Un humilde batallador
Los or¨ªgenes humildes de Gerhard Schr?der sirven tal vez para explicar la ambici¨®n y el constante esfuerzo por conseguir sus objetivos que dominan al pol¨ªtico socialdem¨®crata. Sus ojos azul met¨¢lico se animan cuando esta corresponsal le pide que confirme un hecho que figura en una de sus biograf¨ªas: en los a?os cuarenta, el peque?o Gerhard Schr?der, hijo de una humilde fregona viuda de guerra, acompa?aba a su abuela, mientras ¨¦sta empujaba el cochecito infantil a lo largo de las fachadas del pueblo. Si encontraba alg¨²n asado puesto a enfriar en las ventanas abiertas, la abuela lo met¨ªa en el cochecito.
Schr?der admite haber contado la an¨¦cdota, aunque se apresura a puntualizar que ¨¦l es diferente de su abuela: "Yo tengo otra relaci¨®n con la propiedad", exclama con una carcajada.
Schr?der sabe lo que es abrirse camino en la vida. A los 14 a?os, entr¨® a trabajar de dependiente en una cacharrer¨ªa y m¨¢s tarde fue empleado en una ferreter¨ªa. A la Facultad de Derecho lleg¨® tras pasar por la escuela nocturna e inspirado por la serie televisiva de Perry Mason. Como abogado, defendi¨® a maestros privados de trabajo debido a la legislaci¨®n contra los radicales, a activistas antinucleares y a acusados de terrorismo.
En Schr?der algunos ven (con horror o satisfacci¨®n, seg¨²n los casos) un liberal encubierto. Pero su biograf¨ªa no deja duda sobre su forja en las filas de la socialdemocracia, cuyas juventudes -los jusos- dirigi¨® en el pasado.
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