Pundonor y esmero
El repertorio de lances de capa del que hab¨ªa dado un recital Miguel Abell¨¢n el d¨ªa anterior, lo continu¨® ayer El Juli, corregido y aumentado. Tir¨® de cat¨¢logo y lo expuso a la consideraci¨®n del p¨²blico interpret¨¢ndolo con pundonor y esmero. El paso de El Juli por territorio mexicano le ha enriquecido el acervo y, por lo que pudo apreciarse ayer, aprendi¨® all¨ª las imaginativas modalidades capoteras que se avienen al ingenio c¨¢lido y al afiligranado concepto del toreo que poseen los diestros de aquellas latitudes.Algunas las ten¨ªan importadas y se las ha tra¨ªdo El Juli de rescate. Le sucede al toreo lo que a la lengua; que suertes y voces los llevaron nuestros antepasados a Am¨¦rica, y buena parte de los respectivos bagajes los acogi¨® y di¨® vida ese continente, mientras el pa¨ªs de origen los dej¨® caer en el olvido.
Gonz¨¢lez / Montoli¨², Ram¨ªrez, Juli
Novillos de Manolo Gonz¨¢lez, bien presentados en general, flojos, manejables; 6?, sobrero -chico y muy flojo- en sustituci¨®n de un inv¨¢lido. Jos¨¦ Manuel Montoliu: pinchazo -aviso-, dos pinchazos y estocada que asoma (silencio); estocada y rueda de peones (silencio). Alberto Ram¨ªrez: pinchazo perdiendo la muleta, pinchazo, estocada, rueda de peones -aviso- y dobla el novillo (aplausos); estocada perdiendo la muleta -aviso- y dobla el novillo (aplausos y saluda). El Juli: pinchazo hondo perdiendo la muleta y estocada atravesada (aplausos y tambi¨¦n pitos cuando saluda); pinchazo, estocada -aviso- y dobla el novillo (oreja). Plaza de Valencia, 13 de marzo. Y corrida de feria. Media entrada.
El Juli se echaba el capote a la espalda, o lo pasaba por alto en farol, o floreaba la revolera, o combinaba con ajustados en garces las distintas suertes, y provocaba el asombro general, parec¨ªa que lo acababa de in ventar. Y, sin embargo, si se mira atr¨¢s intentando atravesar el t¨²nel del tiempo, resulta que tales lances ya los hab¨ªan inventado los padres de la tauromaquia, y pues sentaron escuela, hubo lugar a que los perfeccionaran luego otros diestros que aprendieron de ellos el oficio.
Miguel Abell¨¢n y El Juli no se sabe a d¨®nde podr¨¢n llegar, ni siquiera si ser¨¢n capaces de ocupar un puesto cimero en el escalaf¨®n de matadores, pero han iniciado un camino distinto -m¨¢s meritorio y de mayor alcance- al que siguen las actuales figuras. Frente al olvido de las suertes de capa, a la valoraci¨®n exclusiva del toreo de muleta, a la burda, ventajista y arbitraria primac¨ªa del derechazo y al empobrecimiento art¨ªstico de la fiesta, estos dos novilleros vienen con savia nueva e intentan recuperar los amplios contenidos del arte de torear.
El problema se produce cuando llega precisamente la faena de muleta. Le ocurri¨® a Miguel Abell¨¢n el d¨ªa anterior y tambi¨¦n a El Juli en su deb¨² en el coso valenciano. La cuesti¨®n se centraba en mantenerse fieles a la torer¨ªa asumiendo sus consecuencias, o hacer lo que se estila y convertir las faenas en una repetitiva sucesi¨®n de pases administrados a destajo. El Juli ayer (como Abell¨¢n el d¨ªa anterior) empez¨® sus faenas torer¨ªsimo y pese que a la docena y media de muletazos ya estaban construidas, continu¨® imparable, monocorde y pl¨²mbeo, en l¨ªnea con la mediocridad generalizada que padece la torer¨ªa entera.
Puestos a pegar pases, al final casi daban lo mismo el esmerado Juli, que los pundonorosos Alberto Ram¨ªrez y Jos¨¦ Manuel Montoliu. La diferencia se manifestaba de principo evidente: El Juli se tra¨ªa una soltura y un oficio bastante maduros e impropios de su edad -17 a?os- mientras Montoliu, a¨²n muy nuevo e inmaduro, no daba una ni con el capote ni con la muleta. Y Ram¨ªrez, que lleg¨® a alcanzar momentos interesantes en su primera faena a un inv¨¢lido esp¨¦cimen desgranando retazos de toreo hondo y serio, en la segunda traste¨® vulgar, con escaso temple y aleatorio dominio sobre el ya bien presentado, enterizo y encastado novillo.
Sin embargo la realidad era que los tres se la jugaban a la cantidad, parec¨ªan competir a ver qui¨¦n pegaba m¨¢s pases, qui¨¦n lograba mantener a la banda tocando pasodobles hasta que se muriera asfixiado un m¨²sico, qui¨¦n consegu¨ªa arrancar la compasiva recompensa de una orejita a la voluntad demostrada.
La orejita la arranc¨® El Juli en el ¨²ltimo minuto y cuando ya sonaba el gong, que en tauromaquia llaman aviso. Una oreja y cuatro avisos hubo. Lo que es balance desastroso habida cuenta de lo manejable que sali¨® la novillada y lo obsequioso que se mostraba el p¨²blico. Y es tambi¨¦n un pecado de lesa humanidad: con el fr¨ªo que reinaba, el viento helador que ven¨ªa de las nevadas sierras, la noche negra que se echaba encima, constitu¨ªa una crueldad tener dos horas y media a la aterida afici¨®n viendo pegar derechazos.
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