s bien parece salido de Saldos Arios o de Derribos Arios. Con todo, lo primero que se me ocurre es que el Gobierno de Estados Unidos, si aspira a ser coherente con su filosof¨ªa de salvar al mundo a cualquier precio y aunque el mundo no quiera, deber¨ªa ordenar sin mayor demora un concienzudo autobombardeo que nos librara de indeseables que viven en un pa¨ªs en el que se pueden obtener armas bacteriol¨®gicas por correspondencia.Afortunadamente, en nuestro pa¨ªs todav¨ªa no tenemos los ¨¢ntrax sueltos, aunque hay que reconocer que s¨ª estamos especialmente dotados para la guerra palabrol¨®gica, que es una modalidad que no mata pero atonta y contra la que no valen trincheras ni refugios: s¨®lo buenas lecturas y buena m¨²sica o el silencio.
Tras la deposici¨®n confesional de lord Anson en la emisora de la Conferencia Episcopal, facci¨®n Capilla de la Verbolog¨ªa, los garlantes que se creen disertos han amenizado el ¨¦ter con un surtido de justificaciones en nombre propio, insultos a terceros y cruces de improperios que nos han dejado los o¨ªdos como vertederos. Te despertabas con las claras del d¨ªa y pod¨ªas o¨ªr c¨®mo el vergonzoso guirigay surg¨ªa de las ventanas y resbalaba por los muros para estrellarse estrepitosamente, al fin, contra los patios de vecindad poni¨¦ndolo todo perdido de reputaciones desolladas.
Una de las primeras consecuencias de la extensi¨®n del VV (Virus Vociferante) fue que los viejecitos ataviados con loden que, normalmente, van por los parques tomando el sol y leyendo el Abc, o viceversa, empezaron a desplomarse junto a los ¨¢rboles y sobre los parterres, v¨ªctimas de una sobredosis de confusi¨®n infinitamente superior a la que hab¨ªan tolerado hasta esos momentos; pues, si bien hab¨ªan podido vivir en el culto com¨²n a Luis Mar¨ªa Anson, Pedro J. Ram¨ªrez, Antonio Herrero y Luis del Olmo al un¨ªsono y no estar locos, ?c¨®mo aceptar, en cambio, las repentinas disidencias y ca¨ªdas de ¨ªdolos, los enfrentamientos entre h¨¦roes y hasta la blasfemia y la palabra soez aplicadas a los de casa? No se hab¨ªa producido situaci¨®n tan dram¨¢tica desde que el ?Holal anunci¨® que Carmen Mart¨ªnez-Bordi¨² dejaba esposo y ni?os para irse a Par¨ªs con un anticuario y, las se?oras de los del loden tuvieron que acudir en manada al psicoanalista de guardia para que les reciclara la moralina.
Yo, la verdad, lo ¨²nico que pens¨¦ ante el evento es que ha sido una suerte que el ataque de sinceridad pillara a Anson ya lejos de Abc. Se me abren las carnes. imaginando esas p¨¢ginas de huecograbado llenas de fotos de Ana Garc¨ªa Obreg¨®n con pies del estilo: "Ya est¨¢ la pesada de Anita metida de nueve, en un programa de la televisi¨®n p¨²blica, con lo vista que la tenemos". Menos mal que, la cosa ha ido s¨®lo de derribar a un Gobierno, quitar al Rey y comerse unos langostinos.
Nada lo bastante grave, pues, como para que no atendamos los asuntos urgentes de la semana, que son todos los que salen en Diez Minutos, que viene sembrado de noticias para las que podemos aventurar preguntas. Una: el padre Apeles sale con una moza. Pregunta: ?por qu¨¦ sale una moza, por qu¨¦ sale nadie, con el padre Apeles? Dos: Emilio Arag¨®n y Lydia Bosch reaparecen en la continuaci¨®n de M¨¦dico de familia gravemente traumatizado y gravemente herida, respectivamente, tras haber sufrido un accidente a¨¦reo. Pregunta: ?acaso es el guionista un obispo de la COPE que necesita recurrir a cataclismos para que en la serie no se eche ni un merecido polvo de reci¨¦n casados? Tres: Ana Botella confiesa que ella misma se encarga de comprarle la ropa a Jos¨¦ Mar¨ªa. Pregunta: ?d¨®nde?
Pero lo m¨¢s aterrador figura en Semana, en el cap¨ªtulo de las apasionantes memorias de Mar¨ªa del Monte que publica en primorosa exclusiva. Esta ¨²ltima entrega incluye una confesi¨®n que a m¨ª me ha puesto los pelos de punta mucho m¨¢s que la de Anson: en efecto, se se?ala que nuestra admirada interfecta lleg¨® a pensar seriamente en estudiar Medicina, ?y especializarse en ginecolog¨ªa! Pero ni ustedes ni Santiago Dexeus deben respirar con alivio. Del Monte (en un p¨¢rrafo estremecedor que pende sobre nosotros como la espada de Dem¨®stenes o los tocamientos a elefantes de Atila) puntualiza: "Lo de ser m¨¦dico sigue siendo uno de mis sue?os. Cuando se me plante¨® la disyuntiva de si deber¨ªa ser cantante o m¨¦dico, pens¨¦ que. para ser cantante se te pasa la edad y nunca m¨¢s podr¨¢s intentarlo, mientras que para estudiar siempre hay tiempo".
Espero que hable por hablar, como casi todos.
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