Sostiene Ardanza
EL TEXTO del plan de Ardanza para la b¨²squeda de un final dialogado a la violencia ha incorporado en su versi¨®n definitiva -publicada ayer- algunas respuestas a las objeciones m¨¢s obvias que se plantearon hace un mes cuando se adelantaron sus l¨ªneas generales. El escrito mantiene, sin embargo, la misma l¨®gica y el mismo modelo de negociaci¨®n sobre la base de m¨¢s nacionalismo. Es cierto que el texto rechaza cualquier hip¨®tesis de negociaci¨®n en la que ETA sea uno de los interlocutores, lo que objetivamente favorece una salida dialogada. Pero en lugar de mantener una actitud de firme defensa de las convicciones compartidas por la mayor¨ªa democr¨¢tica, el lehendakari adopta la posici¨®n de un mediador bienintencionado y neutral. El riesgo mayor es que la iniciativa no sirva para convencer a ETA de que abandone las armas y s¨ª, en cambio, para romper el consenso estatutario. Precisamente lo que m¨¢s anhela ETA.El escrito niega que exista un d¨¦ficit democr¨¢tico, admite que la cuesti¨®n concierne tambi¨¦n a las instituciones del Estado y descarta hacer tabla rasa de los 20 a?os de democracia constitucional. Sin embargo, la propuesta est¨¢ planteada como si existiera un d¨¦ficit democr¨¢tico que s¨®lo un replanteamiento del marco institucional pudiera superar, como si el ¨²nico papel de las instituciones del Estado fuera convalidar lo que decidan los partidos de Euskadi y como si fuera necesario reabrir un proceso constituyente por una insuficiencia de legitimidad.
El actual marco institucional es el resultado de un acuerdo entre partidos de diferentes ideolog¨ªas y ha sido refrendado durante dos d¨¦cadas por toda clase de elecciones. Como ha recordado recientemente el dirigente nacionalista Joseba Arregi, la autonom¨ªa fue una reivindicaci¨®n nacionalista que los no nacionalistas aceptaron en aras de la convivencia. No ser¨ªa democr¨¢tico sostener que la presencia de ETA demuestra la insuficiencia de ese marco. Es el pluralismo vasco, confirmado una y otra vez por las elecciones, lo que legitima las instituciones auton¨®micas, sin que se aprecie una demanda ciudadana mayoritaria en favor de su modificaci¨®n.
Por supuesto que ETA no se conformar¨ªa con menos, pero eso no significa que haya que renunciar a las propias posiciones para adoptar las suyas. No podr¨ªa hacerse ni siquiera si ello garantizase la renuncia de ETA a la violencia. Pero es altamente improbable que, tras un ¨¦xito tan sensacional de la lucha armada -conseguir cuestionar el marco pol¨ªtico respaldado durante 20 a?os por la mayor¨ªa-, ETA vaya a desistir de seguir en lo mismo hasta la ¨²nica victoria satisfactoria: la conquista del poder.
El texto advierte que "no contiene juicios de valor". Deber¨ªa contenerlos. No se trata de la propuesta de un mediador noruego que se limita a constatar las exigencias de cada parte, como si tuvieran una legitimidad pareja, y a proponer una suerte de t¨¦rmino medio. Al margen de su pertenencia a un partido nacionalista, la propuesta del presidente del Gobierno vasco no puede ser una neutral, sino que debe representar a las instituciones con las que se identifica la mayor¨ªa. El texto es el resultado de las consultas realizadas en los dos ¨²ltimos a?os entre los miembros del Pacto de Ajuria Enea, pero es evidente que el resultado recuerda mucho m¨¢s a las propuestas que ha venido planteando Garaikoetxea que a las de cualquier otro partido. Es incoherente pretender radicalizar el contenido nacionalista del consenso democr¨¢tico cuando desde hace a?os se viene produciendo una progresiva reducci¨®n del peso del voto nacionalista.
La buena voluntad de Ardanza est¨¢ fuera de duda, y en su texto hay elementos de reflexi¨®n interesantes. Pero resulta discutible pretender reforzar el consenso en peligro sobre la base de extremar las propuestas, sesg¨¢ndolas del lado nacionalista y equivocando al mundo radical sobre lo que es posible y lo que no. Si alguna vez hay posibilidad de una salida negociada, ser¨¢ porque ETA comprenda que las fuerzas democr¨¢ticas no aceptar¨¢n modificaciones del statu quo como resultado de la violencia. Y, m¨¢s all¨¢ de las palabras, no es ¨¦se el mensaje central que se deduce de la propuesta del lehendakari.
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