B¨¦lgica celebra el surrealismo de Magritte
Exposici¨®n de 309 ¨®leos del artista que quiso "ver lo oculto a trav¨¦s de lo que vemos"
Ren¨¦ Magritte (1898-1967) es un pintor muy popular. Pero mal conocido. De su obra, dispersa en decenas de museos y domicilios privados, se saben fragmentos, divulgados a veces hasta una saturaci¨®n cansina. En el centenario del desconcertante surrealista, el Museo de Bellas Artes de B¨¦lgica repara ese entuerto. Abre ma?ana una retrospectiva completa, equilibrada, legible. Bell¨ªsima. Est¨¢ todo Magritte: 309 ¨®leos y gouaches. Y grabados, dibujos, carteles, pel¨ªculas, escritos... de medio siglo (1917-1967). Rastreados en 30 museos y en decenas de colecciones particulares, no en vano el Estado belga es r¨¢cano con sus genios, lo que s¨®lo algunos legados recientes han venido a compensar.
Magritte, compinche de Breton y de Eluard, padre de un surrealismo belga con hijos contados, es un artista siempre sorprendente. Pinta, nos dice ¨¦l mismo, "para que aflore el misterio", porque ¨¦ste no es "una de las posibilidades de lo real, sino la condici¨®n de que lo real exista". Pinta, pues, "im¨¢genes que son descripciones del pensamiento po¨¦tico".Es uno de los grandes de la -escasamente exportadagran- pintura belga. Salva sea la licencia, Magritte es a ella lo que los chocantes sue?os fant¨¢sticos del profesor Tornasol al mundo de Herg¨¦: el m¨¢s personal de sus protagonistas. As¨ª como Constant Permeeke ser¨ªa el hero¨ªsmo descubridor de Tint¨ªn; Leo Spillaert, la sabia nostalgia distante de N¨¦stor, y James Ensor, la tragicomedia par¨®dica de Seraf¨ªn Lat¨®n. Queda Paul Delvaux, escasamente humano para este irreverente reparto.
Ir¨®nicos sombreros
A quien supiera de Dal¨ª por sus relojes blandos, la antol¨®gica de 1992 le ser¨ªa una revelaci¨®n. Igualmente, quien conozca someramente a Magritte por sus ir¨®nicos sombreros bombines (como Uso externo), sus palomas recortando densas nubes o sus deshuesados ¨¢rboles hitchcockianos descubrir¨¢ en esta retrospectiva un nuevo continente. Quien le haya seguido m¨¢s, por alguna de las exposiciones en la Juan March madrile?a, en Bruselas o en Ostende tampoco quedar¨¢ defraudado.?Qu¨¦ ver¨¢n? Algo ins¨®lito, especialmente la primera y menos divulgada ¨¦poca de Magritte, donde se apunta a todos los ismos -ensaya futurismo, usa paleta fauvista, practica cubismo, olfatea dada¨ªsmo-, ?sin reiterar ninguno de sus temas!
El joven Magritte estrena algunos de sus resortes propios, como la duplicaci¨®n del personaje y su sombra, porque s¨®lo el contraste con su apariencia resalta el misterio; o el juego de esconder para revelar, que desarrolla magn¨ªficamente en Los amantes. Y, sobre todo, la metamorfosis. Tras desentra?ar los objetos y agotar las posibilidades de su colocaci¨®n distorsionada, encuentra una nueva plataforma: los objetos -a veces figuras humanas- pueden "convertirse gradualmente en otra cosa, un objeto se funde en otro objeto distinto a s¨ª mismo", narra el artista.
Estos "hallazgos, c¨®digos, audacias, permiten que la obra produzca el efecto deseado, sorprender, desestabilizar al espectador para guiarlo hacia el conocimiento", concluye la comisaria de la exposici¨®n, Gis¨¦le Ollinger-Zinque.
La pasi¨®n del Magritte maduro es descubrir lo invisible. Para ello usa y abusa de los objetos pr¨®ximos, zapatos, puertas, huevos, ¨¢rboles, jarras, limones, pipas, que de tan familiares no nos percatamos de ellos. O emplea y descompone palabras. O encuadra geom¨¦tricamente figuras de mujer, a veces como mu?ecas rusas, en ocasiones medio humanas-medio estatuas.
Luna ante el ¨¢rbol
Tras un interludio que algunos consideran menor -el periodo del sol hermoso, a?os cuarenta-, Magritte se aplica con renovada intensidad a su tarea de siempre. Sabe que "cada cosa que vemos oculta otra" y pinta la Luna en primer plano, ante el ¨¢rbol, cuando deber¨ªa permanecer escondida tras sus ramas. Busca "ver lo oculto a trav¨¦s de lo que vernos": interpone una manzana ante los ojos del personaje retratado.Y debela, cr¨ªtico, a los bienestantes locales en la serie de hombres huecos tocados con bomb¨ªn: El amigo del orden, El feliz mecenas, El poeta recompensado. Alguien reparar¨¢ tambi¨¦n en su ¨²nica pintura militante, La dial¨¦ctica aplicada (1944). Es una tela dividida en dos: a la izquierda, la Wermacht triunfante; a la derecha, los mismos soldados, hechos jirones. Incluso ah¨ª rezuma poes¨ªa.
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