El Alto Karabaj quiere atarse a Armenia
La crisis con Azerbaiy¨¢n por el enclave domina las elecciones presidenciales armenias de hoy
ENVIADO ESPECIAL. "Somos due?os de esta tierra, la cuidaremos y la protegeremos. La ganamos con sangre y no la entregaremos sin sangre". Samuel Giulsadi¨¢n, de 46 a?os, se expresa con esta rotundidad de fan¨¢tico desde Luch¨ªn, localidad que da nombre al estrat¨¦gico corredor que une el Alto Karabaj con la madre Armenia. La tregua alcanzada en 1994 dej¨® el enclave -oficialmente una regi¨®n aut¨®noma de Azerbaiy¨¢n aunque de poblaci¨®n mayoritariamente armenia (ahora el 100%)- bajo control de las autoridades de Stepanakert.
Desde entonces, se ha consolidado un pseudoestado, que ya se hab¨ªa proclamado independiente en 1991, que recuerda bastante a Chipre del Norte y que ni siquiera est¨¢ reconocido por quien casi le dio la vida: Armenia. El Alto Karabaj, una isla armenia en Azerbaiy¨¢n, el primero de los polvorines ¨¦tnicos que estallaron antes y despu¨¦s de la descomposici¨®n de la URSS y que revelaron que el mapa sovi¨¦tico era un germen de conflictos que hab¨ªan de causar decenas de miles de muertos.
Giulsadi¨¢n es uno de los miles de colonos -procedentes de la rep¨²blica de Armenia o expulsados de Azerbaiy¨¢n- que se est¨¢n instalando en Luch¨ªn, con el est¨ªmulo de Yerev¨¢n y Stepanakert, aunque sin mucha ayuda econ¨®mica, ya que las arcas est¨¢n vac¨ªas en ambas capitales armenias.
Los territorios ocupados a Azerbaiy¨¢n durante la guerra, que se cobr¨® m¨¢s de 25.000 vidas, son la moneda de cambio que permite al Alto Karabaj negociar desde una posici¨®n de fuerza. La disposici¨®n del hasta hace poco presidente armenio, Lev¨®n Ter-Petrosi¨¢n, a aceptar un plan de la Organizaci¨®n para la Cooperaci¨®n y la Seguridad en Europa (OSCE), que preve¨ªa la devoluci¨®n de estas conquistas como paso previo para una soluci¨®n definitiva al conflicto, forz¨® la dimisi¨®n del que fue antiguo disidente, que para muchos de sus compatriotas se convirti¨® en un traidor.
Armenia, un peque?o pa¨ªs de apenas 30.000 kil¨®metros cuadrados y 3.700.000 habitantes, acude hoy a las urnas para elegir a un nuevo jefe de Estado, y ninguno de los 12 candidatos se atreve a sugerir que, si es elegido, seguir¨¢ la senda de Ter-Petrosi¨¢n. Este quiso convertirse en el Rabin armenio, aceptando el principio paz por territorios, sin parar mientes en que se iba a quedar solo.
Ter-Petrosi¨¢n no fue capaz de medir la fuerza de un nacionalismo que para los armenios, un pueblo masacrado hist¨®ricamente por los turcos (categor¨ªa en la que tambi¨¦n incluyen a los azer¨ªes, la mayor¨ªa (le religi¨®n musulmana que vive en Azerbaiy¨¢n), va m¨¢s all¨¢ del inter¨¦s inmediato de superar una dura crisis econ¨®mica, que hace que un profesor de universidad cobre apenas 3.000 pesetas al mes. Los armenios del Alto Karabaj ganaron la guerra gracias a su mayor valor y motivaci¨®n, a la ayuda de la madre patria y la poderosa di¨¢spora y al apoyo de EE UU y Rusia.
Pero ahora corren otros vientos. Hay en el mar Caspio tanto petr¨®leo como en Kuwait y m¨¢s reservas calculadas que en ning¨²n otro lugar del planeta. Azerbaiy¨¢n tiene la parte del le¨®n en tan apetitosa presa. Por eso, Bak¨², la capital de Azerbaiy¨¢n, se ha convertido en un hervidero de diplom¨¢ticos, esp¨ªas y hombres de negocios en busca de sacar tajada. Hay en juego inversiones de cinco billones de pesetas. La geografia de la salvaje y monta?osa regi¨®n del C¨¢ucaso est¨¢ trenzada con l¨ªneas, reales o previstas, de numerosos oleoductos y gasoductos.
