Cachivaches de insatisfechos.
El salivar que proporcionan ciertas palabras, sin siquiera tener que recurrir al c¨ªtrico zapateado seudolorquiano que se nos echa encima, alienta a sospechar que lo nuestro viene de atr¨¢s y es auton¨®mico, aunque nunca termine, por causa de las drogas, de despegar al gusto de todos. Y as¨ª andamos a¨²n, chachacheando de puertas para afuera, vendiendo ¨®rganos con la conciencia tranquila, pues ser¨¢n portadores de una modernidad que ya sabe que ahora se vende el cuerpo y no el alma. Porque, reconozc¨¢moslo, sentimos, de la lengua a cualquier otro arte, y por el simple hecho de salivar a tiempo, que a lo mejor todo procede de Lucifer, en l¨ªnea recta y recurriendo, si es preciso, al rabo. No hay novedad, s¨ª predominio. ?Es decir? Pues eso: el experimentar, en varguardistas vergonzantes, una necesidad continua ("nuestro propio aliento") de caer cada d¨ªa m¨¢s, de dejarse caer incluso un poco m¨¢s de eso que ordena la voz divina, castigadora, casi tan lenta Ella como la azul de Elvira R¨ªos. Y precipitase el arc¨¢ngel, de acuerdo, con su filosof¨ªa de la cultura de oposici¨®n, pero sin perder el comp¨¢s o el cuidado de hacerse extravisible a nuestros ojos tan normales, tirando a menos, predispuestos de siempre a recoger lo que se les venga encima.As¨ª, as¨ª empieza a volver Lucifer, desnatado, para darle alg¨²n sentido realista-capitalista a este infierno. 0 mejor dicho, ya que cabe, con la idea medio po¨¦tica de fabricarnos un Lucifer maligno, por supuesto, pero adem¨¢s reconocible, evidente, papel¨®n y palpable, sin la menor sombra de duda a la hora oportuna de preferir su propia felicidad, la de dejarse ver con s¨®lo caer, a la felicidad del Otro, dotado Este de creatividad, vale, pero incapaz de volverse a un ser vivo por mucho rato. Y, al volver, verdad es que Lucifer, al mojarnos la oreja en su fatal ca¨ªda, aletea y percibe de pasada lo que acaba de o¨ªr: "Mira, ?por lo menos a ¨¦ste se le ve!". Se envalentona y sigue. Se conforma con eso. Subid¨®n de un descenso con magreo, filete a la parrilla, gozo de comprobar que no se trata de una pesadilla vulgar y que por la ma?ana a¨²n colea, sino de algo mucho m¨¢s figurable y que la mirada humana refleja con facilidad: el otro polo de fresa, pinchado en un palitroque bic¨¦falo. ?A por ello! Y se nos comprende. Porque siempre es la misma m¨²sica: el pasodoble del Bien y del Mal. (En sustancia, arrastrando los pies, que unas veces toca vender el alma y otras el cuerpo. Ahora se le da la espalda al ¨¦xtasis en beneficio de la descojonaci¨®n. Una ¨¦poca).
El Mal, en su agua anor¨¦xica de casta?as, reflexiona al nadar. Y nos dice que, ante lo poco y lo mucho que dura todo esto, nadie puede sentirse -culpable de algo. Ser¨ªa perverso legarnos una herencia tan contradictoria para, a continuaci¨®n, pedirnos cuentas. Porque puede ser lo ¨²ltimo y porque as¨ª nos trajeron al mundo, lo ¨²nico que ya pide uno es hacerse visible al ir cayendo, darle en prenda al mir¨®n lo primero que caiga, dej¨¢rselo llevar, permitir que se aferre a ese despojo consensuado. El deseo es fe n¨®mada: nunca acaba de conformarse. La insatisfacci¨®n, por el contrario, tiene a gala adecuarse a cualquier cachivache, al primero que le venga en gana. Lo insatisfecho, m¨ªrese por donde se mire, es el aut¨¦ntico suced¨¢neo del deseo. A veces tiene mono y se relame. Pero, en cuanto decide que all¨¢ va, no te preocupes, que algo pilla. Y ese mercado intersubjetivo tiene ya hasta un cat¨¢logo.
Lo abro. Me vende, por 12.900 pesetas de golpe o tres c¨®modos plazos de 4.300, un "generador de ondas cerebrales correctas". Pens¨¢ndoselo o no, ya se lo han comprado 100.000 personas, la tirada ideal, y resulta que el 97% "est¨¢n absolutamente satisfechas" y, por lo que a?aden, "notando incluso los resultados los dem¨¢s miembros de la familia". Un invento, un ejemplo entre miles -de aparatos, libros, discos y novedades-, de las artes establecidas por este nuevo Lucifer desnatado, mediatizado, perdiendo el tiempo en un estilo de vida que todo lo entontece por las buenas. Un ¨®rgano en lugar de un suspiro. Eso es lo que nos compra, eso es lo. que se vende y eso es lo que compramos. Cachivaches para insatisfechos. Con lo f¨¢cil que ser¨ªa observar todo eso, ?faltar¨ªa m¨¢s!, en un hacendoso salivar, pero luego no privarse de limitarse a escribir: "Oro alem¨¢n, / marzo mayea".
Como un aviso. Para que se sepa, sin abrir el cat¨¢logo, lo que de verdad est¨¢ a la venta.
Babelia
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