Hay que seguir luchando
Un a?o m¨¢s conmemoramos el D¨ªa Internacional de la Mujer, y lo hacemos desde el convencimiento de que la situaci¨®n dista de ser la ¨®ptima en lo que respecta a los derechos de las mujeres. Desde el 8 de marzo de 1908, fecha en la que murieron en el incendio de una f¨¢brica de Nueva York 192 mujeres, que reclamaban mejoras laborales, s¨ª es cierto que los avances en el mundo m¨¢s desarrollado, desde un punto de vista econ¨®mico y social, han sido espectaculares desde entonces. Sin embargo, es evidente que no ocurre lo mismo en el resto del mundo. Desde aquella petici¨®n inicial de las mujeres de Nueva York se han ido logrando mejoras. A pesar de ello, nos enfrentamos a una terrible paradoja: ahora tenemos que pedir el respeto a los derechos humanos e incluso el respeto a la vida.Desgraciadamente, son precisamente las mujeres, junto a los ni?os, quienes m¨¢s sufren en las guerras y los conflictos, quienes m¨¢s padecen el hambre o la enfermedad en los pa¨ªses del Tercer Mundo o all¨¢ donde hay violencia e injusticia. De hecho, aproximadamente el 80% de los m¨¢s de cuarenta millones de desplazados y refugiados que hay en la actualidad son mujeres y ni?os.
Todos los informes sobre violaciones de los derechos humanos destacan al colectivo de las mujeres como el m¨¢s vulnerable. Nosotros hemos constatado, por ejemplo cuando llegamos a los campos de refugiados de Zaire, que la escasa comida o el agua que hab¨ªa al principio era repartida entre los hombres. Las mujeres y los ni?os se ten¨ªan que contentar con lo poco que sobrara -si es que sobraba algo-. En Am¨¦rica, las mujeres ind¨ªgenas son quienes con m¨¢s intensidad sufren la marginaci¨®n y el abandono, son quienes, en muchos casos, sostienen a las familias y adem¨¢s, como en Argelia, encabezan las protestas contra la violencia permanente.
En algunas guerras, como la que destroz¨® Yugoslavia, se utiliz¨® la violaci¨®n sistem¨¢tica de mujeres bosnias como parte de una estrategia organizada. Se calcula en m¨¢s de 20.000 las v¨ªctimas de esta -especialmente repugnante- forma de practicar la guerra.
Asimismo, la falta de recursos sanitarios, en los pa¨ªses menos desarrollados, es la causa de que cada a?o mueran m¨¢s de 600.000 mujeres durante su embarazo o parto o por falta de una adecuada salud reproductiva. En los ¨²ltimos diez a?os han muerto m¨¢s de tres millones de mujeres j¨®venes por alguna de estas causas.
Y, desgraciadamente, en nuestra realidad m¨¢s pr¨®xima, tambi¨¦n existen situaciones denigrantes para el conjunto de la sociedad, como son las agresiones y malos tratos infligidos a las mujeres por sus maridos o compa?eros. Esa violencia dom¨¦stica, que en algunos casos resulta ser mortal, demuestra una herencia cultural de dominaci¨®n de un g¨¦nero sobre el otro. Estos abusos de poder -fisico y econ¨®mico- deben recibir un rechazo social y legal contundente, como corresponde a una sociedad que se considera avanzada y solidaria.
La situaci¨®n de los derechos de la mujer en el mundo es tan preocupante, que el Parlamento europeo ha desarrollado un campa?a dirigida a llamar la atenci¨®n de la opini¨®n p¨²blica sobre la situaci¨®n de las mujeres afganas: "Una flor para las mujeres de Kabul". ?Por qu¨¦ las mujeres de Kabul? La respuesta es tan sencilla como terrible: es dificil que haya un lugar en el mundo en el que se haya producido en tan poco tiempo un retroceso tan grande en los derechos de un colectivo determinado; en este caso, las mujeres.
?Qu¨¦ significa en Afganist¨¢n ser mujer? Que las ni?as tengan prohibido recibir educaci¨®n a partir de los nueve a?os (hasta esa edad, la ense?anza es exclusivamente cor¨¢nica), que las mujeres tengan prohibido trabajar, que salgan solas a la calle, y si lo hacen (acompa?adas, por supuesto, por un hombre), deben ir cubiertas con un burka o saco, que las cubre de la cabeza a los pies, incluida la cara. Si caen enfermas y su marido est¨¢ ausente no podr¨¢n ser visitadas por un m¨¦dico. A las viudas, m¨¢s les valdr¨¢ entonces no enfermar, porque los talib¨¢n proh¨ªben que un m¨¦dico visite a una mujer que est¨¢ sola. Si esa mujer es viuda -y en Kabul, despu¨¦s de 18 a?os de guerra, hay muchas- estar¨¢ condenada a la miseria m¨¢s absoluta o a la muerte: no podr¨¢ trabajar y nadie se ocupar¨¢ de ella. Ni de sus hijos. En el hospital de Herat cada mes se suicida una media de treinta mujeres, quem¨¢ndose con gasolina, para poner fin a una vida terror¨ªfica. ?Alguien duda, despu¨¦s de esta breve descripci¨®n de la vida cotidiana de Afganist¨¢n, que haya motivos suficientes para elegir a las mujeres de Kabul como s¨ªmbolo de unos seres humanos oprimidos?
Una cosa debe quedar clara: aqu¨ª no se trata de poner en cuesti¨®n el Islam, sino de denunciar lo que un r¨¦gimen pol¨ªtico determinado, controlado por los talib¨¢n, est¨¢ llevando a cabo con su propia poblaci¨®n. El burka es un s¨ªmbolo de lo que est¨¢ sucediendo en Afganist¨¢n: las mujeres se han convertido en espectros que caminan por las calles de Kabul, sin voz, sin derechos, sin futuro... Es un s¨ªmbolo, asimismo, del silencio al que se ven sometidas millones de mujeres en todo el mundo.
Es dificil de aceptar, pero en las postrimer¨ªas del siglo XX nos enfrentamos a un cruda realidad: sigue siendo necesario luchar por el simple derecho a vivir. Por la condici¨®n de ser mujer.
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