Pero donde m¨¢s puede notarse el efecto es en el Alto Karabaj, ahora en una inc¨®moda posici¨®n de ni paz ni guerra. Los armenios del enclave, de unos 4.000 kil¨®metros cuadrados y 150.000 habitantes, demostraron que eran muy superiores a los azer¨ªes en el plano militar. Pero se dice que, en Bak¨², el presidente Heidar Al¨ªyev sue?a con que el dinero abundante del petr¨®leo, que ya fluye, puede permitir la reconstrucci¨®n del Ej¨¦rcito. Incluso se tiene un modelo: el de Croacia bajo la f¨¦rula de Franjo Tudjman.
El gran dise?o de Ter-Petrosi¨¢n pasaba por mostrar la generosidad del vencedor y aceptar el plan de la OSCE de devolver primero la mayor parte de los territorios ocupados y, siempre con garant¨ªas Internacionales, negociar el estatuto definitivo de Alto Karabaj, que de ninguna forma podr¨ªa tener una dependencia efectiva de Azerbaiy¨¢n. El premio ser¨ªa recibir parte de los beneficios del man¨¢ petrolero, en forma de derechos a cuenta de un oleoducto que pasase por su territorio.
El primer ministro, Robert Kochari¨¢n, y la pr¨¢ctica totalidad de las fuerzas pol¨ªticas se revolvieron como avispas ante tama?a "claudicaci¨®n" y argumentaron que, una vez que Bak¨² consiguiese lo que quer¨ªa, nadie ser¨ªa capaz de obligarle a dar su parte a Stepanakert. Pero, ?qu¨¦ otra actitud pod¨ªa esperar el presidente de su jefe de Gobierno, al que ¨¦l mismo nombr¨®, si era un karabaj¨ª que incluso ostentaba la presidencia del enclave cuando fue llamado a Yerev¨¢n?
Tampoco los dos principales rivales de Kochari¨¢n han recogido el impopular testigo de Ter-Petrosi¨¢n. El principal rival del primer ministro (ahora jefe de Estado interino) parece ser el jefe del partido comunista en los tiempos sovi¨¦ticos, Karen Demirchi¨¢n, quien, si no fallan los sondeos, pasar¨¢ tambi¨¦n a la segunda vuelta, dentro de dos semanas.
El tercero en discordia es Vazgu¨¦n Manuki¨¢n, ex disidente y colaborador de Ter-Petrosi¨¢n, con el que fue jefe de Gobierno, aunque luego se distanci¨® tanto que incluso le disput¨® la presidencia en 1996. Para muchos, fue el ganador real y su victoria le fue robada en el recuento. Su antiguo aliado resolvi¨® la situaci¨®n sacando los tanques a la calle.
La elecci¨®n se sigue con especial inter¨¦s donde los armenios no pueden votar: en el Alto Karabaj. Y pocos ocultan all¨ª su deseo y esperanza de que gane Kochari¨¢n, lo que ser¨ªa como un s¨ªmbolo de que el enclave absorb¨ªa a Armenia. Y es que los Karabaj¨ªes saben que s¨®lo conquistando Yerev¨¢n podr¨¢n dormir tranquilos, aunque con un ojo abierto por si "los turcos" vuelven a atacar. Tambi¨¦n recuerda la conquista, que decidi¨® el curso de la guerra, de Susha, de unos 20.000 habitantes, azer¨ªes en su mayor¨ªa. Susha es hoy una ciudad fantasma, un bosque de esqueletos de piedra en el que apenas, con restos de dos mezquitas, malviven 2.000 armenios que buscan, y no encuentran, un camino para salir de la miseria.
Tal como est¨¢n las cosas, se palpa el peligro, aunque no sea a corto plazo, de otra guerra como la que se cobr¨® en 1992 la vida de Vania Avaguimi¨¢n en una trinchera de la aldea de Megmana. Su madre, Ludmila, llora ante el retrato que ilustra su l¨¢pida en el cementerio de los h¨¦roes de Stepanakert. Tiene 59 a?os. Aparenta m¨¢s de 70. Al otro lado de la l¨ªnea de alto el fuego hay tambi¨¦n muchas madres, azer¨ªes, que lloran por sus hijos muertos y rezan por no perder m¨¢s.
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