Una inmensa pel¨ªcula
?Por qu¨¦ 40 familias campesinas de un remoto paraje de Suecia, en Delarna, abandonan en masa su pa¨ªs, un d¨ªa de 1896, para instalarse definitivamente nada menos que en Jerusal¨¦n?. Esta pregunta trajo de cabeza a la gran escritora sueca Selma Lagerl?f, tras leer la noticia en un diario de la ¨¦poca, y provoc¨® una apasionante historia de indagaci¨®n personal y literaria que se plasm¨® en dos novelas, En los valles de Suecia (1901) y En la Tierra Santa (1902), muy pol¨¦micas en su tiempo, hoy olvidadas por casi todos. El dan¨¦s Bille August se ha sumergido en las p¨¢ginas de ambas obras y de su renacida inspiraci¨®n (atr¨¢s quedan plomizas adaptaciones como La casa de los esp¨ªritus o nader¨ªas como Smila) nace esta pel¨ªcula r¨ªo, un impresionante canto no s¨®lo a sus personajes y sus peripecias, sino tambi¨¦n a su propia tradici¨®n f¨ªlmica, de Dreyer a Sj?str?m y Bergman, aunque convenientemente tamizada por una mirada propia.Nacida originariamente como obra para la televisi¨®n, la pel¨ªcula tiene, no obstante un tempo y una estructura sabiamente cinematogr¨¢ficos, y una duraci¨®n magn¨ªficamente larga, acorde con la densidad de lo que se narra.
Jerusal¨¦n
Direcci¨®n: Bille August. Gui¨®n: B. August, basado en la novela hom¨®nima de Selma Lagerl?f. Fotograf¨ªa: J?rge Persson. Suecia-Dinamarca-Noruega-Finlandia, 1996. Int¨¦rpretes: Ulf Friberg, Maria Bonnevie, Pernilla August, Reine Brynolfsson, Lena Endre, Sven-Bertil Taube, Max von Sydow, Olympia Dukakis. Estreno en Madrid: cine Princesa (V.O.S).
La mejor tradici¨®n
?Qu¨¦ es lo que hace de Jerusal¨¦n una inmensa pel¨ªcula? Por una parte, su tejido narrativo, en el cual una cuidadosa descripci¨®n de personajes y la aparici¨®n de un conflicto may¨²sculo, capaz de provocar incluso la ruptura de una remota comunidad cerrada, la desuni¨®n de familias y amantes, ayuda siempre a mantener un alto inter¨¦s por lo narrado. Por otra, la capacidad de August para convocar lo mejor de la tradici¨®n narrativa que le es propia. Y por otra, en fin, la naturaleza misma del conflicto que el filme ilustra, en el que psicolog¨ªa y misticismo, carencias afectivas y f¨¦rreas nociones de lo que es la vida se dan la mano para trazar un complejo arco de posibilidades, todas magn¨ªficamente aprovechadas y muchas de ellas de rabiosa actualidad.Tiene Jerusal¨¦n unas espl¨¦ndidas criaturas, soberbiamente dibujadas en sus temores, sus anhelos, su determinaci¨®n. Act¨²an por lo que creen justo, luchan y llegan a dar la vida por aquello en lo que creen, aunque desde un punto de vista primario podamos hablar incluso de intransigencia. August, siguiendo en esto probablemente a Lagerl?f, no las juzga, simplemente expone sus razones, muestra sus desvelos, arropa la desolaci¨®n de su tragedia, cuando la hay, y de sus victorias, que tambi¨¦n las hay. Como en las sagas n¨®rdicas, como en la vida misma, aqu¨ª pasan muchas cosas, se producen muchos cambios, muerte y vida renacida se alternan para tejer un tapiz que no es otro que el de la propia condici¨®n humana.
Pero hay m¨¢s. Decir que August no juzga a sus criaturas, ni siquiera a las m¨¢s susceptibles de estigma, como el fan¨¢tico ultraortodoxo que provoca el cisma, no significa que el director se abstenga de mostrar, incluso en detalle, los riesgos del fanatismo. Y as¨ª, en un pu?ado de secuencias estremecedoras, Jerusal¨¦n se muestra ante nuestros ojos como un desconcertante lugar de tropel¨ªas cometidas en nombre de las propias creencias, mientras que la frialdad con que se muestra el funcionamiento de la colonia estadounidense a la que se van a vivir los campesinos suecos es algo m¨¢s que una c¨¢mara neutral rodando un pu?ado de secuencias.
Bella cuando debe serlo, ¨¢rida cuando se adentra en el desconcierto de sus protagonistas, siempre fascinante, Jerusal¨¦n es una soberbia muestra de cine de autor y el recordatorio de que el clasicismo narrativo no est¨¢ re?ido con la capacidad de provocar emociones intensas, hermosas, perdurables.
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