Fen¨®menos paranormales
Dice el vicepresidente del Gobierno que la etapa de Gobierno socialista fue de "anormalidad dernocr¨¢tica" y se equivoca. Durante ella se puso en grave peligro el nivel de calidad de la democracia espa?ola y la mejor prueba de ello es que un alto cargo del Estado practicara una pol¨ªtica delictiva sistem¨¢tica que le llev¨® a embolsarse 1.700 millones. Pero quienes califican ese periodo como una dictadura, aparte de ser bastante fren¨¦ticos, ningunean a los espa?oles a los que atribuyen gusto en padecerla. Se pudo resistir y cambiar el rumbo en las urnas.En ese camino aparecieron no ya "anormalidades" sino fen¨®menos paranormales, entendiendo por tales sucesos extra?os, extraordinarios y extravagantes habitualmente interpretados por parapsic¨®logos, videntes o hechiceros. El mismo juicio del vicepresidente entra dentro de esta categor¨ªa porque no es nada habitual que un cargo de esa importancia haga ese g¨¦nero de reproche al Gobierno que le precedi¨®. Menos lo es que sea acusado de ponerse en contacto con un asesino convicto y confeso (y que todav¨ªa esperamos su interpretaci¨®n de ese hecho).
Fen¨®menos paranormales encontramos tambi¨¦n en los medios de comunicaci¨®n. Siempre han existido periodistas con el estilo de Antonio Herrero: a comienzos de siglo hab¨ªa uno apellidado C¨¢novas Cervantes y le apodaban Ni lo uno ni lo otro. Lo que, en cambio, constituye un fen¨®meno paranormal es que, no siendo due?o de su medio de expresi¨®n, se le toleren unos modos por completo infrecuentes en el mundo civilizado. Al menos, hay que reconocer que en la elecci¨®n del momento de su ¨²ltima exhibici¨®n no le ha acompa?ado siquiera ese m¨ªnimo de inteligencia que se exige a la simple maldad para convertirse en perversi¨®n.
Fen¨®menos paranormales suelen tambi¨¦n darse en la interpretaci¨®n de las sentencias judiciales. Condenado Rold¨¢n, algunos de sus c¨®mplices, ahora absueltos, se explayan en contra de las supuestas campa?as de que han sido objeto... ?cuando han logrado librarse de la c¨¢rcel por la prescripci¨®n de su delito! La condena de Mario Conde ha sido interpretada, con apariencia de seriedad, en el editorial de un peri¨®dico como una consecuencia de sus "errores", de su "incapacidad para la verdad" -curiosa forma de denominar a la mentira- y de "su estrategia jur¨ªdica equivocada". Pero ?no se llev¨® 600 millones?
La existencia de fen¨®menos paranormales no es, en s¨ª, tan peligrosa. Lo malo es que impregne toda la vida p¨²blica y que se haga caso por instituciones en principio respetables a esos hechiceros encargados de proporcionar interpretaciones estramb¨®ticas.
La actitud de los obispos espa?oles respecto de algunos periodistas de la COPE no es de identificaci¨®n sino de perplejidad. Las tres palabras de monse?or S¨¢nchez -"no lo s¨¦"- a la pregunta de si guarda la ¨¦tica cristiana lo revelan de forma clara. A muchos empleados de la COPE, no pocos obispos e infinitos cat¨®licos practicantes -como el que suscribe- nos parecen culpables esas dudas cuando es tan obvio el diagn¨®stico y quita respetabilidad a lo que en muchas otras materias deben decir los obispos. Adem¨¢s, existe una absoluta evidencia de que el resultado de esa tolerancia con lo inadmisible provoca una oleada de anticlericalismo -injusto, por supuesto- en que cabalgar¨¢n pasado ma?ana los mismos que ahora se enroscan a la emisora que los sostiene.
La propia derecha espa?ola no debiera dejarse arrastrar por esos hechiceros. Cuando elude interpretar sucesos a base de aburrimiento (Rodr¨ªguez) o de bronca al periodista (Aznar), da la sensaci¨®n de estar prisionera, como los obispos, de quienes se atribuyen habernos librado de los males de la ¨¦poca socialista cuando constituyen una parte de su herencia. La actitud de Fraga prueba que se puede -y debe- ser mucho m¨¢s independiente de los apoyos medi¨¢ticos del pasado. Adem¨¢s, en no pocas cosas esa derecha no deja de tener raz¨®n sin tener que seguir d¨®cilmente a quienes se empe?an en ser sus mentores. Es verdad, por ejemplo, que las dimisiones pol¨ªticas a tiempo cortan los esc¨¢ndalos de corrupci¨®n. Por cierto, ?para cu¨¢ndo la de Tomey?
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