Asalto al Pent¨¢gono
NO HAY seguramente en este planeta un lugar de acceso m¨¢s restringido y sujeto a m¨¢s severas regulaciones que el Pent¨¢gono, el m¨ªtico edificio que alberga al Departamento de Defensa de los Estados Unidos de Am¨¦rica. Y esto vale para el ingreso f¨ªsico y el inform¨¢tico. Pero hace unos d¨ªas sus responsables reconocieron que unos piratas inform¨¢ticos -hackers en la jerga- hab¨ªan penetrado en sus ordenadores a trav¨¦s de las redes a las que est¨¢n conectados y se hab¨ªan paseado (virtualmente) por todas sus dependencias. Los audaces corsarios inform¨¢ticos han resultado ser dos j¨®venes de 16 y 17 a?os, alumnos de un instituto de Coverdale, en el norte de California, a quienes el FBI ha requisado sus aparatos electr¨®nicos en pago por su invasi¨®n.La solemne declaraci¨®n de uno de los portavoces del Pent¨¢gono definiendo la incursi¨®n de los adolescentes como "el ataque m¨¢s organizado y sistem¨¢tico jam¨¢s sufrido por el Pent¨¢gono", hecha cuando todav¨ªa se desconoc¨ªa la identidad de los intrusos, parece fuera de lugar. Resulta m¨¢s cre¨ªble el convencimiento oficial de que los intrusos no han llegado hasta la informaci¨®n verdaderamente sensible, aquella que hubiera puesto en peligro la segur¨ªdad de los dispositivos militares norteamericanos. Aunque siempre quedar¨¢ la duda de si esa eventualidad no se ha producido porque no pudieron o porque no se empe?aron en ello. Lo que est¨¢ claro es que lo ocurrido pone en entredicho la publicitada inviolabilidad de los archivos del Departamento de Defensa y, por elevaci¨®n, la seguridad del tr¨¢fico electr¨®nico, hoy fundamental en un mundo globalizado, en el que las transacciones econ¨®micas y la informaci¨®n de todo tipo circulan por redes y ordenadores con una protecci¨®n notablemente menor que la establecida en torno a las dependencias militares violadas. Siempre hay alguien, con suficiente ingenio y dedicaci¨®n, que logra burlar las barreras electr¨®nicas o las claves de entrada existentes, por muy avanzadas que ¨¦stas sean, propiciando su posterior perfeccionamiento, lo que no evita que la combinaci¨®n vuelva a empezar y nuevos ingenios burlen los nuevos dispositivos. La ¨²ltima aventura viene a demostrar que la seguridad total no existe, aunque tambi¨¦n parece exagerado sacar la conclusi¨®n de que ese inevitable margen de inseguridad pueda comprometer todo el tr¨¢fico electr¨®nico de informaci¨®n, sobre el que descansa un fen¨®meno como el de la globalizaci¨®n. En la inmensa mayor¨ªa de los casos, los beneficios de la incursi¨®n no compensan el esfuerzo y al final la seguridad radica en esa sencilla regla de que el coste sea mayor que el beneficio. Descartado el catastrofismo, tampoco cabe minimizar la preocupaci¨®n que ha suscitado este caso. El Pent¨¢gono es el n¨²cleo de la seguridad norteamericana, pero tambi¨¦n de la seguridad mundial, en la medida en que las decisiones militares de Estados Unidos afectan al resto del mundo, como tan claramente ha demostrado estos d¨ªas la crisis de Irak. Si dos adolescentes han conseguido entrar en la zona inform¨¢ticamente m¨¢s protegida del planeta, inquieta pensar qu¨¦ podr¨ªan hacer profesionales entrenados para el sabotaje.
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